Capítulo 1

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Uno.

Dos.

Tres disparos.

Sanji abrazaba fuertemente el cuerpo tembloroso de la chica que se había lanzado a proteger. ¿Estaba dispuesto a ser el escudo humano de una señorita? Por supuesto. No se perdonaría ver a una dama lastimada frente a él, no en su guardia.

Se separó de la mujer e inspeccionó su rostro para asegurarse de que no se hubiese dañado.

— ¿Se encuentra bien, madame?

La chica no respondió, pero afortunadamente no había salido lastimada y todo había quedado en un horrible susto. Estuvo a punto de suspirar aliviado cuando el rostro de la mujer se tornó en uno de pánico y soltó un jadeo casi doloroso. Rápidamente dirigió su mirada a donde la chica estaba viendo, siendo detrás de él.

Se encontró con la espalda de Zoro erguida de manera tan imponente como siempre, solo con wado desenfundada y sostenida firmemente por una de sus manos.

— Largo, cocinero, váyanse de aquí ahora — pero Sanji detectó pronto que la voz de Zoro sonaba diferente.

Fue cuando supo por qué el pánico de la chica, quien ya había salido corriendo en busca de refugio lejos del conflicto. Gotas gruesas color carmesí caían del saco verde del espadachín, que pronto se comenzaron a convertir en un pequeño charco a sus pies.

— ¿M-marimo?

Las piernas de Zoro parecieron flaquear, por lo que clavo su katana en el suelo y se sostuvo de ella.

Inmediatamente Sanji se puso de pie y corrió frente a Zoro, notando que los tres disparos habían impactado directamente en su abdomen, pecho y hombro. Su mandíbula se marcaba por lo fuerte que debía estar apretando los diente y su ojo gris estaba nublado, luchando por no cerrarse y caer desmayado.

El rubio sintió su corazón desplomarse y su garganta se apretó, impidiéndole respirar correctamente.

No, Dios, te lo ruego, no de nuevo.

— ¡Zoro! ¿Qué mierda estabas pensando?

Volvió a tambalearse, esta vez rindiéndose ante sus rodillas que habían perdido fuerza. Sanji lo tomó inmediatamente en brazos, evitando que se diera de cara contra el suelo.

Sentía su mente bloqueada, el miedo se estaba apoderando de todo su cuerpo sin saber que hacer, como reaccionar, a donde ir.

— Te dije... que te largues — logro decir entre dientes, aunque parecía que hablaba más por inercia para mantenerse consciente.

Empezó a escuchar a su corazón latiendo en sus oídos, cayendo presa del pánico. El cuerpo de Zoro cada vez se sentía más suelto, dejándose llevar por la fatiga que debía estar siendo la pérdida de sangre y el dolor.

— Bien, ya cayó uno y menos mal que fue el grandulón — una voz habló a sus espaldas.

Por un momento olvidó al idiota que había provocado todo esto. Sanji se movió ligeramente para poder mirar de reojo al sujeto, con los ojos ahogados en rabia. Quería saltarle encima y aplástale la cabeza una y otra vez contra el suelo, pero sus manos se negaban a soltar el cuerpo de Zoro, aferradas a la ropa de este.

— No te preocupes por extrañar demasiado a tu compañero, me aseguraré de que vayas a hacerle compañía justo ahora — y apuntó su arma directamente hacia él.

Sanji abrazo más a Zoro y se preparó para esquivar el ataque en el momento exacto. Aunque sabía que al menos un par de rasguños si se iba a llevar. Su velocidad tendría que ser más que suficiente para llevarlos a algún lugar seguro, aun con el peso extra.

A prueba de balas [ZoSan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora