Capítulo III

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El invierno había llegado trayendo consigo las festividades que alegraron a todo el mundo. Stephen por primera vez desde que se hizo neurocirujano había tomado vacaciones navideñas, deseoso de pasar la navidad con su ahora esposo y celebrar la primera fiesta de Peter lejos de todo OSCORP. La noticia había asustado y asombrado a todos en el hospital, quienes miraron al doctor como si fuera una especie de alienígena o algo así. Christine se divirtió más que nada a costa de su amigo, pero también se sintió feliz por ver que el serio, brusco y arrogante doctor había encontrado a alguien importante que pudiera brindarle compañía, felicidad y tranquilidad.

Stephen rodó los ojos cuando Christine le dijo lo que pensaba, aunque no dijo nada para contraatacar, simplemente aceptó sus palabras, porque, al final de cuentas, eran ciertas y estaba orgulloso de ello. Ya era de noche cuando llegó a la Torre después de su última guardia antes de las vacaciones. Estaba cansado y solo quería su cama, ver a su pequeño bebé y a su esposo. Seguramente ambos se habían ido a dormir y sus sospechas se confirmaron cuando la sala del Ático se encontraba a oscuras y en silencio.

—Buenas noches, Doctor Strange, bienvenido a casa. El señor y el joven señor se encuentran en la habitación principal, durmiendo.

Stephen asintió correspondiendo el saludo de la IA. Sin más avanzó hacía la habitación, sintiendo que la situación en la que se encontraba le resultaba familiar. Solo que sabía que no encontraría a Tony angustiado y solo, sino que lo hallaría dormido y en compañía de Peter. Sonriendo abrió la puerta y la escena ahí lo llenó de una calidez y felicidad que casi había olvidado desde hace tiempo; de tiempos donde era un niño que vivía con sus padres y sus dos hermanos, en una granja, en algún poblado de Nebraska. Con cautela se acercó a la cama no queriendo despertar a ambos hombres que dormían plácidamente. Viéndolos mejor se dio cuenta de que Peter se había dormido con el pulgar en la boca, mientras Tony se acurrucaba alrededor de su bebé como si intentara protegerlo. El semblante de su marido era relajado y aquello alivio el resto de tensión que Stephen llevaba consigo.

Tony casi no había dormido bien. No desde Afganistán y mucho menos desde que se enteró de Peter y decidió quedárselo. El TEPT era duro de sobrellevar (afortunadamente decidió ir a terapia y tomar medicamentos para controlarlo), pero la batalla legal por la custodia total del niño fue agotadora y una experiencia que ninguno de los dos quería volver a repetir. Mary no quería renunciar al niño sin obtener nada a cambio y los tribunales de la familia no sabía si era adecuado dejar a un infante traumatizado al cuidado de un hombre traumatizado, con un pasado cuestionable y que jugaba a ser un superhéroe con un traje multimillonario y mortal. Afortunadamente Pepper, Rhodes y los abogados de SI intervinieron, moviendo las cosas a favor de su amigo, quien mostraba buena voluntad de mejorar y tratarse. La guinda del pastel fue el hecho de que habían hecho caso de la sugerencia de los abogados y Tony y Stephen se casaron. Si la buena voluntad de Tony estaba funcionando ante el juez y el jurado, el que se casara con un médico, un neurocirujano de renombre y respetado firmó la sentencia a su favor.

Así que las cosas terminaron con Mary perdiendo los derechos de Peter sin obtener nada y hundida en prisión, y Tony y Stephen casados y con un nuevo bebé. Las cosas fueron un poco apresuradas te lo concedo, difíciles y estresantes, pero con paciencia, buena comunicación y terapia matrimonial (sugerencia/ obligación de Pepper Potts) las cosas fueron mejorando hasta este punto, donde los tres por fin eran una familia.

Stephen con una sonrisa cariñosa dirigida a ambos dormilones se sentó en la cama. Con ternura pasó una mano por los rizos rebeldes de la cabeza de su marido y apartó los que caían en su frente. Un sencillo pero hermoso anillo de oro brillo en su dedo, adoptando tonalidades azules por la luz del Reactor ARC. La próxima semana estaba programada la cirugía para retirarlo, al igual que la metralla. Tony se removió en sueños ante la caricia y sin poder soportarlo más entreabrió los párpados, tratando de ver quien lo había despertado.

—Stephen— murmuró Tony con la voz pesada por el sueño, una sonrisa sincera adorno sus labios cuando identificó a su marido.

—Lo siento, Tony, no quería despertarte— Los ojos de Stephen mostraban un poco de culpa por sacar a Tony de su tan preciado sueño. Tony negó con la cabeza levantándose un poco para atraer a su marido y dejar un pequeño beso, casi un rose, en los labios entreabiertos de Stephen.

El doctor sonrió contra los labios del ingeniero y volvió a besarlo, esta vez con un poco más de intensidad.

—¿Qué hora es?

—Casi las dos de la mañana— respondió Stephen volteando a ver el reloj del mueble a lado de la cama. Tony asintió enfocando su mirada a su bebé, que ni siquiera se había inmutado por el ruido, el muy dormilón. Pero no lo culpaban. El pobre había tardado un rato en dormir sin despertarse asustado y llorando.

—¿Vienes a dormir?

Stephen asintió.

—Solo iré a darme una ducha rápida y cambiarme de ropa.

Tony respondió afirmativamente mientras agarraba a su bebé y lo ponía en la cuna especial que permitía el colecho. Era más fácil tener la cuna conectada a la cama ya que les permitía llegar a Peter en caso de que se despertara por hambre o asustado. El ingeniero casi se quedaba nuevamente dormido cuando Stephen entró a la cama del otro lado. El doctor se acomodó detrás del castaño tomándolo como la cucharita pequeña. Tony se acercó más, acurrucándose contra el cuerpo cálido de su esposo, dejando salir un suspiro feliz al estar cómodo, feliz y seguro.

—Buenas noches, Tony— susurró el doctor dejando un beso sobre la cabeza del hombre más pequeño.

—Buenas noches, Step— correspondió Tony entrelazando su mano con la del hombre mayor.

Ambos se quedaron dormidos poco tiempo después, mirando hacía la cuna del bebé que sonrió entre sueños.

Bebé araña a bordoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora