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La pelirroja apuntaba con firmeza, su entrenamiento militar controlando el temblor en sus manos mientras mantenía la vista fija en el encapuchado que sostenía a una madre y sus dos hijos como rehenes. Su voz sonó autoritaria, cargada de amenaza.

—No los mates, te lo ruego... o acabarás con esta bala entre los sesos.

La tensión en el aire era insoportable hasta que, de repente, un disparo retumbó.

El sonido rompió el silencio y, sin previo aviso, Margot abrió los ojos bruscamente, respirando entrecortada, el corazón martillando en su pecho.

—Menos mal, solo fue una pesadilla —murmuró, aún desorientada.

Se quedó en silencio por unos minutos, tratando de calmar su pulso, hasta que el sonido de su teléfono la sacó de su ensueño. Todavía medio dormida, lo contestó sin revisar quién la llamaba.

—¿Quién eres? —preguntó, su voz confusa.

—¿Cómo que quién soy? ¡Soy yo, Tora, tu amigo! —dijo una voz masculina al otro lado.

El corazón de Margot dio un vuelco. ¿Tora? Ese nombre no le sonaba en lo absoluto. Asustada, colgó la llamada inmediatamente y pensó: ¿Quién diablos es Tora?

Mientras procesaba la conversación, algo comenzó a hacer clic en su mente. Miró alrededor, notando el techo alto, las ventanas grandes y una puerta lujosa. Esa no era su habitación.

De pronto, un frío y oscuro pensamiento la atravesó: ¿Dónde estoy? Entonces lo comprendió. No solo no estaba en su casa, tampoco estaba en su propio cuerpo. Su respiración se aceleró y soltó un grito.

—¡Ahhhhh!

De repente, una intensa jaqueca la golpeó, y miles de recuerdos, que claramente no eran suyos, empezaron a aparecer en su mente, golpeándola como una tormenta de información.

Cuando finalmente pararon, la puerta de la habitación se abrió de golpe y una criada entró corriendo, con el rostro lleno de preocupación.

—¿Está bien, joven maestro? —preguntó la criada, inclinándose respetuosamente.

¿Joven maestro?, el eco de esas palabras reverberaba en la mente de Margot, confundiéndose aún más.

Antes de poder procesar del todo, la criada repitió:

—¿Está bien, joven maestro Alai?

¿Alai?, ese nombre hizo que Margot sintiera un escalofrío. Sin otra opción, fingió saber lo que estaba pasando y respondió con una mirada fría:

—Estoy bien, Becky. Me dio un dolor de cabeza, por eso no respondí. ¿Te podrías retirar, por favor?

La criada asintió rápidamente y se retiró. Mientras la puerta se cerraba tras ella, Margot se quedó atónita. ¿Cómo demonios supe el nombre de la criada?

Se dirigió al escritorio junto a la ventana y comenzó a repasar los recuerdos que inundaban su mente. Todo era tan confuso, hasta que una pieza clave encajó. Al quitarse la bata, descubrió vendajes que le rodeaban el pecho.

¡Claro! Ahora todo tenía sentido. Alai D'Angelo... ese nombre le sonaba familiar. Fue entonces cuando lo comprendió: había reencarnado en Alai, un personaje secundario de una novela que había leído, el "CEO Mandón se Enamoró del Loto Blanco de Secundaria".

Alai D'Angelo no era cualquier personaje. Era una chica que fingía ser chico, un personaje de fondo que solo fue mencionado en la novela cuando murió trágicamente junto a su hermana mayor, Alessia, la villana.

Ambas pertenecían a la poderosa familia D'Angelo, la segunda familia más rica del mundo, con una vasta empresa multimillonaria. Pero su destino, en la novela, era ser carne de cañón en un ataque 'secreto'.

—¡No puede ser! —exclamó Margot, cayendo nuevamente en la cama, abrumada por la revelación.

Desesperada, corrió hacia el espejo y lo que vio la dejó sin palabras: un joven de cabellos negros como la noche, ojos marrones fríos como el hielo, y un rostro hermoso y afilado que parecía tallado en mármol. Esa no era su cara... esa era la de Alai D'Angelo. Sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies.

Durante dos semanas enteras, Margot se aisló en su habitación, atrapada en la desesperación y el miedo. Rodaba por la cama, sumida en pensamientos oscuros y en una ansiedad que le impedía salir. Pero todo cambió cuando, un día, "su padre" la mandó a llamar a su estudio.

Margot, desconcertada por lo que vendría, se vistió como lo hacía el verdadero Alai: pantalones holgados negros y una camiseta negra igual de suelta. Mientras caminaba hacia el despacho, el único pensamiento en su mente era:

¿Qué me querrá decir?

Ahora Margot, reencarnada en un personaje secundario que está destinado a morir, deberá usar toda su experiencia militar para sobrevivir en un mundo donde la traición y el poder son moneda de cambio, y su verdadera identidad es un secreto que podría destruirla si llega a salir a la luz.

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𝕽𝖊𝖊𝖓𝖈𝖆𝖗𝖓𝖆𝖈𝖎ó𝖓 𝖒𝖊𝖓𝖔𝖗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora