1.Un día con el pie izquierdo

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Royal Woods ya no era ese pequeño y polvoriento lugar de paso que muchos solían ignorar. En cuestión de años el pueblo se había transformado. Calles que alguna vez fueron vacías ahora bullían de vida, con nuevas casas surgiendo por doquier y oficinas de empresas que veían potencial donde antes solo había tierra estéril. Entre esas empresas, una en particular destacaba, una compañía privada de publicidad. Aunque para algunos esto podría sonar trivial, esas compañías existían para alimentar una necesidad que crecía día a día. Habían pasado años desde la última vez que un chico de cabello blanco cruzó las puertas de su antiguo hogar en Royal Woods, pero esa es otra historia. Hoy, la atención estaba en alguien más.

Lucy Karie Loud, a sus 35 años despertaba en su casa a las afueras de la ciudad. Su cabello negro lacio estaba desparramado sobre la almohada mientras ella luchaba por abrir los ojos. Aunque su vida había cambiado considerablemente desde su adolescencia gótica, aún mantenía ciertos vestigios de esos días oscuros. Su casa pintada de gris y negro, reflejaba una parte de ella que nunca terminó de abandonar. Era temprano y a pesar de que era su día libre, su despertador no había tenido piedad. El irritante sonido la sacó de un sueño profundo, y aunque intentó ignorarlo, finalmente cedió, estirando el brazo con pereza para apagarlo.

—¡Mierda! —murmuró con voz adormilada—. Olvidé apagar la maldita alarma.

Se revolvió entre las sábanas por un momento, antes de rendirse. Sabía que no podría volver a dormir. Suspiró, resignada y se levantó. A pesar de que la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas, Lucy ya estaba en pie, con su camiseta blanca y bragas moradas. Tomó su teléfono, revisando las notificaciones. Como de costumbre solo había un par de noticias irrelevantes. Su vida social era prácticamente inexistente, pero a Lucy no le importaba mucho. Se había acostumbrado a la soledad.

Caminó hasta la cocina mientras se rascaba el trasero, algo que hacía inconscientemente cada mañana. Abrió la nevera y sacó un vaso de jugo de mango, lo cual era una especie de ritual para ella. Se hizo una cola de caballo mientras preparaba algo que apenas podía llamarse desayuno, eran simples tostadas con crema de avellana. No era lo más nutritivo, pero era suficiente.

Decidió salir a hacer las compras rápidamente. No quería perder su día libre en tareas mundanas, así que se vistió de forma casual, subió a su auto y encendió la radio. Mientras las melodías llenaban el pequeño espacio, Lucy sintió una fugaz sensación de paz. Era un raro momento en el que se permitía relajarse, aunque esa tranquilidad nunca duraba mucho.

Llegó al supermercado antes de que la mayoría de la gente hubiera siquiera empezado su día. Apenas eran las 8 de la mañana, y el lugar estaba casi vacío. Mientras caminaba entre los pasillos, sus pensamientos divagaban, como solían hacer. Observó una oferta de cervezas 2x1". Se detuvo un momento, reflexionando.

—¡Sí! —exclamó para sí misma—. Al menos puedo ahorrar un poco cavando mi propia tumba.

Con una ligera sonrisa en el rostro, tomó dos packs de cervezas y se dirigió a la caja. Era un día extraño, de esos en los que te sientes un poco más ligera, un poco más despreocupada, pero esa sensación no duraría.

Al salir del supermercado y dirigirse a su auto, algo no estaba bien. La vio desde lejos: su pequeño coche compacto, negro y modesto, estaba rodeado de personas. Lucy apresuró el paso, con el estómago hecho un nudo.

—¿Qué rayos sucede? —murmuró, mientras sus pasos se hacían más rápidos.

Cuando llegó, su corazón se hundió. La cajuela de su coche estaba destrozada. El cristal trasero roto. En el parabrisas, una pequeña nota colgaba, flotando en el aire, como una burla. La tomó con manos temblorosas y la leyó en voz alta.

Solos Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora