Capitulo 10

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La lluvia no ha cesado ni un solo instante; sin embargo, al llegar a la plaza de la torre Eiffel el automóvil se detiene y sin importar la lluvia hacen descender a los jóvenes. Haciéndolos atravesar la plaza a pie hasta encontrarse frente a un elegante automóvil de color negro, Silvain lo reconoce de inmediato, «Volveré a la jaula, que horrible se percibe el encierro una vez que se ha probado la libertad». Piensa con amargura.

–Sabes lo que debes hacer, príncipe–indica el hombre con frialdad.

Silvain libera a Solei de su agarre y se aleja en dirección al automóvil frente a ellos, es en ese momento en el que la joven comprende que Silvain ha hecho algo para poder sacarla de ese lugar y devolverle la libertad pero no quiere que él se sacrifique de ninguna manera. De pronto, siente sus cálidas lágrimas correr por su mejilla y combinarse rápidamente con las frías gotas de lluvia, Silvain llega hasta el automóvil, uno de los hombres de traje abre la puerta, Silvain seca una lágrima y observa al pasajero del asiento de atrás.

– ¿Puedo despedirme?–pregunta con tristeza.

–Hazlo–responde sin dirigir su mirada al joven y con tono distante.

–Dile a tus hombres que se vayan, no me iré hasta que ella se encuentre segura.

–Ve a despedirte, yo me encargaré del resto.

Sin pensárselo dos veces, Silvain avanza rápidamente hasta donde se encuentra Solei con su rostro cubierto de lágrimas. Uno de los hombres de de seguridad de del señor Leroux llaman al líder de los hombres que los han acompañado, este se aleja dejando a sus compañeros en su sitio. Solei corre hasta Silvain al verlo regresar y dirigirse hacia donde ella se encuentra, él rápidamente sujeta el rostro de la joven y une sus labios a los de ella tomándola por sorpresa, la joven le corresponde sin dudarlo. Mientras tanto, Gabriel Leroux espera en el automóvil, el líder de los hombres que secuestraron al joven llega hasta él.

– ¿No le han hecho nada la joven, cierto?–cuestiona con tono frio.

–Puede estar tranquilo, señor, hicimos todo lo que pidió, sus ordenes fueron obedecidas al pie de la letra.

–Buen trabajo, la transferencia total ha sido hecha, lo que pediste de rescate y lo acordado por ayudar después en lo que te he pedido, ahora llévate a tus hombres, no molesten a la joven para nada.

–Entendido, señor.

Aquel individuo se aleja del elegante automóvil y con un movimiento les indica a sus hombres que es hora de marcharse, ellos obedecen de manera inmediata dejando a los jóvenes en compañía de los hombres de seguridad personal de los Leroux.

– ¡No vayas con ellos, Silvain!–suplica la joven sin parar de llorar.

–Todo estará bien, toma–indica entregándole su guitarra a la joven–. Cuídala mucho, yo la buscaré para poder cantar junto a ti nuevamente, te amo Solei.

La joven toma el estuche de la guitarra mirándola con delicadeza, Silvain la envuelve en un afectuoso abrazo. Una vez que los hombres se han marchado y únicamente han quedado Solei, Silvain, Gabriel y los guardias de seguridad de los Leroux, el joven regresa hasta el automóvil.

– ¡Silvain!– lo llama la joven.

La suave y dulce voz de Solei se alza a través del sonido de la lluvia, él intenta girar para observarla pero el guardia de seguridad que se encontraba esperándolo se encamina hacia él y lo hace avanzar e ingresar en el automóvil, cerrando la puerta una vez que el joven se encuentra dentro del vehículo para después subir en el asiento del copiloto, Silvain con sus ojos cristalizados en lágrimas mira por la ventanilla percatándose de cómo poco a poco la imagen de la joven se pierde en la torrencial lluvia.

–Dame tu teléfono–indica el joven a su padre.

–Esta salida te ha vuelto rebelde y mal educado, Silvain.

–No es momento, dame tu teléfono ahora.

Sin más objeción, Gabriel Leroux extrae el teléfono de su bolsa y se lo entrega al joven quien rápidamente realiza una llamada para después terminarla y entregarle de vuelta el teléfono a su padre.

– ¿Estas enamorado de esa jovencita, verdad?–cuestiona guardando el teléfono nuevamente.

– ¿Ahora te interesa lo que siento?

–Silvain, sé que no comprendes nada de lo que hago pero créeme que es lo mejor para ti.

–Siempre lo es, padre– responde centrando su atención al frente.

Plaza del centro de París, una fuerte tormenta se ha apoderado de todo el lugar. Algunos transeúntes corren por el lugar buscando refugio en un desfile de paraguas; mientras que, en una de las bancas, cual cuerpo carente de alma, permanece una linda joven que con un estuche de guitarra sobre sus piernas, trata de controlar su desconsolado llanto. Con delicadeza abre el estuche, encontrando en su interior la rosa que obsequio en el metro, tomándola con cuidado dirige su mirada al frente, «No puede ser, el destino». Piensa mientras todos esos recuerdos llegan a su mente.

– ¿Solei?– la llama alguien con tono de pregunta, con delicadeza la joven guarda la rosa y cierra el estuche para mirar a quien la ha llamado–. Soy Ivo Vasseur.

–Se lo llevaron, lo siento–expresa de inmediato con dificultad al no conseguir tranquilizarse.

–Tranquila, su padre se ha encargado de todo, ahora mismo se encuentra de camino a su hogar, no debes preocuparte más por él, me ha llamado y pedido que te ayude, Lèa se encuentra en mi departamento, ¿Vamos?

– ¿Realmente se encuentra bien?–cuestiona con incredulidad.

–Claro que si, si quieres hablar con él, debes venir conmigo.

Confiando en aquel amable joven, Solei se pone de pie, él la cubre con su paraguas y la guía hasta su departamento; sin embargo, después de tanto tiempo bajo la lluvia lo que menos le preocupa a la joven es el frio del agua sobre su piel. Ivo siendo un caballero la cubre aunque ella se encuentra totalmente empapada, al ver la guitarra de su mejor amigo, Ivo comprende la importancia que tiene Solei para Silvain por lo que debe cumplir la petición de su amigo y ayudarla en todo lo posible para que la joven regrese a su hogar, sana y salva.

En el cálido departamento de Ivo Vasseur, Solei se ha dado una ducha de agua caliente y Lèa le ha prestado algo de ropa, mientras que toda su ropa fue ingresada en la secadora de Ivo.

–Debes comer algo, Solei–indica Lèa preocupada al ver a su amiga en ese estado.

–No tengo apetito, gracias.

En el hogar de los Leroux, una elegante camioneta de color negro ingresa y se estaciona, los hombres de seguridad abren los paraguas y acompañan a Gabriel Leroux y a su hijo hasta la entrada de la mansión, ingresan y avanzan por el pasillo que los lleva a la sala. La madre y hermana del joven al verlo, corren a abrazarlo de inmediato.

–Hijo mío, ¿Te encuentras bien? – cuestiona su madre preocupada–. Estas empapado, espero no te enfermes.

– ¿Dónde has estado, hermanito? No sabes cuan preocupadas nos sentimos.

–Estoy bien–replica con sequedad ante las muestras de afecto y preocupación de su madre y hermana.

Sin esperar más respuestas de su parte se dirige a su habitación para cambiar su ropa y demás. Una vez que se ha cambiado de ropa y haberse aseado, encerrado en su habitación, el joven Leroux encuentra su teléfono en el mismo lugar en el que lo había dejado antes de salir de ese lugar, lo sujeta y al percatarse de que no tiene batería lo pone a cargar, después de algún tiempo, toma su teléfono y llama siendo su video llamada respondida de manera inmediata.

– ¡Silvain!–saluda Solei con emoción, de inmediato sus ojos se llenan de brillo.

–Hola, veo que Ivo te ha ayudado, ¿Cómo estás?–pregunta sonriendo al verla.

–Estoy bien, ¿Tú como estas? ¿No te lastimaron?

–No debes preocuparte, estoy bien, Ivo te ayudará a volver a tu hogar, gracias por todo, Solei, estaré en contacto contigo tanto como me sea posible, ¿De acuerdo? No te libraras tan fácilmente de mí.

–No quiero librarme de ti–responde con una sonrisa sin poder controlar el sonrojo que se apodera de sus mejillas.

– ¡Hola, Silvain!–saluda Lèa con una sonrisa–. Me alegra verte bien, ahora que estas sano y salvo, ¿Puedes por favor decirle a Solei que debe comer algo?

Inmediatamente Solei observa a su mejor amiga de manera inquisidora al escuchar la manera en la que la ha delatado frente a Silvain, mientras que Lèa le devuelve una expresión inocente y una sonrisa divertida ante la reacción de la joven.

–Debes comer, Solei, en tu próxima presentación iré a verte y debes estar fuerte para poder dar todo un gran espectáculo–expresa Silvain con una sonrisa.

– ¿Te das cuenta de lo que dices?–interviene Ivo alarmado.

–Lo sé, no te preocupes, amigo, tengo todo cubierto–replica con tranquilidad, Ivo se relaja de manera inmediata mientras Solei sonríe; de pronto, se escucha que llaman a la puerta del joven–. Debo terminar la llamada, Solei, cuídate, Lèa, hasta luego, Ivo, haz lo que te pedí.

Rápidamente Silvain termina la llamada, Solei con el teléfono de Ivo en su mano sonríe sintiéndose más tranquila después de que le fue posible hablar con Silvain. El joven permite que ingresen a su habitación, su hermana ingresa y hablan por algún tiempo. El resto de ese tedioso día, lleno de momentos difíciles, llega a su fin sin mayor complicación.

Sueños, Amor y Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora