La dulce princesa Ixtli

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Érase una vez, una princesa llamada Ixtlixochitl, que significaba: cara-flor. Y este nombre se lo pusieron porque era una joven preciosa que tenia la carita como el pétalo de una rosa.


Ella era princesa de todo el reino del otoño, que era llamado así por el color café y miel que tenían todos sus arboles a su alrededor. La princesa Ixtli también combinaba hermosamente con aquel reino debido a que sus cabellos eran castaños y rizados, su piel clara y delicada y sus ojos dulces como el color de la miel. Un día se le informó a la princesa que pronto seria la reclamadora del trono y se convertiría en reina porque su padre y su madre eran ya demasiado grandes para gobernar, a lo que se vio obligada a conseguir marido en los próximos 30 días para que tomara su lugar como rey junto a la princesa para gobernar el reino.


A la princesa Ixtli no le interesaba conseguir marido y se sentia presionada por eso, ella disfrutaba de su juventud leyendo libros, saliendo a caminar y practicando esgrima.


Una noche, un extraño hombre de capa negra y pronunciada barba, se presentó en el castillo, decía que seria el nuevo pretendiente de la princesa y que quería estar a su lado. Pero todos se asombraron, en sus oscuros ojos se podía ver el rencor...


A la princesa Ixtli se le abrumaron las ideas por la situación, tanto que decidió ponerse una capucha y salir a caminar al bosque del otoño. La noche era hermosa, el viento soplaba pero no hacia nada de frío y las hojas caían tan romanticamente que el corazón de la princesa palpitó con fuerza.


Tras un momento de tranquilidad que lograba obtener por la paz del bosque escuchó que alguien le llamaba.


- ¿Princesa Ixtli? -dijo la extraña voz.


- ¿Quién está ahí? -dijo asustada la joven princesa.


De pronto un sapo ssaltó a los pies de la princesa y la miró a los ojos.


- Fui yo. -Dijo el sapito. -En el reino se ha presentado un malvado mago que tiene el poder de transformar a todos en lo que él quiera.


-¿Como es que sabes eso? -dijo la princesa.


-Pues porque he sido víctima de su hechizo. La única forma de volver a mi estado natural es con el beso de una princesa.


La princesa pensó que tal vez solo seria un truco para que ella accediera a darle un beso, por lo que solo pensó en besarle la mejilla.


- Con la mejilla bastará? -dijo la princesa.


-Basta y sobra, el poder del beso viene de la nobleza de poder ayudarme, princesa.


La princesa levantó al sapito, lo miró y plantó un dulce beso en su mejilla, y al hacerlo, aquel sapo se transformó en un joven de 17 años, apuesto, con los ojos café claro, como la princesa, pero cabello del color de la nieve.



La princesa quedó eencantada con la belleza del joven que se sonrojó tan solo de verlo. El joven la miró a los ojos, y ambos al mirarse sentían como vergüenza.


- ¿Cual es tu nombre, sapo? -preguntó la princesa.


- Valentín, su majestad. Mi nombre es Valentín.


-Está bien Valentín, gusto en conocerte.


- El honor es mío, princesa.


A lo lejos, Valentín y la princesa Ixtli vieron cómo una enorme llama salía del reino, e inmediatamente, Valentín corrió adentrándose en el bosque.


-Espera, ¿que sucede? ¿A donde vas? -preguntó angustiada la princesa mientras corría tras de él.


-No hay tiempo, sígame pronto.

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