Capitulo XIV

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<><>>Flashback<<><>

-Han sido los días más maravillosos de mi vida, Palomino.

Letizia conversaba alegremente con el caballo. Después de haber pasado la mañana entera y gran parte de la tarde en el campo, ella misma se había encargado de regresarlo al establo. No tenía ánimos de pelear con Jaime. Los recuerdos de los días pasados a lado de Felipe seguían vivos en su mente.

-Me dijo que me ama.- le confesó al animal con una sonrisa radiante plasmada en su rostro.-Seguramente no volverá a repetirlo, pero si lo dijo debe ser porque realmente lo siente.-continuó- Yo lo quiero mucho. Al principio, cuando lo conocí me molestaba un poco lo seguro que se mostraba ante mí. El estaba convencido que yo caería rendida a sus pies.-Letizia tomó una pausa, acariciando al caballo y riendo levemente.- Y no se equivocó.-confesó.- Es guapo, elegante, caballeroso y su voz, su aroma, todo en él me atrae. Es el hombre ideal.

-Ese hombre del que hablas...

La había estado escuchando. Sigilosamente se había acercado hasta quedar detrás de ella y Letizia no se había dado cuenta hasta escuchar su voz y sentirlo rodearla con sus brazos.

-¿Tiene nombre?- preguntó Felipe en un susurro contra el oído de ella.

-Felipe.- respondió ella sonriendo y dejándose envolver por sus brazos.- ¿Qué haces aquí?- preguntó Letizia, girando para mirarlo de frente.

-Te extrañé.- dijo Felipe, encaminándose con ella hacia un rincón del lugar.- Ya sé que me pediste que no viniera más, pero necesito estar contigo.

-Ahora no.- protestó ella pero sin ofrecer resistencia cuando él la recostó sobre la paja.-Alguien puede vernos.

-Eso resulta mucho más excitante.- respondió él, deshaciéndose del saco y su sonrisa perversa hipnotizándola por completo.

-Te quiero.- confesó Letizia al fin, sonriendo ante la clara invitación con urgencia y lo besó.

Felipe correspondió al beso, situando su cuerpo entre las piernas de Letizia, ambos aun vestidos. Ella sentía el endurecido miembro presionando entre sus piernas. Una sensación sumamente placentera y aumentando su deseo de más. Letizia gimió, entreabriendo sus labios para él. Felipe introdujo su lengua en la boca de ella, sus manos tocando el cuerpo femenino a su antojo. Estrujando sus senos mientras se restregaba contra ella con un lento y sensual movimiento de caderas. Ambos estaban muy agitados, sus ropas comenzaban a estorbarles, Letizia llevó sus manos al cinturón de Felipe y se deshizo de él. Los besos que recibía sobre su cuello por parte de él, la enloquecían, disfrutaba de sus susurros, su barba propinándole leves caricias sobre su piel. Lo liberó al deshacer su bragueta. Felipe se retiró un poco, arrodillado ante ella la invitó a hacer lo mismo. La beso, tomando su boca bruscamente mientras con sus manos tiraba de los pantalones de Letizia hacia abajo. La giró entre sus brazos, pegando la espalda delicada y suave contra su pecho firme y ancho. Ella sentía el abultamiento de Felipe presionando contra su espalda baja. La inclinó hacia adelante, obligándola a plasmar ambas manos sobre la paja. Felipe le apartó las piernas lo más que pudo y arrodillado detrás de ella, la embistió. Ambos gimieron, Letizia retorciéndose de placer ante la invasión. El se inclinó hacia adelante, amoldando su cuerpo al de Letizia, y le cubrió la boca con una mano antes de comenzar a moverse dentro y fuera de ella. Sus respiraciones agitadas, gemidos ahogados y sus cuerpos estrellándose al entrar en contacto eran los únicos sonidos que invadían el lugar.
Letizia no podía más, Felipe arremetió contra ella al sentirla vibrar bajo sus caricias, su posesión. Sus músculos internos se cerraron entorno a él, estrujándolo mientras su cuerpo entero convulsionaba al llegar a la cima del placer. Segundos después, Felipe se desplomó sobre ella. Enterrado profundamente en su interior, disfrutaba de su exquisita liberación.

La mujer que yo robé (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora