Cuando desperté mi cuerpo aún temblaba, pero el calor que había sentido antes era menos abrasador. Abri los ojos lentamente, encontrándome en una habitación que no reconocía, lujosa y completamente diferente a mi sencillo hogar. Los rayos del sol apenas comenzaban a colarse por las cortinas gruesas que cubrían ventanas. Por un segundo, me sentí desconcertado, per luego los recuerdos de la noche anterior comenzaron a regresar.
Ren.
La sola mención de su nombre en mi mente hizo que mi corazón latiera rápidamente. Me incorporé en la cama con torpeza, sintiendo la incomodidad en mi cuerpo, y fue entonces cuando me di cuenta: aún estaba bajo el efecto de mi primer celo. Mi piel estaba sensible al menor roce de las sabanas, y aunque no tan intenso como la noche anterior, el calor aún ardia en mi vientre.
Me llevé una mano a la frente, intentado pensar con claridad, pero cada intento parecía ahogarse en el eco del aroma a sándalo que, incluso ahora, persistía en la habitacion.
Escuché el sonido de la puerta abriéndose, y mi corazón dio un vuelco. Al girar la cabeza, lo vi. Ren alto e imponente, llenaba la puerta con su presencia. Se acercó lentamente, sus ojos negros nunca dejaron los mios. Me senti pequeño, indefenso, y la mezcla de miedo y una necesidad primitiva se arremolinaban en mi pecho.
— Despertaste. — dijo con su profunda voz. No sonaba como una pregunta, sino como una simple declaración.
No pude decir nada, mis palabras se quedaron atrapados en mi garganta. Todo lo que podia hacer era observarlo mientras se acercaba más, deteniéndose al borde de la cama.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó, pero no hubo gentileza en su tono, solo una curiosidad distante.
Intenté apartar la mirada, incapaz de soportar su intensidad, pero me era imposible. Sus ojos oscuros parecían leer cada pensamiento que pasaba por mi mente. Me aclaré la garganta, intentando encontrar mi voz.
— Yo... necesito irme. — murmuré finalmente, mi voz quebrándose ligeramente.
Ren no respondió de inmediato. Su mirada recorrió mi rostro, evaluándome, y sentí que el calor en mi cuerpo se intensificaba nuevamente. Mi respiración comenzó a acelerarse. Estaba desesperado por huir, por escapar de esa situación, pero al mismo tiempo, una parte de mi, enterrada profundamente en mis instinto, no queria moverse. No podia ignorar lo que mi cuerpo me pedia, incluso si mi mente gritaba en contra.
— No estás en condiciones de irte a ningún lado. — dijo finalmente, con una determinación fría.
Intenté levantarme de la cama, pero mis piernas cedieron bajo el peso de mi propio cuerpo, haciéndome caer de rodillas al suelo. Ren se inclinó, tomándome por los brazos para sostenerme. Su toque, firme y posesivo, hizo que mi corazón latiera con fuerza. El aroma a sándalo me envolvió de nuevo, y luche por mantener la claridad.
— Esto no puede estar sucediendo — susurré, casi sin darme cuenta de que lo decía en voz alta.
Ren no respondió. Me levantó con facilidad y me volvió a acostar en la cama. La confusión, el miedo y la creciente atracción hacia él me estaba volviendo loco. No queria estar ahí, no quería sentir esto, pero mi cuerpo estaba fuera de mi control.
— Solo... dejame ir. — susurré, con la esperanza de que entendiera mi angustia.
Por un momento, pense que lo haria. Vi algo pasar por sus ojos, pero en lugar de soltarme, Ren se inclinó más cerca, hasta que su rostro estuvo a solo unos centímetros del mío.
— No voy a dejarte ir, Omega — dijo, con una frialdad que me corto el aliento —. No mientras estés en este estado. No mientras me necesites.