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En el centro de un sótano oscuro y húmedo, las luces parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras inquietantes sobre las paredes manchadas de sangre. El aire era denso, cargado con el hedor metálico del óxido y la carne podrida. En el centro de la habitación, una figura colgaba de unas cadenas, el cuerpo magullado y apenas consciente.

Jungkook, con su rostro cubierto por una máscara de cuero grotesca, se acercaba lentamente. Sus pasos resonaban en el suelo de cemento, mientras en su mano sostenía un oxidado cuchillo de carnicero que destellaba bajo la tenue luz. Su respiración era pesada, rítmica, como un animal hambriento, ansioso por el festín que estaba a punto de comenzar.

La víctima gimió, apenas capaz de levantar la cabeza. Jungkook inclinó la cabeza hacia un lado, observándola como si estuviera estudiando a un cordero antes de la matanza. Sin decir una palabra, levantó el cuchillo y lo arrastró lentamente por el torso de la víctima, dejando un rastro profundo de sangre que empezó a brotar inmediatamente. La piel se abría como si fuera papel, y la víctima gritó de dolor, su voz quebrada por el terror y la agonía.

Con una calma perturbadora, Jungkook retrocedió por un momento, disfrutando del sonido de los gritos. Sus ojos, apenas visibles tras la máscara, brillaban con una mezcla de placer y locura. El cuchillo era solo el comienzo. De una mesa cercana, tomó una sierra mecánica, y con un rápido tirón de la cuerda, el motor rugió, llenando la habitación con un sonido estridente y escalofriante.

Se acercó de nuevo, esta vez inclinándose sobre la víctima, permitiendo que la vibración de la sierra rozara su piel. La carne temblaba bajo el toque de la sierra, y luego, sin previo aviso, Jungkook la hundió en el muslo de la víctima. El sonido de hueso rompiéndose y carne desgarrándose se mezcló con los chillidos desgarradores, mientras la sangre salpicaba por todas partes, manchando el suelo y a Jungkook.

El dolor era insoportable, la víctima se retorcía en sus cadenas, tratando en vano de escapar, pero las cadenas estaban bien ajustadas, cada movimiento hacía que las heridas abiertas se estiraran, intensificando el sufrimiento. Jungkook se detuvo un momento, observando el daño que había causado, su respiración ahora más rápida, excitado por la vista del caos sangriento que había creado. Con un gesto lento y casi ceremonioso, colocó la sierra en el abdomen de la víctima y, mientras los gritos se alzaban una vez más, presionó con fuerza, abriéndose paso a través de los intestinos, la sangre fluyendo como una marea imparable.

Cuando terminó, dejó caer la sierra, el sonido del metal golpeando el suelo resonó en la habitación, mientras él observaba su obra maestra, la sangre aun goteando de su máscara de cuero, con una satisfacción salvaje y siniestra en los ojos.

El cuerpo de la víctima pendía inerte, apenas sostenido por las cadenas que aún tintineaban con el movimiento residual. El sonido de la sierra apagada dejó un inquietante silencio en la habitación, interrumpido solo por el goteo constante de la sangre, que formaba un charco viscoso a los pies de Jungkook.

Él respiraba con dificultad, sus manos temblorosas de la excitación. Pasó la lengua por los labios, aunque la máscara de cuero aún cubría su rostro grotesco, sus ojos estaban llenos de una intensidad depredadora. No era suficiente. Nunca lo era. Con pasos lentos, casi ceremoniales, caminó hacia una mesa llena de herramientas afiladas y oxidadas. Su dedo enguantado pasó por encima de un destornillador largo, luego una tijera quirúrgica, antes de detenerse en un martillo pesado, con la cabeza abollada y manchada de lo que parecía ser sangre seca de otras víctimas. Lo levantó, girándolo en su mano, sintiendo el peso familiar y reconfortante.

Se acercó de nuevo a su presa, que respiraba entrecortadamente, aferrada a los últimos destellos de vida. Aunque el cuerpo de la víctima estaba destrozado, su mente aún luchaba por aferrarse a la cordura, tratando de encontrar una salida, una esperanza, aunque en lo profundo sabía que no había escapatoria. Jungkook lo sabía también. Eso era lo que más le gustaba: la desesperación.

Con un movimiento rápido y brutal, levantó el martillo y lo dejó caer sobre una de las manos de la víctima, aplastando los dedos contra la fría superficie metálica del suelo. Un crujido húmedo resonó, acompañado de un grito desgarrador. Los huesos se partieron como ramas secas bajo el peso del golpe, y la mano quedó irreconocible, una masa de carne destrozada.

Pero Jungkook no se detuvo. Giró sobre sus talones y lanzó otro golpe, esta vez contra la pierna ya mutilada por la sierra. El impacto hizo que la carne desgarrada temblara y que más sangre se derramara. El grito de la víctima se transformó en un gorgoteo, como si su garganta ya no pudiera producir el sonido del dolor.

Jungkook retrocedió un paso, admirando su trabajo. El martillo colgaba flojo en su mano, goteando sangre. Se quitó lentamente la máscara de cuero, revelando un rostro manchado de sudor y sangre ajena. Sus ojos brillaban con una locura inhumana, sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.

Con una lentitud deliberada, se inclinó sobre la víctima, ahora apenas consciente, y miro detalladamente su rostro. Levantó el martillo por última vez, y con una fuerza descomunal lo estrelló contra el cráneo de la víctima. El sonido fue nauseabundo, como si una sandía explotara, y los restos del cráneo y cerebro se esparcieron por el suelo y las paredes. El cuerpo dejó de moverse por completo. La vida se había ido. Pero para Jungkook, el espectáculo acababa de comenzar.

Con una risa baja, desquiciada, comenzó a recoger los restos de su obra. No era suficiente simplemente matar. Necesitaba desmembrar, decorar su espacio de horror con partes de sus víctimas. Mientras arrastraba el cadáver hacia una mesa de acero, empezó a afilar un cuchillo largo, su silueta retorcida proyectándose en las paredes cubiertas de sangre.

El espectáculo macabro continuaría, aun más sangriento...

El espectáculo macabro continuaría, aun más sangriento

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⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

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LeatherFace - KookMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora