PREFACIO

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La bala le había dado a quemarropa. Sabía que le había herido de muerte.

Su mundo, esta vez físicamente, se vino abajo y pudo escuchar de fondo los gritos de todos los presentes, siendo la de Marcos, aquel periodista que la había sentenciado para siempre, la dominante de entre todas ellas. Estaba abatido, lleno de culpa y arrepentimiento.

Altagracia sabía que este era su fin. Había llegado el final de su agonía, su venganza estaba completa. Sonrió.

Cielo o infierno, ¿qué más daba a dónde iba a parar? Ya había estado en ambos.

No lo había planeado así, pero ¿qué mejor final para una vida como la suya que este?

La Mujer de Judas trascendería, su muerte sería el principio de la leyenda y, por supuesto, la desgracia de todos los presentes. Ahora sería un fantasma que los atormentaría a todos el resto de sus vidas. Sería su verdugo personal, aparecería en sus pesadillas para siempre.

En sus muertes, ahí estaría. Sería su culpa y odio. En eso se convertiría.

Después de todo, gracias a ella todos habían sido impulsados a cometer las peores aberraciones. Ella fue "La maestra" como solía decirle su querido Ismael.

Y aún así ella jamás sería feliz, ya no. No en esta vida.

Un profundo sueño comenzó a arrastrarla y fue cerrando sus oscuros ojos poco a poco, rindiéndose así ante el frío de la muerte que calaba en sus huesos. Pero antes de cerrarlos para siempre Altagracia observó a Gloria una última vez. Su hija, su niña, la viva imagen de Sebastián. Ella era noble y pura como él. Era la única de ahí que no merecía sufrir de aquella manera, no por ella.

Gimió de dolor al pensar que esa niña jamás sabría que ella era su madre. Que nunca escucharía un "mamá" salir de sus labios ni ella podría decirle "hija" alguna vez. No estaría ahí para ella, no conocería a sus nietos.

Jamás pudo estar con ella realmente.

Para Gloria ella solo sería su tía, un alma triste y una asesina. La Mujer de Judas.

Otra vez pagaba por los pecados de los demás, y esta vez, de forma mortal.

Sebastián, él no pudo ver nunca a su hija en vida; no la conoció y ella solo pudo verlo en sus pesadillas y visiones. Como un ser penante, un simple espectro anunciador de muerte. Jamás sabría que fue su padre.

Que miserable e injusta había sido la vida con ellos.

Ella se convirtió en una asesina, Sebastián jamás pudo descansar en paz y Gloria nunca sabría la verdad de su existencia. Y todo esto ¿Para qué? ¿Para proteger a su madre? ¿Por encubrir el asesinato que había perpetuado junto a esas mujeres ingratas que dijeron ser alguna vez sus amigas y la abandonaron?

Malditas.

No era justo, ¿Por qué su sacrificio no fue suficiente? ¿Por qué tuvo que pasar todo esto? ¿Qué hizo mal? ¿Qué debió haber hecho diferente?

Maldijo el día en el que se sacrificó por todas ellas, en el que temió a su padre y en el que le ocultó la verdad a Sebastián.

Si tan solo tuviera otra oportunidad de volver a empezar. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y rectificar todos sus errores. Juraba que haría las cosas diferentes. No se separaría jamás de su hija y protegería a Sebastián a toda costa de su familia.

Ya no sería débil y reclamaría lo que es suyo.

Ya había pagado el precio de sus errores, y el de otros, con su vida. Merecía recibir la recompensa de sus nobles actos.

Si tan solo Dios la escuchara y le diera la oportunidad de volver a empezar, de remendar sus errores. De hacer justicia sin convertirse en una asesina…

La aprovecharía.
No la conoció. Y ella solo pudo verlo en sus pesadillas y visiones. Solo como un ser penante, como un simple espectro anunciador de muerte y no como su padre.

Que miserable e injusta había sido la vida con ellos.

Ella se convirtió en una asesina, Sebastián nunca pudo descansar en paz y Gloria nunca sabría la verdad de su existencia. Y todo esto, ¿para qué? ¿Para proteger a su madre? ¿Por encubrir el asesinato que había perpetrado junto a esas mujeres ingratas que dijeron ser alguna vez sus amigas y la abandonaron?

Malditas.

No era justo, ¿por qué su sacrificio no fue suficiente? ¿por qué tuvo que pasar todo esto? ¿Qué hizo mal? ¿Qué debió haber hecho diferente? Maldijo el día en el que se sacrificó por todas ellas, en el que temió a su padre y en el que le ocultó la verdad a Sebastián.

Si tan solo tuviera otra oportunidad de volver a empezar. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y rectificar todos sus errores. Juraba que haría las cosas diferentes. No se separaría jamás de su hija y protegería a Sebastián a toda costa de su familia.

Ya no sería débil y reclamaría lo que era suyo.

Ya había pagado el precio de sus errores, y el de otros, con su vida. Merecía recibir la recompensa de sus nobles actos.

Si tan solo Dios la escuchara y le diera la oportunidad de volver a empezar, de enmendar sus errores. De hacer justicia sin convertirse en una asesina...

La aprovecharía.

La Mujer de Judas, reencarnación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora