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El viento chocaba contra los vidrios haciendo un ruido escandaloso en el castillo. La tormenta era muy fuerte, pero no le quedaba otra opción que irse bajo esos rayos que podrían matarlo en cualquier momento.
—Dami, no tienes que irte, puedes quedarte y hacer galletas de chocolate y leche conmigo —habló un hombre alto, de cabello negro, con ojos negros con un toque de marrón, suplicando que se quedara. Su piel era muy blanca, como si estuviera muerto.
—Papá, ya habíamos hablado de esto hace días, no puedo quedarme y lo sabes —respondió un chico bajo, igual al mayor, solo que sus ojos eran verdes con una mezcla de marrón y azul. Miraba al más alto con tristeza y ternura.
—¡Ush! Es verdad, tienes que ir a buscar a ese niño de tus sueños. Por todos los muertos, ¿acaso no pudiste soñar con ponis o delfines voladores en vez de ese niño que te hace salir de los brazos de tu hermoso padre? —soltó frunciendo los labios y el entrecejo como un niño pequeño.
—Papá, prometo volver lo más pronto posible, ¿sí? Pero por el momento tendré que irme, y por favor no hagas nada malo porque se lo contaré a la tía —remarcó lo último con voz juguetona mientras le sonreía burlonamente.
—Por favor, Dami, soy un pan de dioses, ¿por quién me tomas? ¿Yo hacer algo malo? Me ofendes, hijo mío. Y espera, ¡ni se te ocurra llamar a esa loca! Me mandaría a limpiar estiércol de dragón, ¡es una loca! —su voz sonaba asustada, como si esa mujer lo intimidara con solo una mirada.
—Papá, te recuerdo la vez que casi mandas al Tártaro a todo un pueblo porque no tenían galletas de chocolate. No me digas que el gran Hades, dios del inframundo y de los muertos, ¿le tiene miedo a una simple mortal? —la risa del más bajo resonó por todo el castillo.
—¡Damian! ¡Eran galletas de chocolate! ¿Cómo era posible que no tuvieran esas delicias? Están mal. La próxima vez los torturaré a todos. ¿Yo, tenerle miedo a una simple mortal? ¡Pff! Obvio que no. Esa mujer no es una simple mortal, tiene sangre de dragón y un maldito dragón de casi 30 metros —exclamó aterrado.
—Sin duda eres Hades por algo, papá, pero... —una gran carcajada salió de su garganta-. Lo sabía, eres un miedoso.
—Y con orgullo, hijo —su voz sonó egocéntrica—. Oye, niño, no te pases o un mes sin tener esclavos muertos.
—Mejor me voy retirando antes de que me des dos meses —bromeó con un toque de miedo. Sería su perdición sin esclavos muertos, ¿a quién le haría bromas?
—Hijo, por nada del mundo confíes en un dios, excepto en Loki. Es un idiota, pero en el fondo es bueno. Tampoco confíes en nadie, solo en los que te demuestren que son de fiar. Y por lo que más quieras, no te acerques a Luke Castellan; su vibra es rara, no dejes que se acerque a ti —su voz sonaba ronca mientras su entrecejo se fruncía al nombrar a aquel chico.
—Lo sé, papá, te haré caso en todo lo que acabas de decir, te lo prometo -sus ojos se cristalizaron—. Te extrañaré muchísimo.
El más bajo se lanzó al más alto y lo abrazó fuertemente, como si fuera el último abrazo que se darían.
—Yo también te extrañaré muchísimo. Ahora ve y salva a esos niños. Te amo, hijo —su mirada era dulce.
Los dos caminaron hasta la puerta del gran castillo. La lluvia seguía; cada vez caían más rayos, y el viento era frío, tanto que calaba los huesos. El de ojos claros caminó hacia afuera, empapándose completamente, y miró a su padre por última vez antes de gritarle:
—¡Te amo, papá! Volveré en menos de lo que esperas.
Antes de subirse a Arrax, le gritó un par de palabras en alto valyrio para tranquilizarlo por la fuerte tormenta. Tomó montura rápidamente, mientras miraba hacia su padre hasta que lo perdió de vista. Sería un largo viaje hasta el Campamento Mestizo.
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¡Hola, tanto tiempo! 🙂💕 SJSJS. No me gustaron los separadores.