Xólotl no quería arder, aunque su inmolación era importante para dar movimiento a los astros y, así, concluir la invención del universo. Entonces tomó valor y huyó velozmente de Teotihuacan hacia rumbo desconocido.
Los dioses estaban enojados ante tal acción, por lo que le ordenaron al Viento encontrarlo para que cumpliera el sacrificio. La tarea no era tan fácil, pues Xólotl empezó a transformarse en diversas especies para que no lo hallaran.