only.

60 9 0
                                    


Si había algo que le molestaba era sentirse como que había malgastado su tiempo. Podía haberse mantenido dándole tantas cosas, regalándole su vida, su tiempo y todo lo que tuviera al alcance al que alguna vez consideró el chico más lindo del  mundo; pero después de largas semanas de introspección —y un duelo que algunos consideraban innecesario, ya que todavía no había terminado nada— descubrió que el destino, la suerte o quizá Dios lo había salvado de cometer más estupideces de las que ya estaban a su cuenta.

Es que, ¿cuál era la mejor manera de superar a alguien? Fácil: buscando las cosas de las que no se había estado enterando.

Yeonjun era malo para mantener relaciones sentimentales. No porque se la pasara coqueteando con gente o buscando presas para devorar en esas tan terriblemente populares one-night stands, porque era un chico muy digno y leal cuando se trataba de alguien con quien él quería tenerlo todo; más bien porque, de alguna manera, todas sus exparejas le habían hecho llegar a la misma conclusión, y esta era que no era lo suficientemente cualquier cosa como para ser propiamente amado.

Aunque, si era sincero, se sorprendió de lo bien que su mente se había tomado el asunto. Es decir, ese que alguna vez fue su chico se comenzó a distanciar de él al poco tiempo de que por fin se “oficializaran”, y claro que eso en aquel momento le dolió porque no era algo que quisiera ver venir cuando todo parecía sacado de una historia con dos chicos de secundaria totalmente enamorados como protagonistas cuando entre ellos tenían pequeños momentos de coquetería, pero no supo si el confirmar lo que había adivinado meses antes y no sentirse mal al punto de casi colapsar se debía porque ya lo había aceptado desde todo ese tiempo atrás o si era porque realmente su anterior relación a esa le había dejado un enorme bloqueo emocional.

Cualquiera de las dos, o tenía mucho autocontrol, o ya se le había escapado el poco que le quedaba.

Ahora que era nuevamente un chico que se regía por su propia voluntad, el tener tanto tiempo para convivir consigo mismo le afectaba ligeramente. En uno de sus ratos libres entró a un link de una historia que encontró por ahí, la cual se la plantearon muy prometedora, y terminó con emociones revueltas cuando estuvo un poco identificado con ese tal joven Steve y su reciente ruptura, ligera repulsión porque el pobre al parecer no conocía el significado de superar, y literalmente se quedó sin palabras cuando leyó al final y descubrió que la brillante solución había sido matar al ex y su nueva novia. Todo mal.

Aunque en cierta parte, no lo culpaba. Oh dios, qué pensamiento era ese.

Nunca se había dado por partidario de los líos del cerebro cuando éste estaba infestado de dopamina, pero cada vez su teoría de que el amor te hace cometer actos estúpidos cobraba cada vez más sentido en su cabeza.

Mirar a toda esa gente con relaciones felices, teniendo actividades que se pudieran considerar de las más normales para una pareja y saber que nunca llegaría su turno lo hacía sentir culpable por simplemente mirar y observar a la gente. ¿Acaso él nunca estaría enamorado de verdad? ¿Nadie lo amaría de manera sincera? Porque hace poco había vuelto a crear un vínculo medianamente sano de amistad con alguno de sus exes y el enterarse de que tal lo había superado de manera media no lo hacía sentir mejor, si era sincero. No cuando tal se encontraba en pareja.

Pero lo que más le cabreaba no era eso. Lo de obtener la simpatía y alguien gustaba de él podía pasar fácilmente a segundo plano cuando la teoría de que era alguna especie de reemplazo o entrenamiento para que aquellos que tuvieron el privilegio de ser algo suyo pudieran practicar lo que él les dio con alguien más era puesta en la mesa. Que se dedicaran a conseguir copias suyas mientras a él le hacían desperdiciar su tiempo, dinero y dotes en personas que nunca, tristemente nunca harían lo mismo por él en esa ni en ninguna vida en caso de que existieran. Y gracias al cielo que él creía que no era así, porque con las decepciones que una sola le estaba brindando era suficiente para él.

Todas las veces que pidió que sus seres especiales no lo dejaran simplemente colgando, esperando recibir un poco de amor siquiera era algo que ya era costumbre para él, pero eso no lo hacía menos… doloroso.

—¿Decepcionado, pero no sorprendido?

Yeonjun soltó una pequeña risa nostálgica, mirando a Taehyun en el proceso cuando éste último lo sacó del desastre que tenía por pensamientos en ese momento.

—Desgraciadamente.

ᅠᅠᅠᅠ

ᅠᅠᅠᅠ

ᅠᅠᅠᅠ

ᅠᅠᅠᅠ

ᅠᅠᅠᅠ

—Día número cuarenta y ocho: todo en orden.

—¿Seguro?

—¿Cuándo no?

Los dos chicos compartieron una ligera risa antes de despedirse. Últimamente, desde que el pelirrojo era propiedad únicamente de quien le mirara en cualquier lugar —o, más decentemente, desde que estaba soltero—, Taehyun se pasaba a visitarlo, todo porque una noche el mayor le mandó unos mensajes ligeramente deprimentes vía KakaoTalk, diciéndole todos y cada uno de sus pensamientos desde ‘el día de la tragedia’ que venían comiéndole el cerebro, el que más destacaba entre ellos era la teoría completa que se armó Yeonjun acerca de su probable bloqueo emocional.

—Bueno, yo puedo recordar ese día que-…

—¡Era broma! Sí, sé perfectamente de qué día hablas. —lo interrumpió el mayor, evidentemente avergonzado de sí mismo.

Y cómo no, si cualquiera que hubiera sabido todo lo que le había confiado al azabache lo llamaría indeciso, porque claro, Yeonjun estaba bien por su cuenta, pero simplemente no entendía por qué.

Por qué le sucedían ese tipo de cosas.

Por qué no era suficiente.

Por qué, siempre, a él.

Si se le permitía decirlo, cualquiera moriría por un chico como él: guapo, lindo, atractivo, amable, amigable, espíritu bonito y aura tranquila. Fiel, consentidor, leal, con buen gusto en general y realmente encantador. Un paquete completo.

Entonces, ¿por qué?

—“Nunca ha sido tu culpa”.

¿Y qué tal si ?

Era lo más mentiroso cuando decía que no creía en cosas clichés, que no moría por entregarle toda su devoción a alguien que fuese digno de ella, que no necesitaba de nadie y que podía arreglárselas perfectamente estando solo. Si bien era cierto en la mayoría de teoría que decía, el experimentar amor genuino era un deseo que su niño interior moría por sentir. Porque, oh dios, qué difícil era pensar que en ninguna etapa de su vida fue merecedor de afecto, y dolía más saber que hasta la fecha no lo había podido cambiar.

Que no importaba cuánto se esforzara, cómo se arreglara o cómo se viera, qué hiciera o dejara de hacer, porque nunca sería digno de tales cosas que, al parecer, solamente existían en los libros escritos por niñas ilusionadas que más tarde se encontrarían como él:

Con el corazón roto.

𝗕𝗥𝗢𝗞𝗘𝗡 ❇ cyjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora