Capítulo I

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Stephen salió del ascensor tambaleándose un poco de cansancio después de terminar un turno de 30 horas en el Hospital. Sus párpados pesaban y un leve dolor de cabeza comenzaba a sentir detrás de sus ojos. Anhelaba su cama y a su novio y deseaba de todo corazón que hoy fuera una noche en la que Tony aceptaría irse a dormir como una persona normal. También esperaba que el ingeniero lo recibiera con uno o dos comentarios ingeniosos y alguno que otro beso.

Pero tal parece que eso no va a suceder.

La sala estaba brevemente iluminada y en completo silencio. Aquello le resultó desconcertante dado que la sala del ático era el lugar más bullicioso que podía encontrar dentro de lo alto de la Torre.

—¿JARVIS?

—¿Si, Doctor Strange?

—¿Dónde está, Tony?

—El señor se encuentra actualmente en su habitación. Le sugeriría que fuera a verlo cuanto antes. El señor se encuentra en un estado de angustia.

—¿Sucedió algo, JAR? — preguntó Stephen con preocupación caminando a paso algo apresurado hacia la habitación que compartía con su novio.

—Creo que es recomendable que el señor se lo cuente.

La renuencia en la voz de la IA solo aumentó su preocupación y cualquier rastro de cansancio fue olvidado, sustituido por el miedo y la incertidumbre.

Espero que no tenga nada que ver con Afganistán. El recuerdo de ese evento hundió su corazón y algunas lágrimas picaron sus ojos.

Estará bien, estará bien. Se repitió una y otra vez Stephen, sacudiendo la cabeza para alejar esos recuerdos y tratar de calmarse. Tony lo necesitaba fuerte y sereno.

No pasó mucho tiempo cuando por fin estuvo delante de la puerta. Respirando profundamente, para darse serenidad, le pidió a JARVIS que abriera la puerta. La IA accedió y cuando la puerta automática se abrió fue recibido por oscuridad absoluta. Parpadeando trató de adaptarse para poder ver mejor el interior, cuando estuvo listo, vislumbro el tenue resplandor del Reactor ARC brillar sobre el pecho de su novio.

—JARVIS, luces al 10%— pidió el doctor amablemente.

Toda la situación llamó la atención de Tony, quien enfocó su mirada en su novio que para ese entonces comenzaba a quitarse los zapatos y unirse a él en la cama. Tony intentó sonreír (después de todo ver de nuevo a su doctor siempre le daba alegría), pero el movimiento provocó que las lágrimas que había estado tratando de evitar que se derramaran lo hicieran. Primero una rodó por su mejilla, después le siguieron más y pronto hubo una cascada de ellas mojando su rostro. Stephen acongojado se acercó hasta el hombre más pequeño para tomarlo entre sus brazos y atraerlo a su regazo. Suavemente comenzó a mecerlos, acariciando con una de sus manos la espalda del ingeniero mientras la otra se enterraba en su cabello, mientras le susurraba palabras de consuelo. Tony se aferró al doctor con desesperación, tomando en un puño su camisa blanca.

Después de lo que parecieron años, Tony, comenzó a calmarse y el llanto se convirtió en sollozos e hipos hasta que desaparecieron por completo.

—¿Qué sucedió Tony? ¿Alguna pesadilla de Afganistán?

Era común que el primer pensamiento se dirigiera hacía ese lugar, después de todo su novio había estado en una montaña rusa de emociones desde que regresó del desierto, destruyó sus armas con un traje multimillonario y mató a su traidor padrino.

Tony negó, haciendo ejercicio de respiraciones como Stephen le había enseñado para calmarse. Stephen espero paciente a que el hombre en sus brazos hablara no queriendo presionar demasiado y que se cerrara por completo.

—Hoy vino una trabajadora social— inició Tony, después de un rato, tomando entre su mano la izquierda de su novio. Tony tragó saliva, pensando la manera de contarle todo— ¿Recuerdas que hace un mes un científico de OSCORP, que fue despedido, ventiló todos los trapos sucios de la empresa?

Stephen asintió tratando de seguir el hilo de la conversación para no perderse.

—Bueno, sabemos que estaban experimentando con humanos y uno de esos experimentos tenía que ver con la fusión de ADN animal con el humano— el ingeniero hizo una pausa y se acomodó mejor contra el amplio pecho de su doctor— y cuando fueron a esas instalaciones a cerrar todo, bueno... encontraron... niños, bebés también. Uno de esos bebés era hijo de dos científicos.

Ante esas palabras una mirada de horror surcó el rostro de Stephen.

¡¿Qué demonios, alguien usó a su propio hijo?! Pensó el doctor con una mirada de sorpresa. Por otro lado, aun no entendía qué tenía que ver esto con la trabajadora social y Tony.

—Los dos genetistas eran María Parker y Richard Parker—los dos nombres comenzaban a armar el rompecabezas, y Stephen sintió como su corazón daba un vuelco doloroso ante la mención del nombre de la mujer. Tony hizo una pausa, respiró profundamente y exhaló para después continuar— los interrogaron por horas y cuando les pidieron los nombres de algunos familiares que se pudieran hacer cargo del bebé, Richard dijo que él no tenía a nadie, María dijo lo mismo, pero también dijo que el niño no era de su marido. Ella dijo un nombre.

Tony miró a los ojos a su novio y algunas lágrimas se formaron en sus ojos. El corazón de Stephen se aceleró sabiendo de antemano el nombre que dio esa mujer.

—Tony Stark.

Las lágrimas volvieron a caer y Stephen cerró los párpados, abrazando a su novio más fuertemente, sin saber qué decir y que hacer.

Bebé araña a bordoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora