El ambiente en la taberna era cálido y bullicioso, lleno de risas y voces que resonaban en las paredes de piedra. Ailwyn, sentado frente a Varian, levantaba su jarra de cerveza con una sonrisa en los labios. El guerrero y él habían desarrollado una inesperada amistad durante la semana en que Varian y su grupo habían permanecido en la ciudad. Aunque Ailwyn, como panadero, no solía involucrarse en las hazañas de los aventureros, había algo en Varian que le resultaba familiar y reconfortante, quizás por la honestidad que transmitía.
"¡Otra ronda, amigo!" exclamó Ailwyn, un poco más alto de lo normal, notoriamente borracho tras varias jarras de cerveza. Su risa resonó por encima del bullicio de la taberna.
Varian, con una leve sonrisa, negó con la cabeza mientras bebía con moderación. "Tal vez deberías bajar el ritmo, Ailwyn. No quiero que termines desmayado antes de llegar a tu panadería."
"¿Yo? ¡Bah! Los elfos tenemos resistencia para todo, incluso para el alcohol", respondió Ailwyn, aunque claramente sus palabras salían entre risas descontroladas. "Pero... ¡brindemos por la amistad, Varian! Por los viejos y nuevos amigos... ¡y por la buena comida!"
Varian sonrió, levantando su jarra. "Por la amistad y la buena comida."
Mientras bebían, la conversación giró en torno a historias de los viajes de Varian y las aventuras que había vivido con su grupo. Brann, el enano, siempre encontraba formas de ponerlos en situaciones imposibles, mientras la elfa —cuyo nombre, Ailwyn apenas lograba recordar— era la que solía mantener la calma en momentos difíciles. Los jóvenes guerreros, en cambio, eran el futuro de la aventura, impetuosos pero con gran potencial.
Sin embargo, conforme la noche avanzaba, Ailwyn se dio cuenta de que su cabeza comenzaba a dar vueltas y su cuerpo, aunque resistente, estaba llegando al límite.
"Tal vez... me excedí un poco", admitió con una sonrisa tonta mientras intentaba ponerse de pie, pero sus piernas no respondieron de la mejor manera.
"Vamos, te llevaré a casa", dijo Varian, poniéndose de pie con naturalidad. Con una mano firme pero amigable, ayudó a Ailwyn a caminar, dejando la taberna detrás mientras las luces del pueblo parpadeaban suavemente bajo el cielo nocturno.
El camino a la panadería no era largo, pero a Ailwyn le pareció interminable debido a la cerveza en su sistema. A cada paso, su mente divagaba entre risas sobre pan y magia, rememorando tiempos que prefería dejar enterrados.
"Debes... venir a probar... mis nuevos panes antes de irte", murmuró, tambaleándose un poco mientras Varian lo guiaba pacientemente.
"Lo haré, no te preocupes. Aunque no puedo prometer nada sobre cuándo volveré por aquí", respondió Varian, claramente entretenido por la situación.
Finalmente, llegaron a la panadería. Varian lo ayudó a entrar y lo dejó acomodado en su silla habitual. "Descansa, Ailwyn. Ya nos veremos mañana."
Ailwyn asintió con una sonrisa borrosa. "Gracias, Varian... eres un buen amigo."
Varian hizo una seña de despedida y salió, dejando que Ailwyn cayera en un sueño tranquilo, con el leve aroma del pan recién horneado aún flotando en el aire.
A la mañana siguiente, los rayos del sol se colaban por las ventanas de la panadería, iluminando el pequeño establecimiento. Ailwyn se despertó con un ligero dolor de cabeza, fruto de la noche anterior, pero nada que un buen desayuno no pudiera solucionar. Se puso a hornear panes con entusiasmo, pues sabía que sería un día importante.
Justo antes del mediodía, la puerta de la panadería se abrió, y el grupo de Varian entró. Varian iba al frente, seguido de la elfa y Brann, el enano, con los dos jóvenes guerreros detrás, quienes observaban los estantes llenos de panes con curiosidad y hambre.
"¡Buenos días, Ailwyn!", saludó Varian con una sonrisa.
Ailwyn les devolvió la sonrisa, contento de verlos. "Buenos días. ¿Listos para partir?"
"Sí, pero antes necesitamos abastecernos para el viaje", explicó Varian. "He oído que tus panes son perfectos para largas travesías."
Ailwyn asintió, ya anticipando la solicitud. "Tengo justo lo que necesitan. Panes de larga duración, perfectos para mantenerse frescos durante días. Además, algunos con hierbas especiales para la resistencia. Si hay algo que aprendí con los años es que un buen pan puede ser la diferencia entre una travesía exitosa y un desastre."
Brann, que ya había echado el ojo a un par de hogazas, agregó en tono jocoso: "Lo que necesitamos es mucho pan. Estos dos", dijo señalando a los jóvenes guerreros, "tienen un estómago insaciable."
Ailwyn rió, recordando cómo Brann había mencionado algo similar la noche anterior en la taberna. "No te preocupes, tengo suficiente para llenar cualquier estómago. Además, haré un descuento por ser mis amigos."
Mientras empacaba los panes, la elfa se acercó, observando con curiosidad. "Ailwyn, ¿alguna vez has considerado dejar la panadería y volver a la magia? He sentido algo especial en ti desde el principio. No pareces un simple panadero."
Ailwyn se detuvo por un segundo, su rostro mostrando una mezcla de emociones. "Hace mucho tiempo fui algo más... pero eso es parte del pasado. Ahora soy feliz siendo panadero. Aunque... a veces me pregunto cómo sería volver a la vida de aventuras."
La elfa asintió, comprendiendo que había más en la historia de Ailwyn de lo que estaba dispuesto a compartir en ese momento. "Si alguna vez decides unirte a nosotros, estoy segura de que Varian no tendría problemas en acogerte en el grupo."
Varian, que escuchó la conversación, se giró hacia Ailwyn con una sonrisa. "Tienes un lugar con nosotros cuando quieras, Ailwyn. Las puertas están abiertas."
Ailwyn terminó de empacar los panes y los entregó al grupo. "Gracias por la oferta, Varian. Quizás algún día... quizás pronto."
El grupo terminó de aprovisionarse, y tras despedirse con amistosas palabras y promesas de volver, salieron de la panadería. Ailwyn los observó mientras se alejaban por el camino, su figura disminuyendo en la distancia. La ciudad volvía a su calma habitual, pero Ailwyn sentía que algo dentro de él había despertado.
Con una mirada pensativa, se quedó frente a su horno, preguntándose si realmente podría dejar su vida tranquila como panadero y aventurarse una vez más. Quizás, pensó, la curiosidad sería lo que lo llevaría a seguirlos. Y si había algo que siempre le había movido, era su inagotable curiosidad por el mundo.
"Supongo que pronto lo sabré", murmuró, antes de volver a enfocarse en sus panes, aunque su mente ya comenzaba a divagar hacia las posibilidades de lo que el futuro le deparaba.
ESTÁS LEYENDO
La Panadería Élfica: Paz en un Mundo de Héroes
FanfictionEn un mundo donde los héroes han dejado su marca y la magia fluye en cada rincón, Ailwyn, un elfo inmortal, ha elegido un camino diferente. Lejos de las batallas y las grandes aventuras, ha abierto una pequeña panadería en un tranquilo pueblo en la...