El cambio de un sueño

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Bakugou estaba en una disyuntiva.

¿Qué hacer? ¿Seguir con la puta misión o serle leal a su omega?

Se estaba perdiendo en su tren de pensamiento cuando una notificación llegó a su celular. La noticia de que el trigésimo octavo intento por revertir el efecto del neutralizador permanente de Rody Soul, figuraba en su pantalla.

Joder... No tenía otra opción.

Amaba a Izuku, con toda su maldita alma y si el omega le correspondía a ese amor con la misma intensidad, en algún punto iba a saber perdonarlo. Después de todo, lo que estaba a punto de hacer era por un bien común, por mucho que él solo lo viera como un bien personal.

Se levantó decidido, debía hacerlo, no había nada que deseara más que esta  misión saliera existosa, sólo esperaba que Izuku no lo dejara...

O nada de esto valdría la maldita pena.
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Al llegar a la habitación, Bakugou se encontró con una escena particular.

Melissa Shield estaba semidesnuda sobre la cama, nada más que un bonito conjunto de encaje en color beige cubría su intimidad.

Melissa era una omega atractiva, de piel delicada y curvas apetitosas, cualquier alfa o beta, incluso omega babearía por tomarla y hacerla suya.

Bakugou al verla tragó un poco de saliva, y de un seductor y decidido movimiento se arrebató la playera, dejando a la vista su muy trabajado torso.

Pectorales abultados, abdominales marcados y oblicuos atrayentes, que seguramente conducían a una muy prominente virilidad de alfa. Los ojos azules de la omega brillaron de expectación al contemplar a semejante alfa a punto de follarla. Bakugou reprimió el gruñido de exasperación cuando la observó morderse los labios con deseo, como si estuviera sedienta de su atención. Su excitación se disparó tanto que incluso comenzó a emitir feromonas dulces cargadas de necesidad.

¡Maldita sea!

Carajo, las feromonas de esa mujer le pegaban directo en la nariz, se metían por sus fosas nasales hasta hacerle arder los pulmones. Hacía años que Bakugou no sentía una fragancia tan potente, como si hubiera sido golpeado por una tormenta de verano, intensa y devastadora. Bakugou aguantó la respiración, y maldición, si dijera que el aroma a cítricos que desprendía esa mujer, le desagradaba por completo, estaría mintiendo.

Bakugou se esforzó por concentrarse en su trabajo, ya tendría tiempo para cuestionarse en otro momento. Se agazapó sobre la omega y atacó su boca sin ninguna clase de piedad. Melissa reaccionó receptiva ante sus atenciones, devolvía los besos con estudiasmo y apretaba el cuerpo de Bakugou entre sus dedos, mientras gemía y jadeaba lo bien que se sentía, eso le permitió al alfa acomodarse mejor sobre la cama y continuar con la misión.

"Haz lo que tengas que hacer, Kacchan"

Bakugou no podía dejar de pensar en Izuku, en cómo su hermosa voz sonó tan pequeña a través del teléfono, con esa mezcla de tristeza y resignación que Bakugou jamás se permitiría olvidar. Y sus ojos, mierda. Sus bellos ojos verdes estaban repletos de decepción.

—Si, agh, alfa —Melissa gimió, y Bakugou se sintió de la puta mierda.
El alfa trataba de disimular la repulsión que le provocaba estar besando y tocando a otro omega que no era el suyo, pero debía acabar con esto, de lo contrario la misión estaría en riesgo. Ese pensamiento pareció darle un nuevo impulso para continuar, con discreción y movimientos precisos, colocó el dispositivo de rastreo en uno de sus dedos y mientras seguía besando y tocando a esa omega, deslizó su mano por su abdomen hasta llegar a su intimidad cubierta por la ropa interior. Con delicadeza, metió la mano bajo la prenda hasta llegar a su vagina e introdujo uno de sus dedos con el rastreador en la húmeda cavidad, el aroma de su mancha lo hizo gruñir ronco, sin saber si era por excitación o exasperación. Presionó el rastreador por tres segundos y lo sacó.

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