Capítulo 2

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Las salidas a restaurantes caros siguieron ocurriendo, y no solo eso, los obsequios caros también. No podían faltar las flores. Ramos enormes que ocupaban un espacio especial en su departamento. Sus favoritas eran los girasoles, al igual que la dedicatoria: Un girasol para mí propio sol. Checo no había recibido flores antes, no era parte de su cultura, pero cuando Max llegó con un ramo de rosas rojas antes de su cita. Se sintió halagado, y apreciado a un nuevo nivel.

En un inicio, Checo pensó que Max solo quería tener una relación física con él, pero no era así.

—No tienes que regalarme objetos caros. No es como si pudieras comprar mi amor— Checo dijo.

Habían estado en una llamada durante cinco minutos, ya que ambos tenían agendas apretadas. No se habían visto desde que compartieron una tarde amena en Livorno, en la villa que pertenecía al empresario. Max lo había llevado en su jet privado. Caminaron descalzos por la playa, y se besaron por primera vez con un paisaje espectacular de testigo. Iban lento y algunas veces rápido, pero era su propio ritmo.

—Oh, ¿no puedo comprar tu amor? Ya estaba pensando en vender todos mis activos y ponerlo todo a tu nombre.

Checo se echó a reír. Cuando estaba con Max, él no escatimaba en gastos. Había pensado en invitarlo a ir a México y comer tortas ahogadas. Le gustaba la cocina extranjera, pero no había nada como el hogar. La siguiente semana no había carrera, y era una posibilidad.

—Te extraño— Checo enunció después de que el silencio se asentó.

—Yo también. Creeme, he puesto a prueba mi autocontrol, pero pronto terminaré y podremos vernos.

—Sobre eso. ¿Quieres venir conmigo a México?

Hubo un silencio seguido por un suspiro por parte de Max.

—¿Quieres que conozca a tus padres?

—No. Aún no me pides salir formalmente.

—Creí que era obvio.

Checo se rió. Las luces de la ciudad eran visibles desde su habitación de hotel. Era una vista alucinante, pero no sé comparaba a los ojos azules de Max.

—Si me lo pides por teléfono, voy a decirte que no.

—Voy a regresar el viernes. Puedo tomarme un par de días libres.

Luego de una larga despedida, colgaron. No imaginó lo fácil que Max se iba a meter debajo de su piel. Y aunque los dos tenían trabajos que consumían demasiado tiempo, lograban encontrar un equilibrio. Observó su reflejo en la ventana del hotel y una sonrisa se formó en sus labios. Se desabrochó por completo la camisa, y la dejó abierta. Tomó la foto y se la envió a Max. No sabía cuál sería la reacción, solo podía imaginar el uso que Max podía darle.

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Recibió el mensaje cuando su junta estaba a punto de dar inicio. La ventaja era que la reunión sería por videollamada, y desventaja sería que Max no podía borrar la imágen de su mente y estaría distraído. Necesitaba por lo menos diez minutos, y su mente estaría libre para llevar a cabo su trabajo sin ningún contratiempo, y así se lo hizo saber a su asistente mientras él se dirigía a un lugar con más privacidad, no sin antes responder: Cuidado con el león, siempre está hambriento. La respuesta de Checo fue: Espero que no sean palabras vacías. Oh, algo iba a estar vacío pero no sería Checo.

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—Max, ya basta. Déjame respirar— Checo se quejó, pues Max lo había tenido entre sus brazos durante varios minutos luego de su reencuentro.

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