Introducción

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Su cabello bien peinado y acomodado hacia atrás, el traje de un café claro y el maletín que llevaba en mano lo acompañaban esa fría tarde.

Hizo una pausa observando sus zapatos, estaban tan limpios que incluso podía ver su reflejo en ellos. Suspiró profundamente y relajó el rostro antes de abrir la puerta de su hogar, escuchando un par de voces en el interior.

─¡Papá!

Un niño y una niña de unos 4 años se acercaron a él rápidamente, riendo y extendiendo sus brazos para poder abrazarlo.

Él sonrió de vuelta, después de un día pesado ellos eran lo único que lo reconfortaban.

─¡Hey! Ya les he dicho que no corran en la casa, pueden lastimarse─tiró el maletín a un lado y recibió a ambos niños, cargándolos con facilidad─. ¿Qué hicieron hoy? ¿Ya cenaron?

Los niños siguieron riendo al ser levantados, aferrándose a la camisa y cuello de su padre respectivamente.

─Mamá dijo que te esperemos.

Un ligero sabor amargo se instaló en su boca, manteniendo la sonrisa para sus hijos.

─Ya veo...Vamos a comer entonces, ¿dónde está su madre?

Aún con sus hijos en brazos, entró a la cocina, sentandolos en sus sillas. Los niños alzaron los brazos con una mueca al mismo tiempo. Wonwoo sonrió divertido, era su forma tan peculiar de decir que no sabían algo.

─Estaba lava...Lava... ─murmuró su hijo menor con el ceño fruncido, tratando de encontrar la palabra correcta.

«Me recuerda tanto a él»

─Estaba lavando la ropa, Ha Eun.

Un escalofrío lo recorrió al escuchar su voz, podían pasar años y aún no se acostumbraría.

─¿Cómo te fue hoy cariño?

La mujer de cabello castaño se acercó con una sonrisa, tan tranquila, tan serena y llena de afecto, que a Wonwoo le dolió el corazón.

Ojalá pudiera darle el mismo amor que tenía por él.

Tomó su rostro de forma delicada y lo besó suavemente. Un beso que se vió obligado a corresponder con una falsa sonrisa.

─Fue bastante agotador, no tuve tiempo para descansar así que estoy hambriento.

Rápidamente se alejó de su esposa con esa excusa barata, sentándose a un lado de su hija a la cabeza de la mesa. Intentó ignorar el nudo en su garganta viendo a la niña jugar con su hermano, a quién molestaba de vez en cuando al ver que no se aprendía el juego de manos que llevaban practicando hace días.

─Hae Won ya deja a tu hermano, mira como está de rojo...

Mientras regañaba a los niños por el alboroto, dejó el plato de comida frente a él. No mentía cuando dijo que estaba hambriento, el bufete estaba hundido en papeleo y su caso no era particularmente fácil esa semana, eso más la fecha en la que se encontraba lo tenían abrumado.

Se disoció de todo a su alrededor. Todo le resultaba tan ajeno, su matrimonio, su hogar, a veces hasta sus hijos a pesar de amarlos profundamente.

Dejó su plato a la mitad y se levantó repentinamente de su lugar, confundiendo a su esposa, que se encontraba a su izquierda.

─Wonwoo, ¿a dónde vas? ─preguntó al verlo junto al umbral de la cocina.

─Estaré en mi oficina, tengo mucho trabajo y olvidé revisar uno de los documentos.

Tomó su maletín del suelo sin verla. Estaba a punto de irse cuando habló nuevamente.

─Pero no has terminado de comer, ¿no puedes esperar un poco más?

Se veía claramente preocupada y eso solo hizo que su corazón se estrujara más.

─Está bien, puedo bajar en un rato más después de terminar.

─Pero...

─Emilie, estoy bien. ─dijo alzando la voz para que lo escuchara.

Le sonrió lo más tranquilo que pudo, tratando de transmitirle esa calma como ella siempre solía hacer con él.

Emilie asintió levemente con la cabeza, aún no muy convencida. Sin embargo no esperó a una respuesta y prácticamente corrió hasta su oficina en el segundo piso, cerrando la puerta con tanta desesperación que hizo temblar ligeramente la habitación.

Botó el maletín en el pequeño sofá que tenía y se sentó frente a su escritorio, recargando los codos sobre este mientras sostenía su cabeza.

En ocasiones se preguntaba por qué a pesar de los años no podía olvidarse de eso, por qué no podía aceptar el hecho de que nunca podrían estar juntos, hacerse a la idea de que esa familia jamás sería de ambos.

Nuevamente se levantó de su lugar y se acercó a uno de sus libreros sin importarle lo mucho que le había costado conseguirlos y tomó la llave que cayó de uno de estos. En el fondo se encontraba un compartimiento pequeño que se camuflajeaba con el mueble.

Insertó la llave sacando una caja blanca, la tomó con cuidado y se tumbó en el suelo con la respiración irregular.

Era algo que hacía todos los años y aún así le seguía doliendo.

Sus manos temblaban cuando retiró la tapa, y sus ojos se cristalizaron al ver el primer objeto.

─Hey...Ha pasado un tiempo.

Su voz sonó tan rota, que de no estar solo se habría puesto rojo hasta las orejas.

Formó una sonrisa temblorosa mientras sujetaba al muñeco de madera, apretandolo con más fuerza a cada segundo.

Lo colocó sobre uno de los libros que había tirado y siguió sacando los pocos objetos que tenía aquella caja. Pequeñas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras recordaba las historias detrás de cada cosa, su sonrisa se expandía lentamente por la nostalgia de tener todo eso entre sus manos, hasta que llegó al final.

Todas las cosas ya estaban sobre los libros para que no se maltrataran, solo quedaban los papeles. Su sonrisa pasó de ser nostálgica a triste mientras veía una fotografía.

La contempló por un tiempo que se le hizo infinito, hasta que volvió a ver dentro de la caja, encontrándose con ese papel que tanto había cuidado con el paso de los años, con ese papel que tanto daño le hizo pero al mismo tiempo, le hizo sentir tan amado.

...Cómo desearía que fueras tú...

Susurró aún con la foto en mano, recordando cómo de un día a otro, le quitaron lo que más amaba.

BittersweetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora