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Sunghoon se siente extrañamente cómodo mientras observa a Jake moverse por el pequeño espacio de su negocio

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Sunghoon se siente extrañamente cómodo mientras observa a Jake moverse por el pequeño espacio de su negocio.

Cada movimiento del chico parece estar perfectamente calculado, pero al mismo tiempo, tiene una naturalidad que resulta cautivadora. Jake no sólo prepara café; parece estar creando pequeños momentos de felicidad en cada taza y en cada plato que sirve.

Layla, la peludita de Jake, se acomoda junto a los pies de Sunghoon, lo que le provoca una ligera sonrisa. A medida que pasan los minutos, Sunghoon se da cuenta de que no se siente incómodo como esperaba. De hecho, se siente bien, más relajado de lo que había estado en semanas.

—¡Jake! ¿Me preparas el muffin de moras con un americano? —Una voz interrumpe el silencio de sus pensamientos.

Jake asiente con rapidez, sin perder la sonrisa, y en cuestión de minutos el cliente tiene su pedido listo.

Cada interacción parece ir acompañada de una amabilidad innata que Sunghoon no puede dejar de notar. Mientras Jake atiende a más personas, Sunghoon lo observa con fascinación, casi en trance. Es como si fuera parte de la atmósfera tranquila que el chico ha construido alrededor de su pequeño negocio.

"Es encantador"
Piensa Sunghoon, recordando las palabras de su madre cuando le habló de Jake por primera vez. En ese momento, Sunghoon no le prestó demasiada atención a sus comentarios. Ahora, sin embargo, comprende exactamente a qué se refería.

Cada vez que Jake se cruza con su mirada, le dedica una sonrisa, y Sunghoon no puede evitar devolverla, aunque en su interior aún lucha contra la incomodidad de haber irrumpido en su vida con una llamada furiosa e injusta. Pero Jake no parece guardar rencor. No parece hacer las cosas más difíciles de lo que son, y eso es lo que lo desconcierta más.

Sin darse cuenta, Sunghoon se pierde en la tranquilidad del momento. Está tan embelesado por la manera en que Jake mueve las manos al preparar el café, o cómo decora un cupcake con delicadeza, que olvida por completo la hora.

Justo en ese instante, su teléfono vibra en su bolsillo, sacándolo de su ensoñación. Mira la pantalla y ve el nombre de Jay, su mejor amigo y asistente, aparecer. Se lleva el teléfono a la oreja, sintiendo un nudo de culpa formarse en su estómago.

—¿Dónde estás? —La voz de Jay es urgente pero no alarmante, como si no pudiera creer que Sunghoon aún no ha aparecido en el entrenamiento—.Tienes una práctica programada para hoy temprano. No es típico en ti, ¿está todo bien?

Sunghoon suelta un suspiro, dándose cuenta de que ha perdido la noción del tiempo. Mira a Jake, quien está ahora concentrado en una nueva orden, mientras Layla sigue moviendo la cola felizmente.

—Estoy bien, Jay. Ya casi llego —Responde, intentando sonar despreocupado, aunque sabe que Jay lo conoce demasiado bien.

—Apresúrate, o el entrenador va a hacerte correr vueltas adicionales. Sabes cómo es cuando te retrasas. —Jay parece menos preocupado, pero aún firme en su advertencia.

𝙴𝚕 𝚙𝚊𝚙𝚊́ 𝚍𝚎 𝙻𝚊𝚢𝚕𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora