El amanecer en Castle Falls trajo consigo un sol que asomaba con rayos limpios y anaranjados, una visión que hacía tiempo no se veía. Sin embargo, para muchos habitantes, el sol seguía sin aparecer, la muerte de Samuel hizo que los vecinos temieron por sus vidas como nunca antes les había pasado, la mayoría de ellos vivían en las oscuras tinieblas del miedo, envueltos en la espesa niebla del temor y la fría verdad del dolor, un aura de terror paseaba a sus anchas por las calles donde los vecinos solían convivir tranquilos y felices.
Aquel día, como cada sábado Alice y Arlo habian pasado la noche con la abuela Isabella, en los día de diario la cuidadora Sara se encargaba de ella, pero los viernes y sabados eran ellos dos los que se encarban de su cuidado.
—Abu, el cafe esta listo, ¿donde dejó Sara las medicinas?
Su padre le respodía desde la cocina, preparando los huevos con bacon que tanto le gustaba desayunar a Alice.
—¡Estan en el segundo cajón de al lado del microondas! DONDE SIEMPRE.
Alice abrio el cajón, y ahí estaban, miraba a su abuela, pensando si ella le había visto minutos antes, donde igual que en ese momento abrió el cajón y no estaban, pero como por arte de magia aparecieron.
—ES VERDAD PAPA, estan aquí.
—Lici, mi nieta querida.
La abuela Isabella acariciaba a su nieta con ternura, mirando como una niña mira a un cachorro.
—Abu, no soy una mascota, no me acaricies así.
—Perdón querida mia, por un momento pensé que eras mi vieja amiga Lusilda.
—Abu, Lusilda murió hace dos años.
—Lo se, lo se, pero mi mente me la ha traído por un momento —Lusilda era una cocker color cafe de pelo rizado, Isabella la adoptó cuando Alice tenía cuatro años, ambas se hicieron muy amigas, pero Lusil enfermo y tuvieron que sedarla, Alice lloró durante dos semanas enteras, desde entonces la abuela empezó a caer en su demencia— perdoname por confundirte con ella, las dos teneis ese pelo rizado y oscuro, recuerdo que cuando la vi me recordó a ti.
—Sí abuela, me lo contaste cuando era más pequeña, fue muy triste que muriera así.
—Estaba enferma, como yo.
Señalaba las pastillas, viendo como su inocente nieta las separaba por orden delante de su vaso de cafe.
—No estas enferma como ella abuela, estas pastillas te hacen sentir mejor, y al contrario de Lusilda, tu si tienes solución.
—No lo creas querida mia, hasta que la magia no vuelva no podre recordar bien quien soy.
—Pero la magia no existe.
—OH. Es cierto, ves lo que te digo. Se me va la cabeza.
Alice se quedaba observando a su pobre abuela, cómo se iba tragando las pastillas con dificultad, como por su mente pasaba el miedo de no tenerla, por su edad aún le quedaban años, pero su enfermedad la hacía ver débil, como si en cualquier momento su vida pudiera alejarse de ella.
ESTÁS LEYENDO
Sangre a medianoche
VampireEn el tranquilo y apartado pueblo de Castle Falls, la vida transcurría sin sobresaltos, rodeada por imponentes montañas y un espeso bosque que lo mantenía aislado del resto del mundo. Los habitantes vivían en una aparente calma, donde nunca pasaba n...