10| Dieci

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Aún en la reunión, las jóvenes continuaban su conversación y hacían preguntas a Dalia, queriendo conocer detalles sobre su nueva vida. Dalia, en silencio, observaba y escuchaba, asimilando que la vida social en Génova era completamente distinta a la de Venecia. En una ciudad tan importante como esta, ser parte de una familia influyente no solo traía privilegios, sino también enormes expectativas. No bastaba con tener tierras; ser duque, o futura duquesa, significaba también estar a disposición del rey y sus necesidades. Para ella, comenzaba a ser evidente que, como futura duquesa después de Caterina, tendría que ser una esposa ejemplar, obediente y sumamente cuidadosa en su conducta.

Elena rompió el momento de reflexión de Dalia con una afirmación seca:

—¿Cuándo fue la última vez que alguien se casó por amor? Eso no existe.

—Es que, sinceramente, me conformo con que mi futuro esposo tenga dinero y tierras —agregó Livia—. Después de ver cómo son los hombres en realidad, no quiero nada serio con ninguno.

Dalia miró a las chicas, quienes parecían algo mayores que ella, hablando con una mezcla de cinismo y certeza sobre sus destinos. Sabían bien cuál sería su rol: lo importante era asegurarse una buena posición y un matrimonio seguro, pero sin ilusiones románticas. Para ellas, el amor era una trampa que podría arruinar sus vidas. Habían aprendido de los hombres, y también sabían cómo complacerlos.

En Génova, Dalia recordaba, las conversaciones eran diferentes. Las mujeres no formaban estos vínculos cercanos; no se hablaba de ciertos temas abiertamente, y mucho menos de intimidad o de las realidades del matrimonio si aún no estaban casadas. Ya había experimentado las dos caras de lo que significaba ser una debutante en la ciudad, y lo que implicaba ser esposa. En Venecia, sin embargo, todo parecía tener un matiz más liberal. Desde los duques hasta los sirvientes, el ambiente social estaba lleno de libertad y ambiciones, y ella apenas empezaba a descubrirlo.

Tras escuchar a las jóvenes hablar con tanta claridad sobre los matrimonios de conveniencia y la infidelidad como una norma en la alta sociedad veneciana, Dalia comprendió que, de casarse con Jungkook, seguramente le esperaría una vida similar. Sería una duquesa de apariencia, alguien para presentar en las galas y para representar el apellido con orgullo, pero, en la privacidad, seguramente vería cómo su esposo la ignoraría para buscar el consuelo en otras mujeres.

Los recuerdos se arremolinaron en su mente: su propio padre, tantas veces visto en compañía de otras mujeres, lejos de su madre; Pietro, quien no dudaba en buscar a otras, incluso cuando estaban casados, incluso delante de su madre. Dalia sintió una punzada de dolor y un toque de resignación. ¿Por qué imaginaría que Jungkook sería diferente? Venecia lo consideraba un Casanova, y aunque no esperaba que fuese perfecto, comenzaba a entender que su vida junto a él podría ser como la de tantas otras: una relación vacía y distante.

Reflexionó sobre lo poco que conocía de él. Su madre, la duquesa, parecía una mujer decidida y firme en sus valores. Quizás el duque la amaba realmente; era posible que ella hubiese logrado una excepción a la regla en ese matrimonio, pero eso no aseguraba que Jungkook hubiese heredado ese tipo de lealtad. "No. Él es un hombre de este lugar y de este tiempo, y tal vez seguirá los pasos de tantos otros, buscando su propia diversión y libertad sin importar a quién tenga a su lado." Dalia respiró hondo, sintiendo que la idea de un matrimonio de verdad, de un amor sincero, se desvanecía cada vez más ante los fríos muros de la realidad aristocrática de Venecia.

En el viaje de regreso con la duquesa, Dalia se dio cuenta de la fría y despiadada realidad detrás del matrimonio con Jungkook. No era más que una táctica para apaciguar todo lo que se decía sobre él, para ocultar sus defectos ante la alta sociedad. La elección de Dalia tenía sentido: una mujer perfecta, sumisa, callada y sin amigos, en una ciudad que no la conocía ni ella conocía a nadie. Así, ella se convertiría en la esposa ideal: alguien que jamás haría ruido ni desmentiría los rumores sobre su futuro marido. Si Dalia guardaba silencio sobre Pietro, sobre su pasado, todo lo que Jungkook hiciera quedaría solo en su dolor, pero no porque realmente lo amara, sino por el sufrimiento de su ego, por la necesidad de proteger lo poco que quedaba de él. Todo en ella ya estaba destruido, y eso era lo que la duquesa necesitaba: una mujer rota que no interfiriera.

LIBÉRAME: Matrimonio arreglado ➥ JEON JUNGKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora