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Tomioka nunca se consideró alguien particularmente atractivo por sus nulas habilidades sociales y la tan poca cantidad de pretendientes que tiene.

Sin embargo, el resto de sus conocidos sabía que no era así.

Giyū Tomioka era alguien demasiado atractivo y si tienes la suerte de conocerlo muy bien, se podría decir que sería una buen partido en una relación seria.

Lo único malo, es que tiene un defecto.

No entiende indirectas.

Es debido a esto que jamás se percató de las decenas de pretendientes que tuvo, mucho menos fue consiente de la manera tan cruel y fría que los había rechazado.

Muchos se rindieron antes de poder ser directos puesto que, si Giyū rechazaba las indirectas eso significa que jamás estuvo interesado. Aunque claro, la realidad es que nunca estuvo enterado.

Sin embargo, había un chico que haría cualquier cosa para dejarle sus intenciones claras de la manera más directa que pueda.

Porque Obanai Iguro no puede no ser directo.

Un día Iguro lo vió caminar de regreso a casa, era una de esas raras ocasiones donde lo podía ver fuera de la universidad y no desaprovechó la oportunidad.

Pasó la calle con rapidez sin fijarse demasiado en el auto que casi lo atropellaba y estando en la misma cera apresuró su paso hasta estar a su lado.

—Tomioka, hola.

Giyū al verlo se apenó enseguida, Obanai no era alguien que se le acercara mucho.

—Oh, hola, Iguro.

No hubo una respuesta rápida.

El silencio incómodo se prolongó entre ellos.

—Tomioka, a tí...

Giyū miró esperando a Obanai, no sabiendo muy bien cuál era la razón por la que las orejas de Iguro se tornaban de un tono rojizo. ¿Tendrá fiebre? Fue su duda, pero no se atrevió a interrumpir lo que estuviera a punto de decir.

—¿A ti te gusta el cereal?

Qué pregunta más extraña, pensó Tomioka ladeando confundido la cabeza.

Sin embargo, sonrió pensando que es una pregunta habitual para la gente social.

—Sí, sí me gusta.

Giyū hace un gesto pensante un segundo.

—Todas las mañanas como cereales y leche de desayuno, es lo más rápido para la universidad.

Fue una respuesta larga para una pregunta nada habitual, Tomioka estaba feliz de poder contestar rápido.

—¿Oh, en serio?

—Sí.

—Pues qué envidia.

Tomioka lo mira extrañado, después observa el cuerpo de Iguro y se percata por primera vez la delgadez oculta bajo las capas de ropa oscura.

¿Será que no puede desayunar todos los días? Piensa Tomioka con preocupación, tal vez fue muy poco considerado de mi parte presumir...

—¿Po-por qué envidia?

—Es que...

Obanai detiene su caminar y alza la mirada para mirar a Tomioka a los ojos, este en respuesta copia sus movimientos y lo mira de vuelta.

—Ahora quiero ser el cereal.

Tomioka se ríe por las ocurrencias del contrario.

—Iguro, ¿pero qué cosas dices? ¿Por qué querrías ser un cereal?

Obanai también sonríe debajo de su tapabocas, esconde las manos en los bolsillos de su sudadera e interrumpe la risa de Giyū diciendo:

—Porque quisiera que me llenes de leche todas las mañanas.

¿Qué?

Tomioka deja de reír, abre sus ojos azules y en segundos su cerebro procesa la información, entendiendola enseguida.

Iba a contestar cualquier cosa estúpida que se le pasara por el cerebro pero justo en ese momento ve a Obanai salir corriendo a la calle, casi siendo atropellado otra vez.

Durante toda esa tarde Giyū fue incapaz de concentrarse.

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•-Piropos para Tomioka-•GiyuOba•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora