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Las gotas de lluvia seguían resonando en la habitación, cada una de ellas marcando un ritmo casi hipnótico mientras caían sobre el tejado. La tenue luz de la lámpara iluminaba el rostro de Seokjin, sus facciones suaves y cansadas, con un leve rubor en las mejillas aún visibles. Namjoon, arrodillado a su lado, ya había terminado de enjabonar el cuerpo de Seokjin y ahora lo ayudaba a secarse, con movimientos lentos y cuidadosos, casi ceremoniales.

—¿Así está bien? —preguntó Namjoon en voz baja, mientras envolvía los hombros de Seokjin con una toalla cálida.

Seokjin asintió, sus párpados pesados y su mirada perdida en algún punto indefinido. El toque de Namjoon, delicado y firme, siempre había sido su refugio, pero las emociones en su pecho seguían agitándose como las gotas de lluvia que caían sin tregua.

Namjoon lo observó unos segundos antes de hablar de nuevo, inclinándose para ayudarlo a ponerse una camisa de dormir de algodón que le llegaba casi hasta las rodillas. Cada movimiento era meticuloso, cargado de una devoción palpable.

—Gracias —murmuró Seokjin, levantando los brazos con cierta torpeza para que su novio pudiera pasar la prenda por su cabeza—. Ya me siento más tranquilo —agregó, casi como una afirmación para sí mismo.

Namjoon terminó de ajustar los botones y acarició con el pulgar la tela sobre su clavícula, sintiendo la fragilidad en los huesos de Seokjin y el peso invisible que cargaba.

—Me alegra mucho escuchar que ya te encuentras mejor, Jin —respondió Namjoon con una sonrisa apacible, un brillo cálido en sus ojos oscuros.

Seokjin lo miró con un amago de sonrisa, agradecido por el espacio que Namjoon siempre le daba para ser él mismo. Pero la paz nunca duraba mucho; en su mente, los pensamientos se agolpaban, confundiéndose en una maraña de dudas y miedos. Se mordió el labio inferior, inseguro, mientras observaba cómo Namjoon recogía la toalla y se preparaba para salir del cuarto.

—¿Te bañarás? —preguntó Seokjin, casi sin pensar, con la voz ligeramente temblorosa.

Namjoon se giró hacia él, percibiendo la preocupación que se colaba en sus palabras.

—Lo haré cuando ya estés dormido, si así lo prefieres —respondió con suavidad, buscando no inquietarlo.

Seokjin asintió, pero sus manos comenzaron a temblar ligeramente, como siempre sucedía cuando su mente entraba en un torbellino de pensamientos. Las palabras se acumulaban en su garganta, sin encontrar un camino claro hacia afuera. Había algo que deseaba pedir, pero el temor lo hacía dudar, lo hacía temer que hablar podría alterar esa frágil calma que habían construido.

Namjoon se dio cuenta de su estado de inquietud y se acercó de nuevo, arrodillándose frente a él. Puso una mano sobre la de Seokjin, intentando anclarlo a la realidad.

—Mi amor... —lo llamó con un tono tan dulce como firme, rompiendo el silencio que amenazaba con devorarlo.

Seokjin levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de desconcierto y miedo.

—Lo siento —dijo de manera automática, como un reflejo condicionado de la ansiedad.

Namjoon negó suavemente con la cabeza, su ceño fruncido en una expresión de preocupación genuina.

—No tienes que pedirme perdón, Jin. ¿Pasó algo? ¿Dije algo que te molestó? —sus palabras fueron cuidadosas, pero Seokjin podía ver la duda en esos ojos que tanto amaba, y se sintió aún más pequeño, aún más indigno.

Soltó un gran suspiro, intentando estabilizar su respiración. Sabía que Namjoon merecía algo mejor que su silencio, y las emociones reprimidas comenzaron a arremolinarse, buscando salida. Cerró los ojos unos segundos, tomando la mano de Namjoon, sus dedos entrelazándose en un gesto de desesperación y esperanza.

Quédate - NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora