EL ÚLTIMO RUGIDO: Capítulo 1 El Despertar

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Tres horas después de recibir la buena noticia, Elena y Alex fueron a celebrar a un prestigioso restaurante propiedad de la familia de Alex. Al enterarse de la noticia, la familia los invitó a una cena de cortesía por el gran triunfo que habían logrado. Elena, lista para la ocasión, vestía un radiante vestido rojo con lentejuelas, que la hacía lucir ostentosa pero elegante a la vez. Su atuendo combinaba con su brillante cabello castaño, sus ojos verde agua y sus labios de un vibrante color rojo. Por su parte, Alex llevaba un ostentoso esmoquin azul marino, que lo hacía ver muy elegante; su cabello negro y sus ojos verdes complementaban su conjunto.

Durante la cena, ambos hablaron de lo maravilloso que sería trabajar en un proyecto tan importante. Todos estaban felices, conversando sobre la oportunidad de oro que tenían en sus manos. En medio de la charla, la hermana pequeña de Alex le hizo una pregunta a Elena.

—Oye, Eli —un apodo que le puso la niña—, ¿por qué tus padres no vinieron a la cena? —preguntó de manera inocente.

—Bueno... Es complicado —respondió Elena, con un nudo en la garganta.

—¿Pero por qué? ¿Tus papis están ocupados?

—Es que... necesito un minuto —exclamó, levantándose de la silla y cubriéndose la cara para que no vieran que comenzaba a sollozar.

Después de lo sucedido con Yessenia y su equipo, ella ordenó que nadie saliera hasta que se supiera qué estaba ocurriendo. La criatura fue neutralizada justo después de que dejó en paz a la científica, y la guardaron para analizarla y dictaminar qué era aquella extraña criatura. Yessenia, en su cuarto, trataba de guardar la calma mientras se peinaba su largo y sedoso cabello rubio. Su mirada se perdía en el vacío mientras recordaba cómo nació su interés por la ciencia y cómo llegó hasta allí.

Cuando Yessenia tenía ocho años, vio por primera vez la película Volver al futuro y descubrió que la ciencia parecía algo increíble. Ese amor por la ciencia creció con películas como Star Wars, Yo robot y otras más que se estrenaban en el cine. Todo eso la llevó a convertirse en una gran científica. Lo recordó con una sensación agridulce, porque sentía que todo su esfuerzo había sido en vano, que todo su sacrificio no había valido la pena, y que, irónicamente, ese mismo esfuerzo la había llevado al borde de la muerte.

Pero a pesar de todo, tenía que analizar a la criatura. Para bien o para mal, ella era la encargada de la misión, y como líder debía cumplir su trabajo al pie de la letra, sabiendo que pronto llegarían nuevos científicos al lugar.

—No puedo hacer nada, sea lo que sea que esté pasando, tengo que hacer mi trabajo —pensó Yessenia, afligida por lo sucedido.

De repente, una alarma comenzó a sonar, alertando de que algo estaba ocurriendo en el laboratorio. Yessenia, sin pensarlo, fue rápidamente a ver qué estaba pasando. Al parecer, la criatura que habían encontrado y neutralizado no lo estaba del todo, pues comenzó a golpear bruscamente la cápsula que la contenía, mientras emitía fuertes chillidos de desesperación. Yessenia no sabía qué hacer, así que rápidamente suministró gas fosgeno como medida de contención para evitar más bajas desafortunadas. La criatura comenzó a agonizar debido a la alta concentración de gas, y sus chillidos resonaron hasta que finalmente cesaron.

Un silencio abrumador invadió el laboratorio cuando la alarma se detuvo. A pesar de la cantidad de gas que había administrado, cualquier criatura habría muerto en cuestión de minutos, pero esta solo cayó en un profundo sueño, como si hubiera sido sedada con un tranquilizante ordinario. Los científicos no comprendían lo que estaba ocurriendo, ya que era imposible que un organismo sobreviviera a tales condiciones.

—Es imposible que un organismo expuesto a gas fosgeno solo entre en hibernación —exclamó Yessenia, consternada.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó uno de los científicos.

—Notifíquenle a Francis sobre la situación lo antes posible —ordenó Yessenia, preocupada.

El último rugido: PrólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora