capítulo I

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Naina era la atracción principal aquella noche, era el objeto de deseo de las mentes depravadas que la observaban bailar, no importaba si ella podía tener la edad de la hija de uno de ellos, sólo importaba el placer que obtenían al verla moverse lascivamente para ellos y lo que ella podría proporcionarles por ahora únicamente en su imaginación.

El esbelto cuerpo de Naina se movía sensualmente al ritmo de la melodía, su rostro no tenía un atisbo de sonrisa, eso la volvía más misteriosa. Su peculiar cabello rizado, su piel brillante de la matiz del ébano y con unos ojos de un tono verde único que no permitían descifrar sus pensamientos, la volvían aún más llamativa. Pues la combinación de sus características era algo nunca antes visto en aquellas zonas.

“Una belleza exótica”, así la describía su amo Ammat, quien era dueño del burdel y la ofrecía como mercancía a sus codiciosos clientes.

— Esta noche atenderás al señor Rajiv — Le dijo Ammat a Naina cuando ésta había terminado su espectáculo.

La felicidad de Ammat no podía esconderse.

— No creo que esta noche pueda hacerlo — se negó Naina con una voz serena.

— ¿Acaso pregunté tu opinión? — preguntó Ammat agarrando con fuerza el brazo de ella — me estás haciendo ganar mucho dinero, no vas a echar todo a perder ahora.

— Está bien — susurró Naina cabizbaja.
Sin poder negarse, es conducida por uno de los lacayos de su amo a la habitación asignada.

— Que te diviertas — Le susurró el hombre entre risas entretanto que la empujaba con rabia al interior del cuarto.

Ya dentro de la habitación, la actitud de Naina no cambia, estaba acostumbrada a que la forzaran y a los malos tratos.

— ¡Qué bellos ojos tienes! — exclamó el hombre en la habitación asombrado nada más verla entrar.

Naina se fijó en que el hombre en la habitación era incluso mucho mayor que el dueño del burdel y no pudo evitar sentir náuseas.

El hombre cegado por la pasión la tomó de la mano de ella con fuerza y comenzó a besarla, admirando con gran morbo el contraste entre el pálido brazo con el que la agarraba y la piel oscura de su presa.

— Por fin esta noche serás mía, pagué tanto por ti… — afirmaba mientras llenaba de sus babas el rostro y el cuello de la joven hasta que en un impulso la lanzó sobre la cama.
Naina cayó sentada en el borde de la cama y lentamente empezó a arrastrarse hacia atrás sobre las sábanas llamando su atención.

— Me gusta que seas tan provocativa — susurró lamiéndose los labios lascivamente hasta que se dio cuenta de algo que le hizo alejarse y apartar la vista del asco — ¿Qué es esto? ¿Pretendes que este contigo para mezclarme con tu impureza? ¡Repugnante!

El hombre enfadado y plenamente ofendido salió de la habitación dando un portazo provocando una pequeña sonrisa en la joven mientras miraba con satisfacción la mancha roja que había dejado sobre las sábanas al arrastrarse.

Momentos después entró Ammat con una mirada de completa desaprobación hacia la mujer.

— Traté de avisarte — alegó Naina.

— Llévatela de aquí — ordenó Ammat a su lacayo.

— Amo, ¿después de hacerlo quedar mal ante uno de sus clientes más valiosos no merece unos latigazos? — sugirió el lacayo.

La esclava de ojos claros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora