Caput-Ūnum

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El gran mundo, habitado por inimaginables criaturas, exóticas algunas, otras no tanto. Una de ellas los humanos, seres con moral, que saben diferenciar el bien y el mal según los hayan educado, irónico si en su mayoría van en decadencia.

Unos son reconocidos, otros no tanto.

En el mundo humano se dividen en clases, creadas por ellos mismos, si no recuerdo mal, eran alta, media y baja, como si fueran de distintas razas, como si fueran diferentes a pesar de que el supremo los creó igual.

Y como todo mundo, son gobernados por alguien, un ser lleno de poder, con un intelecto intacto y mayor al promedio, un ser que los librará de todo y defenderá a su gente de cualquier cosa como gobernador.

Que a principios de su existencia, ellos mismos eligieron a su gobernante, pasando aquella sangre de generación en generación.

Bueno, en este mundo, son exactamente 7 Reinos e Imperios, liderados por gente bruta y astuta.

Pero en el lugar donde nosotros comenzaremos está historia, es en un Imperio no muy conocido, pero rico en minerales. ¿Su nombre? Bueno, ¿Y si lo descubren por si mismos?

Ten cuidado, a los intrusos se les da mal indagar.
Casi siempre termina mal.

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Un día soleado y bello, se convirtió en una tormenta con rayos y truenos resonando en cada callejón de cada vivienda, no había excepción, no se detenían aunque muchos le rezaban al supremo que parace.

En ese fatídico día de tormenta, en un gran palacio, en una de sus habitaciones más hermosas y lujosas, sirvientas corren de aquí para haya con toallas manchadas de sangre. Frente a un sillón con vista al bosquesillo, hay un líquido transparente. Mientras que en la lujosa y hermosa cama manchada de rojo, se encuentra recostada una mujer de plateados cabellos y ojos celestes como el cielo, gritando con ira y dolor, apretando con lo que se ve, un collar con un crucifijo de dragón.

-- ¡Mierda! ¡Agh! -- Se queja, mirando con odio por la ventana en las que, se ve la tormenta furiosa.

Las sirvientas se posicionan en la parte delantera de la mujer recostada, con cautela y ansias levanta las lujosas sábanas dejando al descubierto la parte vaginal de su señora, dejando ver que algo se asomaba por su entrada roja carmesí.

Una de las criadas se posiciona con dificultad entre las dos piernas de su señora, con sus manos cubiertas de guantes, sujeta con cuidado lo que parece ser una cabeza, con sutileza tira, sacando poco a poco un pequeño cuerpo mientras su señora sigue pujando con dolor.

Un grupo de criadas, dos para ser exactos, se colocan a cada costado de su señora la cual grita y gime de dolor, estás sujetan con total delicadeza sus manos, dejando que la señora las apriete mediante puja con palabras, más bien balbuceos.

-- Ya casi sale mi señora, por favor, puje más -- La criada tratando de ser cautelosa con sus palabras, no mira a su señora y simplemente sigue su trabajo.

La señora de plateados cabellos puja con fuerza, puede sentir sus labios vaginales abrirse más junto a las paredes de su interior, expulsando con dolor al ser dentro de ella, sintiendo un ardor picos recorrer todo su cuerpo al igual que un escalofrío, y que su sudor aumente. Puja con fuerza, esperando que termine el dolor.

Aunque bien ella misma sabía, que ella lo había pedido, ella lo había implorado, no podia culpar a nadie ni aunque quisiera porque sabia que estaría mal, y de todos modos, no se arrepentía de su pedido, estaba satisfecha, aún conociendo las clausuras.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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