El sonido del despertador me arrancó de un sueño intranquilo. Me incorporé lentamente, sintiendo el peso del mensaje de mi madre como una losa sobre mi pecho. Había dormido poco y mal, dándole vueltas a esas pocas palabras que amenazaban con alterar el delicado equilibrio que había conseguido en los últimos meses.
"Marian, te necesitamos. Debemos hablar."
Esas palabras resonaban en mi mente, un eco persistente que se negaba a desvanecerse. Miré el reloj 6:30 AM. Suspiré profundamente, sabiendo que no podría volver a dormir aunque lo intentara. Con un esfuerzo, me levanté y me dirigí al baño, esperando que una ducha fría despejara mi mente.
El agua helada sobre mi piel logró, al menos momentáneamente, alejar los pensamientos sobre el mensaje. Me concentré en la sensación física, en el contraste entre el frío del agua y el calor de mi cuerpo. Cuando salí de la ducha, me sentía un poco más preparada para enfrentar el día.
Me vestí con unos jeans y una camiseta cómoda, consciente de que hoy empezaríamos a preparar las cosas para nuestro viaje de fin de semana. Mientras me cepillaba el pelo frente al espejo, no pude evitar que mi mente volviera al mensaje. ¿Qué habría pasado? ¿Por qué me necesitaban ahora, después de meses de silencio?
Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. Hoy no. Hoy era un día para mis amigos, para Gadiel, para planear nuestra escapada. Los problemas familiares podían esperar un poco más.
Salí de mi habitación y me dirigí a la cocina, donde ya estaban Lía y Joey preparando el desayuno. El aroma del café recién hecho y las tostadas llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora que contrastaba con mi inquietud interna.
-¡Buenos días, Marian! -saludó Lía alegremente, mientras batía unos huevos en un tazón-. ¿Cómo has dormido?
-Buenos días -respondí, forzando una sonrisa-. He dormido... bien, gracias.
Joey, que estaba frente a la cafetera, me lanzó una mirada escéptica.
-¿Segura? Tienes cara de haber pasado la noche peleando con tus pensamientos.
Dejé escapar una pequeña risa. Joey siempre había sido muy perceptivo.
-Tan obvio, ¿eh? -dije, sentándome en uno de los taburetes de la barra de la cocina-. Supongo que estoy un poco nerviosa por el viaje.
No era del todo mentira, pero tampoco era toda la verdad. Sin embargo, no quería preocuparlos, no ahora que estábamos a punto de irnos de viaje.
-Oh, vamos -dijo Lía, vertiendo los huevos batidos en una sartén caliente-. Va a ser genial. Un fin de semana lejos de todo, solo nosotros cuatro en las montañas. ¿Qué podría salir mal?
-Con nuestra suerte, probablemente todo -bromeó Joey, ganándose un golpe juguetón de Lía con la espátula.
En ese momento, Gadiel entró en la cocina, con el pelo revuelto y una sonrisa adormilada. Se acercó a mí y me dio el beso diario en la mejilla.
-Buenos días, dormilona -dijo, su voz aún ronca por el sueño.
Intenté devolverle la sonrisa, pero algo en mi expresión debió delatarme, porque frunció el ceño ligeramente.
-¿Todo bien? -preguntó en voz baja, solo para mis oídos.
Asentí levemente, no queriendo arruinar el buen humor del grupo con mis preocupaciones. "Después", articulé en silencio, y él asintió, respetando mi decisión.
-Entonces, ¿cuál es el plan para hoy? -preguntó Gadiel en voz alta, dirigiéndose a todos.
-Bueno -comenzó Joey, sirviéndonos a todos una taza de café-, pensé que podríamos empezar a empacar después del desayuno. Luego podríamos ir a hacer algunas compras para el viaje. Necesitamos comida, bebidas, tal vez algunas cosas para las actividades que queramos hacer allá.
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Sólo vives en mi mundo
RomanceMarian Ríos, una joven recién graduada, se embarca en una nueva vida universitaria lejos de casa, lo que comienza como un intento de escapar de su burbuja protegida por sus padres sobreprotectores, se transforma en un viaje de autodescubrimiento. En...