𝒞apítulo dos.

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Sadie se ocultó bajo sus grandes mantas. El sonido del plato de plástico cayendo sobre la alfombra apenas llegó a sus oídos. Entre los pequeños agujeros que dejó al ajustar el colchón y las mantas, pudo ver la luz filtrándose en la habitación. Sin embargo, una sombra interrumpía su vista, obligándola a entrecerrar los ojos mientras intentaba identificar a su visitante.

— Sadie. —la voz inconfundible de su mejor amiga rompió el silencio. El cuerpo de la joven se tensó en ese mismo instante. Había pasado tanto tiempo ignorándola que no esperaba escucharla ahora. No había respondido a mensajes ni llamadas, y esa culpa silenciosa la carcomía. Vio cómo Emily se arrodillaba junto a la cama y, con una suavidad que casi dolía, levantaba la manta—. Hola.

No le respondió, solo la observó con los ojos entrecerrados.

— He estado preocupada por ti. —la voz de Emily tembló ligeramente, aun así se le oía sincera. Cada una de sus palabras atravesaban la coraza que Sadie había intentando construir todo ese tiempo. El dolor en su pecho se hacía más palpable con cada segundo que transcurría en silencio. El saber que su ausencia había causado preocupación le producía una angustia difícil de explicar.

— Lo siento. —murmuró finalmente, la culpa saliendo en forma de susurro.

— No tienes porqué lamentarte. —le murmuró con una ternura que Sadie siempre había asociado con ella. Emily era puro amor, siempre lo había sido. Incluso en los momentos más difíciles, nunca le dio un trato áspero. Y ahora, inclusive con la poca luz que entraba en la habitación, pudo ver el brillo por medio de las lágrimas acumulándose en los ojos azulados—. Sadie, te extraño tanto. No eres la misma. Y sin ti... nada lo es.

Apartó la mirada, sintiéndose incapaz de sostener el dolor en la mirada de su amiga. Su desaparición no fue algo intencional, pero el peso de sus propios pensamientos le había aplastado tanto que se sentía imposible salir al exterior. Sin embargo, el escucharla, sentir su preocupación genuina, le hacía darse de lo lejos que se había hundido.

— ¿Me extrañas? —la pregunta salió temblorosa, una oleada de vergüenza la envolvió en cuanto las palabras abandonaron sus labios. El rubor creció rápidamente en sus mejillas pecosas, tiñéndolas de un rojo suave. No había querido que su vulnerabilidad fuese visible, pero no podía evitarlo. Sentir que alguien la extrañaba hacía tanto que no escuchaba esas palabras dirigidas a ella. La mezcla de tristeza y sorpresa la asfixiaban, arrancándole un sollozo sonoro.

— Más de lo que podrías creer.

— No sé qué decir.

Aún de rodillas, buscó la mano de Sadie para tomarle entre las suyas, cálida y firme. La sostuvo como si el simple contacto pudiera mantenerla anclada a la realidad.

— No tienes que decir nada. Solo quiero que sepas que estoy aquí, pase lo que pase. No me importa lo que estés atravesando, no tienes que enfrentarlo sola siempre. No voy a dejar que te hundas en esto. —su voz sonaba decidida, pero temblaba un poco al final, como si Emily también luchara contra sus propios miedos—. Solo... no me alejes. No puedo ayudarte si no me permites estar contigo. 

— No puedo. —repitió, su voz un hilo apenas audible, quebrada por la tristeza.

— ¿Tú no puedes o tu mente no te permite que puedas?

Sadie permaneció en silencio, lidiando con sus pensamientos hasta que la voz de la contraria volvió a romper la tensión.

— No estás sola, y nunca lo estarás. Siempre me tendrás aquí para ti, te daré el soporte que necesites para dar cada paso.

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⏰ Last updated: Oct 11 ⏰

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