PRÓLOGO

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Abraham

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Abraham

La música me sofocó nada más pasar la puerta de entrada. Y mi cuerpo se vió envuelto en una marea que me arrastraba por toda la sala.

Aguanté la respiración alejando el apestoso olor a sudor que se impregnaba poco a poco en mi ropa.

Resoplé con fuerza cuando logré abrirme paso entre tantas personas, hasta llegar a un claro junto a la barra.

Mis ojos recorrieron todo el lugar.

La puerta por la que había entrado estaba frente a mi, obviamente tras el rió de personas, había unas cuantas escaleras que parecían dar a un escenario donde se podía apreciar un poco de movimiento y una barra que surcaba toda la pared derecha del local.

Me acomodé la chaqueta con seguridad y a pasos firmes me acerqué al bartender, dando gracias por haberme puesto la capucha de la sudadera antes de entrar.

La mujer pelirroja que estaba tras el mostrador me observó con insistencia hasta que habló rompiendo la tensión entre ambos.

— ¿Qué puedo servirle, caballero? — ¿la verdad? Me daba igual que me pusiera para beber con tal de olvidar al estupido de Joss y sus inútiles acciones.

Pero sabiendo que, probablemente, la muchacha no podía leerme la mente llevé a palabras lo que mi mente ya había dicho.

— Ponme un vaso de whiskey — los ojos de la mujer trataron de ocultar su sorpresa ante mi "gran e inesperada petición", que se me note el sarcasmo por favor. Sin embargo, no dijo nada al respecto, solamente me sirvió un vaso a rebosar de, lo que yo llamo, el oro líquido.

Saqué unos billetes del bolsillo trasero de mi pantalón y me di la vuelta, ignorando las llamadas de la pelirroja debido a la exorbita cantidad de dinero que había dejado como "propina".

Aburrido por el cargado ambiente que me rodeaba baje lentamente por las escaleras. Mi mano derecha rozaba la barandilla negra que había a mi vera y por segunda vez, mi mirada recorrió todo lo que tenía a su alcance.

Cartas en una servilletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora