Nacidos del Abismo Arco 2

Prólogo (IMPORTANTE)

El mundo estaba roto, unos monstruos habían destruido todo lo que una vez fue, dejando tras de sí un vasto y desolado paisaje donde los recuerdos del pasado se desvanecían con el tiempo. La tierra de Hoshinoya ahora solo albergaba sombras, destrucción y unos monstruos, conocidos como "Kuragamis", criaturas siniestras que devastaban todo a su paso. La gente, estaba desesperada y sin esperanza, sobrevivían en pequeños refugios, temiendo el día en que los Kuragamis les arrebataran lo poco que quedaba.

En este mundo sombrío, un joven llamado Shiro Yukimura, de cabello blanco y mirada cansada, vagaba sin rumbo fijo. Un joven que había quedado huérfano, cargaba con el dolor de su pasado, especialmente la memoria de su madre, cuyo recuerdo lo consumía. Su única compañía era la furia que ardía en su pecho cuando la oscuridad intentaba arrastrarlo hacia el abismo. Sin una meta clara, solo sabía una cosa: odiaba a los Kuragamis, pero más aún, se odiaba a sí mismo por no haber sido lo suficientemente fuerte para proteger lo que amaba.

Junto a él estaba Koharu Suzuki, una joven que se cruzó en su camino tras salvarlo de una batalla que lo dejó al borde de la muerte. De temperamento calmado y sereno, Koharu escondía un dolor propio, pues su hermano Yuki había sido secuestrado por los Kuragamis. A pesar de la destrucción a su alrededor, su bondad y determinación la guiaban. Juntos, Shiro y Koharu formaron un lazo, uno forjado no solo por la necesidad de sobrevivir, sino por una amistad naciente que los impulsaba a seguir adelante.

En su travesía, conocieron a Hiroshi Kondo, el maestro de Shiro, quien vivía en un dojo aislado y mejor conservada que la mayoría de los refugios de la devastada Hoshinoya. Hiroshi, era un hombre sabio y de gran habilidad con la katana, decidió entrenar tanto a Shiro como a Koharu, convencido de que debían fortalecerse si querían hacer frente a los Kuragamis y, quizás, restaurar algo de lo que habían perdido. Durante semanas, ambos jóvenes entrenaron bajo la supervisión de Hiroshi, puliendo sus habilidades físicas y mentales.

El tiempo de descanso fue breve, ya que, mientras recorrían el bosque desolado, se encontraron con Yuu Kuroda, un joven solitario que viajaba de un continente a otro en busca de venganza contra los Kuragamis, a pesar de que él era uno en secreto. Tenía el cabello negro y ojos rojos, Yuu poseía un carácter desafiante, confiado y una determinación inquebrantable. Usaba dos guadañas como armas y, a pesar de su juventud, su habilidad en combate lo convertía en un rival temible. Tras enfrentarse a Shiro y Koharu en un duelo a muerte, se unió a su grupo, impulsado por un deseo compartido de derrotar a los monstruos que habían arruinado sus vidas.

Cuando fueron a una misión cerca del continente Furimori, el grupo se topó con un Kuragami de rango Conquistador, que poseía el "Elemento de Fuego" se llamaba Raijin. La amenaza era inminente, y la batalla que se avecinaba sería decisiva. Mientras se preparaban para enfrentarse a este poderoso enemigo, las tensiones entre los jóvenes crecían.

Pero no estaban solos, ya que, pronto se les unirían otros aliados, como Ryo Miyamoto, un guerrero experimentado que fue mentor de Shiro cuando este último era más joven, y Aiko Hoshino, una elfa sabia que veía en ellos la última esperanza de salvar su pequeño pueblo. La misión que los unía no era solo sobrevivir, sino vencer a los Kuragamis y descubrir el oscuro secreto detrás de su existencia.

El destino de Aohara No Tani, y de todos sus habitantes, pendía de un hilo. Pero mientras Shiro, Koharu y Yuu continuaban su lucha, también descubrían que no solo combatían a los Kuragamis. Enfrentaban sus propios demonios internos, luchaban por redimirse y encontrar una razón para seguir adelante en un mundo consumido por el caos.

El camino estaba plagado de peligros, pero el grupo seguía adelante, con la esperanza de que, al final del horizonte oscuro, una chispa de luz pudiera devolverles lo que tanto anhelaban: libertad, paz y un futuro en el que pudieran reconstruir sus vidas.