0.3
“Dos lunas sin brillo”
Una vez Dani subió las escaleras que tomaban rumbo a su habitación, dejó atrás los incesantes regaños de su madre y al llegar al cuarto cerró la puerta en una clara declaración de no querer escuchar más.
Se colocó sus audífonos con música a todo volúmen. Se tiró en el suelo, sobre la ya conocida alfombra y mientras cerraba los ojos solo se centraba en dos cosas: los acordes de guitarra de la canción y en ella.
Cada risa, cada palabra o frase que fue pronunciada por ella, se repetía como eco en su mente. De pronto la pequeña de ojos violetas se dibujaba una y otra vez en la cabeza del chico. Pero ninguna imagen que pudiera crear su imaginación le haría justicia a la realidad, eso pensaba: que ella era lo suficientemente bonita como para que el intentar captar sus rasgos resultara una tarea compleja.
Ya se moría por pasar tiempo con ella nuevamente y volver a escuchar su voz o a sentir su aroma. Ya tenía ganas de que fuera la tarde del día siguiente pues se había convertido en un pacto no verbal el hecho de encontrarse ahí. En el mismo parque, en el mismo banco, todas las tardes, una hora antes del ocaso.
La puerta repiqueteó con tres toques, interrumpiendo los acordes de la canción y los pensamientos de Dani.
—¡Está abierto!— anunció el castaño, retirando los audífonos de sus oídos.
La puerta se abrió y pasos pesados irrumpieron en la habitación. El ya familiar perfume de su padre se hizo presente.
Él, un hombre de unos treinta y pocos años con rasgos filosos y el mismo cabello del chico, con ojos de un verde muy claro y rastros de una barba que había sido afeitada hacía pocos días. Con un semblante digno de un prestigioso ejecutivo que sin embargo siempre plazmó una mirada tierna en su hijo.
Eliot—su padre— se acercó a la cama donde ya lo esperaba Dani sentado y por su porte tranquilo nadie diría que le preocupaba la presencia de su padre. Y no era así, en casa funcionaba de esa forma.
Desde pequeño, el chico había desarrollado cierto apego hacia su progenitor y aunque adoraba a su madre, con su padre fue con quien siempre pudo comunicarse mejor.
—¿Cómo estás? —le preguntó, colocó su mano en el hombro del castaño en clara señal de preocupación y apoyo.
—Estoy bien papá, en serio. Mamá solo exagera, solo fue media hora de tardanza—intentó explicarle nuevamente el chico, hecho que lo ostigaba el doble.
—No puedes enojarte con tu madre, Daniel. Solo intenta protegerte, si te pasara algo no se que sería de nosotros.
—Lo sé, lo entiendo pero...
—No, claramente no lo entiendes. Es un lugar diferente, no estás familiarizado con la zona, puedes fácilmente tener un accidente o perderte o quien sabe que pueda pasar en plena noche. Acordamos que podías salir a conocer el barrio siempre y cuando volvieras al momento que el sol se pusiera. Ni un minuto más ni uno menos. Es por tu bien, por tu seguridad y por la tranquilidad de tus padres.
—Papá, quiero conocer el entorno. Es solo eso. Llevo cinco días encerrado aquí y ahora que logro salir a penas dos días ya quieren volverme a encerrar— Dani intentaba controlarse, lo hacía con todas sus fuerzas pero aquella situación lo llenaba de impotencia, al punto de no poder controlarla.
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Con otros Ojos
RomanceEn una mágica tarde de otoño, dos almas jóvenes, Dani e Iris, se cruzan en un parque lleno de hojas doradas y risas infantiles. Desde ese primer encuentro, su amistad florece, tejiendo un lazo irrompible que los acompaña a lo largo de los años. A me...