La dama de los finales más poéticos y cuidadosamente planeados era conocida en todo el universo por un solo nombre: Muerte. Puede que existiesen asesinatos y venganzas de lo más espantosas y sangrientas, de esas que, solo con oírlas, te generan pesadillas por las noches. Pero ninguna se compara, y ninguna se comparará alguna vez, con los frágiles y macabros cuadros realizaba.
Sus lienzos, por otra parte, eran un reflejo de sus ideales, aquellos que mantenía firmes a pesar de todo. Y la razón por la cual las muertes más tortuosas y escalofriantes solo eran "fortuna" para aquellos con un alma en extremo podrida. Después de todo, en comparación con Amor o Sueño, Muerte era la única responsable del último escalón de la existencia.
Ella era Muerte, y vaya que su trabajo le sentaba de maravilla. Hasta que un día, dejó de arrebatar almas para sus cuadros, convirtiéndose en un recuerdo agridulce de una noble justiciera.
Habían pasado ya casi doscientos años desde que Muerte dejó de crear cuadros —y hubieran sido dos siglos completos— si la gobernante no hubiese sucumbido al aburrimiento que la consumía desde hacía ya unas décadas. Por lo que, decidiéndose, comenzó los preparativos necesarios para volver. Y ya tenía un plan para esa misma noche.
—Nunca imaginé que diría esto, pero estoy aburrida de no hacer nada. Todo esto es como tener vacaciones eternas dentro de una gran jaula, y eso me está hartando —separó sus heladas manos de su somnoliento rostro, mientras que, con curiosidad, cuestionó a su emisario favorito—. Dime, ¿tú extrañas trabajar?
—Majestad, le recuerdo que yo no he trabajado en ese tipo de misiones desde que llegué aquí. Además, si me permite decirlo, encuentro que su falta de tranquilidad podría ser resultado del estrés, el cual podría estar relacionado con su ausencia en el trabajo —habló tan fuerte y tan fluido que cualquiera hubiera creído que ya tenía el discurso preparado desde semanas—. Pero... Majestad; si tanto extraña trabajar en el mundo de los vivos, ¿por qué no vuelve?
Esa fue la gota que derramó la copa. Pues ella solo esperaba cualquier excusa para volver.
—¿Qué? —respondió con una indignación superficial tan evidente que no le dejó otra alternativa a su emisario más que seguirle el juego.
—Sí, usted siempre ha sido una excelente cazadora. El volver sería...
—Podrías tener razón —interrumpió con ese tono entusiasta que la caracterizaba—. He estado aquí demasiado tiempo, ¿verdad? Ya no quiero estar aquí. Este castillo va a acabar con la poca cordura que me queda.
De pronto, todo rastro de aburrimiento se esfumó. Aquellos ojos cansados se transformaron en dos ocasos radiantes y, en cuestión de segundos, la reina que —hace una hora— se encontraba durmiendo en su trono había desaparecido, dejando solo a una monarca entusiasta y desafiante, lista para volver a la caza.
Así pues, caminó por los vacíos pasillos a pequeños saltos de emoción. Los agitados golpes de sus zapatos resonaban hasta el jardín, y el aroma de las flores la inundaba completamente. Había llegado a su habitación favorita, y la que presentaba mayor ilógica en el inframundo ¿Flores vivas en el mundo de los muertos?
Si, la reina del inframundo y gobernante de todo ser sin aliento de vida tenía cierto gusto por las flores. Según ella: eran los únicos seres vivos que no se asustaban con su presencia.
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Último cumpleaños, esta vez es de verdad
FantasiaLa muerte está aburrida, han pasado siglos desde que no trabaja, así que esta vez volverá de la manera más reconfortante. Y para su primera víctima elegirá a uno de los músicos más prodigiosos de la nación. Sin embargo, quedó mas que sorprendida al...