#1. En el cuarto de mi madre

8 1 0
                                    

Todas las tardes, cuando regresaba de la escuela, me gustaba entrar en el cuarto de mi madre. Era el lugar más cálido de la casa, lleno de sus aromas y pequeños detalles que me hacían sentir segura. Me sentaba en su cama, observaba los retratos en las paredes y me dejaba llevar por los recuerdos de nuestras conversaciones.

Un día, mientras exploraba las gavetas de su tocador, encontré una pequeña cajita de madera, que nunca antes había visto. Estaba cerrada con llave, lo que me despertó una enorme curiosidad. Mi madre siempre había sido muy abierta conmigo, nunca había habido secretos entre nosotras, o al menos eso creía.

Después de buscar durante varios días, encontré la llave escondida bajo una alfombra. Con manos temblorosas, abrí la cajita. Dentro, había un montón de cartas amarillentas por el tiempo, todas dirigidas a una persona desconocida. El remitente era alguien que firmaba simplemente como "S".

Leí la primera carta, y luego la segunda. En cada una, mi madre le expresaba a esa persona un amor profundo y un deseo de estar juntos, pero también una tristeza por no poder hacerlo. En ese momento, sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. ¿Quién era "S"? ¿Mi madre había amado a alguien más que no era mi padre?

El sonido de la puerta principal interrumpió mis pensamientos. Mi madre había llegado. Nerviosa, guardé las cartas de nuevo y cerré la caja. Cuando ella subió las escaleras y me encontró en su cuarto, me miró sorprendida, pero con una sonrisa.

-¿Qué haces aquí, cariño? -me preguntó con dulzura.

Temblando, le pregunté quién era S. La expresión de su rostro cambió por completo, como si un velo de dolor cayera sobre ella.

-S... S de Sara, era mi hija. -Su voz apenas era un susurro.

-Pero, ¿cómo? -pregunté confusa-. ¡Yo soy tu hija!

Entonces, mi madre me miró con una tristeza que nunca antes había visto.

-No... tú no eres Sara. Tú llegaste después. Tú no eres mi hija biológica... adoptamos a una niña después de que Sara se fue. -Su voz se quebró-. Pero nunca tuve el valor de decirte la verdad.

Sentí que el mundo entero se desmoronaba a mi alrededor. Todo lo que sabía sobre mi vida, sobre quién era yo, era una mentira.

Cuentos y más cuentos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora