Begin again

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Su cara era un remolino de emociones juntas. Se miró al espejo y casi no se reconoció. Tenía la piel sucia y con manchas de sangre. Su pelo, que antes era largo y ondulado, se esponjaba de forma irregular por encima de sus hombros; nunca lo había llevado tan corto. Su cuerpo estaba mucho más flaco que cuando llego ahí, si no fuera por la ropa holgada que traía puesta casi podría jurar que estaba en los huesos.

Sus ojos hundidos y sus ojeras revelaban lo poco que dormía.

-Estás hecha un desastre- le dijo a su reflejo.

Era cierto, después de todo, sus condiciones sólo la dejaban tomar una ducha una vez a la semana y sólo se cambiaba la ropa cada mes.

-No me va a reconocer- dijo una vez más en voz alta.

Pero qué importaba. Lo relevante era que ella lo reconociera a él, o que por lo menos pudiera verlo de nuevo.

Aún tenía que seguir alejándose de donde estaba, ya le había mandado una carta, pero eso le había traído una gran consecuencia; su padre la había descubierto y torturado, más de lo usual.

Dejó de mirarse al espejo y salió del baño, esperaba que eso de la aparición le saliera bien pues hacía mucho que no lo intentaba; no quería aparecer sin un brazo en la casa de Lupin.


*****


-Lunático- comenzó Sirius con una media sonrisa-, ya pasó una semana desde nuestra última visita, ¿ahora te puedes rasurar?

-Canuto, deja de molestar con eso- pidió Remus. Su cabeza aún daba vueltas, pero sus amigos no sabían de la existencia de la carta.

-El perrito tiene razón- terció James-. Con la barba pareces un vagabundo muggle.

-¿Y eso qué importa?

-Que así nadie va... -Sirius se detuvo a media frase. Una vez más, casi dice una estupidez-. Quiero decir- se corrigió-, que así no te van a contratar en ningún lado.

-No creo que sea mi barba la que impide que me contraten, Sirius- contradijo Lupin.

-Eres un idiota, Canuto- le dijo James negando con la cabeza.

Unos golpes en la puerta evitaron que Sirius contestara, los tres muchachos se volvieron y luego se miraron entre ellos.

James negó con la cabeza y se dirigió a la puerta.

-Parezco el mayordomo- se quejó mientras giraba el pomo de la entrada.

Se encontró con una chica sucia; tenía el pelo corto y grasoso, iba descalza con pantalones rasgados y por encima de la rodilla, una camisa de hombre aguada y con una antigua mancha en el estómago. En la cara no tenía ni un pedazo de piel libre de mugre.

James la miró de arriba a abajo unos segundos.

-No damos limosnas- dijo y acto seguido le cerró la puerta en las narices.

-¿Quién era?- le preguntó Remus con aire esperanzado cuando James regresó con ellos a la estancia.

-Ni idea- respondió él encogiéndose de hombros-. Una chica pobre pidiendo limosna.

-No eres nada amable con la gente, Cornamenta- lo regañó Lupin-. Pudiste haberle dado algo.

-Ni hablar- intervino Sirius de inmediato-. Cuando menos te lo esperes estará aquí tocando a tu puerta pidiendo comida todos los días.

Amor de merodeador y otras tragediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora