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Despertó, con notorias ojeras adornando sus ojos, antes azules como el cielo o el mar... Ahora solo como un pequeño reflejo de lo que antes era. Frotó sus ojos, y con cuidado se levantó de su cama.

Se dirigió a su baño, y vio su demacrada imagen que el frio espejo lograba reflejar. ¿Cuándo se había vuelto así?.

Salió de su habitación y empezó a caminar por los pasillos sin gana alguna.

Cuando su madre lo vio, una mirada triste se quedó clavada unos momentos en su hijo, pero pronto sus ojos se desviaron a otro lugar y siguió, silenciosa, en lo que hacia. No importaba cuánto hubiese pasado, aún se sentía terriblemente culpable por lo que pasó.

El zorro no sintió nada, después de todo, ya era frecuente.

El padre de el rubio lo vio desconsolado, ¿Qué podía hacer?, ¿Decirle después de tanto que todo estaría bien cuando era claro que no sería así?.

El zorro camino con las colas caídas hasta llegar a un ventana cercana. Su vista se quedó en las cortinas apagadas que cubrían su antigua felicidad. Acaricio con delicadeza los pliegues de tela y luego sintió una punzada en el pecho.

El zorro camino con la cabeza agachada y volvió a su habitación.

¿Cuándo fue que la sonrisa que antes adornaba su rostro lo abandonó?.

—¿Miles?...—dijó una voz femenina bastante reconocible para el zorro, quien levantó la mirada de repudio y rencor de su cuerpo. Vio a la figura poco más alta que el y la punzada volvió.—¿Puedo?...—la voz sonaba triste, como siempre.

El zorro le dedico una débil sonrisa y asintió.

—¿Cómo estás, hermanito?.—preguntó, colocando una de sus manos en un hombro de el menor.

—como siempre.—dijó mientras intentaba sonreír, sin obtener resultado alguno.

—¿Otra vez no pudiste dormir?.—lo vió con preocupación al notar sus ojeras ser más marcadas que el día anterior. El zorro abrió un minuto la boca, pero la cerró al instante.

La chica sintió el dolor de el zorro. Apesar de que ella no pasó por aquel hecho traumático que marco de por vida la vida de el menor, le dolía de igual manera.

—oye...—la chica lo vio con la mirada perdida.—¿Quieres...?.—no pudo siquiera terminar de hablar cuando sintió el cuerpo de el zorro aferrándose al suyo mientras intentaba no sollozar y unas lágrimas se desbordaban por sus mejillas.

Era triste saber que no podía hacer nada para aliviar un poco el dolor que el zorro cargaba consigo. Era frustrante el ver a alguien que amaba sufrir y no poder hacer nada al respecto. Se sentía inútil, había fallado con lo único que se le había sido encargado.

Proteger a su hermano.




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—No..., por favor... Déjeme... ¡No me toque!, me duele... No... Suelteme... No me hagas más daño... ¡No!, ¡No!, ¡Mamá!, ¡Zooey!, ¡Ayúdenme, por favor!.


—ayudenme... ¡Ayúdenme!.—despertó con lágrimas en sus ojos. Otra vez esa terrible pesadilla lo atormentaba. Cómo cada noche. La luz de su habitación no tardo en ser prendida. El zorro temblaba mientras sentía un sudor frío recorrerlo.

—Miles...—la rubia lo abrazó.—estoy... estoy aquí...

¿Pero ese día?, ¿Dónde estaba ese día?.. Cuando tanto la necesito...

—prometo que nunca más te dejaré.—lloró al lado de el menor mientras le acariciaba con ternura sus mechones rubios.—lo prometo... ¿Si?... Juro que nadie podrá volver a lastimarte nunca mas...






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Dios, ando con creatividad.

¡Buenas!, ¿Cómo están?.

Les presento está nueva obra que, realmente no creo actualizar seguido, pero me esmerare en hacerlo.

¿Les gusta como quedo?.

17-09-2024

6:42 p.m.

Déjame sanarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora