MARTINEZ

1 0 0
                                    

Cuando llegó a la escena del crímen, todavía era de mañana. Bajandose de su Sedan negro, un hombre de tez blanca, bronceada, cabello negro corto y grueso bigote levantó su brazo y movió con la otra mano la manga de su oscuro saco pudiendo contemplar con atención el brillante y metalico reloj que descansaba en su muñeca. Las agujas amarillas del reloj marcaban las once de la mañana en punto del día doce de mayo de 1975. Sus fríos y penetrantes ojos oscuros observaron con atención el entorno. Las vallas amarillas de seguridad rodeaban la puerta de entrada mientras que algunos oficiales de uniforme mantenían alejados a los curiosos junto a los vecinos. Las camionetas con los logos de los canales de noticia ya se encontraban en la escena, posiblemente mucho antes de que el primer coche patrulla pudiese llegar, y los reporteros hablaban con su microfono a la cámara. Los logotipos rojos de la WYC junto a la camioneta con la letras CBB escritas en azul tambien estaban presentes. Una pequeña van de color negro con la imagen de un cuervo dibujado en rojo y las letras escritas en ese mismo color que decían Bunbunmaru News también estaba aparcado en las cercanias.

Ignorando a esos carroñeros, Martinez dio vuelta su cabeza y comenzó a caminar hacia donde se encontraba la escena del crímen. De cuarenta y siete años, Ricardo Martinez era un hombre muy callado y poco hablador que siempre solía ser directo en sus comentarios y muy por lo general dejaba en claro lo que quería con su mirada. Una mirada profunda, severa e intimidante que reforzaba mucho los rumores que se decían acerca de él. Entrando a la casa, Martinez observó  atentamente su entorno una vez más mientras oía lo que el Sheriff del pueblo le contaba. Lo malo de que estos crimenes ocurrieran en pequeños pueblos era que las autoridades podían ser competentes, más no lo suficientemente profesionales como para poder llevar a cabo la situación, muchos de los oficiales que se encontraban afuera eran amigos y vecinos de la multitud a los que indudabemente se les iría la lengua de más al contar lo ocurrido, si no en ese momento entonces durante esa misma noche en el bar del poblado tras haber bebido unas cervezas de mas.  Lo cierto era que los mismos oficiales dificilmente podrían saber que demonios estaba pasando y en el fondo Martinez solo deseaba que fuese un burdo imitador antes que el verdadero desgraciado que enfrentaron haría diez años atras.  El Sheriff aun hablaba cuando subieron por las escaleras dirigiendose a donde se encontraba la más reciente victima del asesino de la Luna Llena. Mientras subían, Martinez rememoró los asesinatos. Todos brutales y perversos, también recordó a su viejo compañero, Striker. Ese caso fue devastador para ambos, mientras que a Striker le trajo un divorcio junto a varios problemas de alcohol y un traslado a la parte de escritorio, a Martinez, por otro lado, lo llevó a Vietnam en donde trabajó  en la parte de inteligencia, en donde estuvo activo hasta 1973 cuando retornó a Estados Unidos convirtiendose en el jefe del F.B.I.

El Sheriff abrió la puerta y Martinez entró a la sangrienta habitación con la misma tranquilidad con la que entraría a la suya, observando con detenimiento aquella carnicería, sus inexpresivas facciones mantuvieron su clara tranquilidad, aquello no lo afectaba en lo más minimo, pero internamente se molestaba porque significaba que no estaba ante un imitador sino ante el verdadero desgraciado. Tras un largo retiro de diez años, finalmente ese infeliz había vuelto a la acción.

REISEN: EL ASESINO DE LA LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora