𝗘𝗟 𝗜𝗡𝗜𝗖𝗜𝗢 𝗗𝗘𝗟 𝗝𝗨𝗘𝗚𝗢

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El viento otoñal se sentía helado mientras Kibum caminaba por las calles desiertas de Seúl. Sus manos temblaban, no solo por el frío, sino por la mezcla de miedo y desesperación que lo envolvía. Con 26 años, la vida no había sido amable con él. Se había quedado sin trabajo hacía meses, las deudas se apilaban, y el alquiler estaba atrasado. No veía una salida, al menos no una que pudiera lograr sin arriesgarlo todo.

El día anterior había encontrado una tarjeta misteriosa sobre la mesa de su diminuto departamento. En el frente, un símbolo simple: un círculo, un triángulo y un cuadrado. En el reverso, un número de teléfono y la promesa de una solución a sus problemas económicos. El juego, decían, era simple. Y el premio, tentador.

Ahora, mientras se acercaba al lugar indicado, una extraña mezcla de curiosidad y temor lo invadía. Las luces de neón de la ciudad parpadeaban sobre su cabeza, pero el rincón al que lo habían citado estaba oscuro, apartado de cualquier mirada indiscreta.

Cuando llegó, había una furgoneta oscura aparcada junto al bordillo. Kibum titubeó un momento, sintiendo el peso de la decisión que estaba a punto de tomar. No tenía elección, o al menos, eso se decía a sí mismo. Su mano temblorosa se posó en la manija de la puerta lateral de la furgoneta.

Al abrirla, una nube de un gas adormecedor lo envolvió de inmediato. Apenas tuvo tiempo de comprender lo que ocurría antes de que sus rodillas cedieran y su vista se oscureciera por completo.

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Minho, por otro lado, no se sorprendió en lo más mínimo cuando perdió la consciencia. Había recibido la misma tarjeta en circunstancias similares, pero él no sentía nada en particular. No era desesperación lo que lo había llevado hasta allí, sino una fría aceptación. Con 30 años, Minho había aprendido que el mundo no tenía misericordia con los débiles. El fracaso y la traición lo habían moldeado en lo que era ahora: un hombre callado, distante, y calculador.

Despertó en una enorme sala iluminada por luces frías y artificiales. Se encontró acostado en una litera de metal, rodeado de cientos de personas vestidas con trajes verdes numerados. Minho observó con atención a los demás, sus movimientos lentos y confusos, como si la mayoría todavía estuviera recuperándose de los efectos del gas. No le interesaba mucho lo que ocurría a su alrededor. No se molestó en interactuar con nadie; en su mente, todos esos extraños eran solo rivales en lo que sea que este "juego" fuera.

Minho llevaba el número 189 bordado en su pecho. El traje le resultaba incómodo, pero no se quejó. Permaneció en silencio, observando desde las sombras mientras otros participantes empezaban a intercambiar nerviosas miradas y murmullos.

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Kibum despertó en una litera en la esquina más alejada de la sala. Sintió su cuerpo entumecido, como si no fuera suyo. Mientras intentaba incorporarse, notó que su traje verde también llevaba un número: 167. Un número que, al parecer, ahora definía su identidad. Miró a su alrededor, los otros jugadores estaban igual de desorientados, muchos comenzaban a murmurar entre sí, intentando encontrar respuestas.

El corazón de Kibum latía con fuerza. No conocía a nadie, y la incertidumbre lo hacía sentirse frágil, vulnerable en medio de esa multitud. Algunos parecían más confiados que otros, hablando en voz alta o tratando de calmar a los demás. Pero Kibum no era de los que tomaban la iniciativa. Se abrazó a sí mismo, respirando profundamente, intentando no dejarse llevar por el pánico.

Sus ojos se encontraron, por un momento, con los de un hombre que estaba en otra litera. Era alto, de rostro afilado, con una expresión fría e impenetrable. Llevaba el número 189. No sabía por qué, pero esa breve mirada lo estremeció. El desconocido no parecía tener miedo, ni siquiera parecía interesado en lo que sucedía a su alrededor. Mientras todos intentaban encontrar respuestas, él permanecía en silencio, aislado. Kibum desvió la mirada rápidamente, sintiéndose aún más fuera de lugar. No tenía la fuerza para afrontar esto solo, pero tampoco sentía que pudiera confiar en nadie todavía.

𝑆𝑄𝑈𝐼𝐷 𝐺𝛥𝑀𝛴˖ ⇸Minkey⇷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora