1. when we met

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Los Angeles, California.

-¿Puedes darte prisa, Dante? -exclamó con fastidio la pelinegra, miraba con angustia su reloj digital que descansaba sobre su muñeca. -¡Es el primer día y llegaremos tarde!

Dante bajo corriendo, con los tenis sin amarrar y una gorra de béisbol que cubría su melena negra desordenada.

-¿Puedes bajar tu tono de voz? Estoy seguro que pudieron escucharte hasta marte. -bramó.

Se acercó a la mesa, tomando un pan tostado con una mano mientras la otra agarraba una manzana del frutero.

Besó la mejilla de su madre, cuidando de no golpearla con el bate que sobresalía de su maleta de deporte. Alana podía jurar que seguramente en su mochila apenas y llevaba un bolígrafo y un pedazo de papel arrugado del curso pasado.

-¿Tienes todo? -preguntó su madre, revisando de reojo que Dante no olvidara nada.

El pelinegro paso sus grandes manos por su cuerpo, inspeccionando si tenía su celular, lo cual para el era lo más importante.

-Si ma, todo bien -dijo con prisa, ya abriendo la puerta. Pero su hermana mayor lo detuvo con una mirada afilada.

-No todo. -arqueó una ceja, apuntando a sus tenis desatados. -Al menos no te mates el primer día.

Dante bufó y dejó la manzana sobre la mesa por un segundo para amarrarse los zapatos mientras que Alana le extendía las llaves de la camioneta, el era el único con licencia.

-Ahora sí, princesita. -el chico de ojos verdes rodó los ojos y le arrebató las llaves para pasar por su lado y dirigirse a la camioneta.

-Cuida de tu hermano, Ally. -le grito su mamá antes de que la chica cerrara la puerta detrás de ella.

-¿A que hora llegaste ayer, baboso?

Dante la miró directamente con odio y puso el automóvil en marcha. -No te interesa.

-De hecho si, no pude dormir por los jodidos ruidos de tus pasos. ¿Que no sabes que a las 3 de la mañana ya todos deben estar dormidos?

-¡No eran las tres! -exclamó. -Eran las 2:54 -murmuró a lo bajo. -Además, no te quejes que yo no lo hago cuando te quedas despierta hablando hasta tarde con esa chica...

-Es... diferente. -se excusó, Dante rodó los ojos y continuo con el viaje.

Ambos hermanos llegaron a la escuela 10 minutos después de la entrada, por lo que su tolerancia ya había vencido. Dante se bajo despreocupado de la camioneta mientras texteaba algo en su celular, diferente a Alana quien apenas puso un pie en la acera corrió con todas sus fuerzas hasta el último edificio, donde seria su clase de Filosofía.

Cuando llego al último salón de ese edificio, (que parecía más abandonado que todos los demás) tocó la puerta repetidas veces y espero que le abrieran. Su respiración estaba hecha un asco, su pecho subía y bajaba y sostenía su cuerpo en el marco de la puerta.

-Carajo... -murmuró para ella.

La puerta se abrió revelando a una mujer alta, delgada, con el cabello rubio cayendo en suaves ondas sobre sus hombros.

Sus ojos azules se clavaron en Alana con una mezcla de seriedad pero a la vez bastante diversión, la mujer de al rededor 1.80 (si podía calcular bien) llevaba un conjunto discreto y simple pero a la vez elegante, que realzaba su figura estilizada, Alana podía jurar que a simple vista, pudo haber pasado por una modelo en lugar de una profesora.

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