Un encuentro inesperado

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 El sonido suave del piano llenaba el teatro mientras los pies ligeros de Aurora Moretti se deslizaban por el escenario. Su figura esbelta y grácil dominaba cada rincón del lugar, donde el auditorio lleno guardaba silencio absoluto. Cada pirueta, cada salto, estaban ejecutados con una precisión y una delicadeza que dejaban sin aliento a los presentes. Ella era la estrella de la noche, la bailarina principal en una de las academias de ballet más prestigiosas de Italia. Aurora había comenzado a bailar desde que tenía uso de razón. Desde pequeña, se había sentido atraída por la música y los movimientos que su cuerpo podía crear cuando la escuchaba. Para ella, la danza no era solo un arte, sino un lenguaje, una forma de expresar emociones sin palabras. Esta noche no era diferente. Mientras sus pies descalzos tocaban suavemente el escenario, sentía cómo la energía del público se fusionaba con la suya. Había aprendido a sentir cada mirada, a absorber cada aplauso contenido mientras el espectáculo avanzaba. Sin embargo, en esta ocasión, había algo diferente en el aire. Un tipo de energía que no había sentido antes, una tensión apenas perceptible pero innegable. Su mirada, aunque fija en el infinito, captaba un destello de algo inusual entre la multitud. Era una presencia que, aunque desconocida, se hacía sentir en lo profundo de su ser. Al final de la función, los aplausos retumbaron en el teatro. Aurora se inclinó en una reverencia, el sudor perla su frente, pero su rostro mantenía la expresión de serenidad de una bailarina que había ejecutado a la perfección cada uno de sus movimientos. En el camerino, mientras se quitaba los zapatos de ballet y aflojaba su cabello en largos mechones oscuros, escuchó un suave golpe en la puerta. —Señorita Moretti —anunció su asistente con una voz delicada—, hay alguien que desea conocerla. Aurora levantó una ceja, sorprendida. No era raro que admiradores o incluso patrocinadores quisieran felicitarla después de una actuación, pero había algo en la expresión de su asistente que la hizo dudar. Había un brillo nervioso en sus ojos, un temblor en su voz que delataba que esta no era una visita ordinaria. —¿Quién es? —preguntó Aurora, mientras se colocaba una bata ligera sobre su delgado vestido de baile. —No lo sé —respondió la asistente con un leve temblor—. Es... bueno, parece un hombre importante. Muy elegante. Dijo que se llama Xavier Alessandro. El nombre sonó en la cabeza de Aurora como un eco distante. No lo conocía, pero había algo en la manera en que su asistente lo había pronunciado, que captó su atención. Decidió que debía salir a ver de qué se trataba. Después de todo, este tipo de encuentros podía ser importante para su carrera. Nunca se sabe cuándo una nueva oportunidad se presentaría en el mundo del arte. Cuando Aurora salió del camerino, lo primero que notó fue la silueta imponente de un hombre que destacaba incluso en el pasillo lleno de admiradores y bailarines. Era alto, con una postura elegante, vestido impecablemente en un traje oscuro que parecía estar hecho a medida. El cabello negro y ligeramente despeinado le daba un toque de desaliño calculado, pero lo que más la impactó fueron sus ojos. Estaban fijos en ella desde el momento en que apareció, y había algo en ellos, una mezcla de intensidad y misterio que la hizo detenerse un segundo más de lo necesario antes de acercarse. —Señor Alessandro, ¿verdad? —dijo Aurora, su voz melodiosa, pero firme, mientras extendía la mano. Xavier sonrió, una sonrisa pequeña, pero cargada de una seguridad que solo alguien acostumbrado a obtener lo que quería podría tener. Su mano, cuando tomó la de Aurora, era firme, cálida, pero sus dedos se demoraron un segundo más de lo habitual en soltarla. —Aurora Moretti —dijo con una voz grave y seductora—. Ha sido un verdadero placer verla bailar esta noche. Es como ver a un ángel en movimiento. Aurora sintió un leve sonrojo en sus mejillas, pero se obligó a mantener la compostura. Había escuchado cumplidos antes, pero nunca entregados de una forma tan hipnótica, casi como si sus palabras tuvieran un peso adicional, una intención oculta que no lograba descifrar. —Muchas gracias —respondió, tratando de mantener la conversación ligera—. Siempre es un honor recibir palabras tan amables después de una presentación. —No, no es solo amabilidad —dijo Xavier, dando un paso más cerca, invadiendo apenas su espacio personal—. Lo que vi esta noche fue algo extraordinario. No suelo impresionarme fácilmente, pero usted... —Hizo una pausa, como si midiera sus palabras con cuidado— ...es especial. Aurora se quedó en silencio por un momento. Había algo en la forma en que la miraba, que hacía que su corazón latiera un poco más rápido. Sin embargo, también había algo oscuro, una sombra detrás de sus palabras, una sensación de peligro que no podía ignorar. Y, sin embargo, no podía apartar los ojos de él. —¿Le gustaría cenar conmigo? —preguntó de repente Xavier, rompiendo el silencio. Aurora titubeó por un segundo. No esperaba una invitación tan directa y, aunque algo en su interior le decía que debía rechazarla, otra parte de ella estaba intrigada, cautivada por este hombre misterioso que parecía tener tanto poder. —No estoy segura de que sea una buena idea —dijo, aunque en el fondo sentía que su resistencia se debilitaba. Xavier sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. —Solo una cena, Aurora. Quiero conocer mejor a la mujer que ha capturado mi atención de una manera tan... singular. Había algo en la forma en que pronunciaba su nombre que hacía que su piel se estremeciera. Finalmente, después de un largo momento de reflexión, asintió. —Está bien, acepto. Pero solo una cena.

La cena fue en un restaurante exclusivo, el tipo de lugar que Aurora nunca habría imaginado visitar por su cuenta. Las luces eran tenues, el ambiente sofisticado, y la vista desde el balcón privado donde los acomodaron era simplemente espectacular. A través de las ventanas, podía ver las luces de la ciudad extendiéndose como un océano de estrellas. Xavier, sentado frente a ella, era la personificación del misterio. A medida que la noche avanzaba, compartió pocas palabras sobre su vida, aunque escuchaba con interés cada cosa que ella le decía. Sabía cómo manejar una conversación, haciendo que ella hablara mientras él permanecía en las sombras, revelando apenas lo necesario. —¿Siempre has querido ser bailarina? —preguntó, en un momento, sus ojos fijos en los de ella. Aurora asintió, bajando la mirada hacia su copa de vino. —Desde que era una niña. La danza es mi vida, es la única forma en la que puedo expresar lo que siento. Xavier sonrió de nuevo, ese tipo de sonrisa que parecía comprender más de lo que dejaba ver. —Es fascinante cómo algunos encuentran su pasión tan temprano —dijo, tomando un sorbo de vino—. Yo no tuve esa suerte. Aurora levantó la vista, interesada por su comentario. —¿Y qué te apasiona a ti, Xavier? Él se quedó en silencio por un momento, y por un instante, algo oscuro cruzó su mirada. Fue una fracción de segundo, pero Aurora lo notó. —Los negocios —dijo finalmente, pero su tono tenía un matiz que indicaba que no estaba diciendo toda la verdad—. Me apasiona el poder, la capacidad de cambiar el curso de las cosas. Había algo en su voz que le hizo sentir una leve punzada de inquietud. Aunque no podía poner el dedo en la llaga, sentía que Xavier era mucho más de lo que parecía. Pero a pesar de esa sensación, no podía dejar de sentirse atraída por él. Había algo en su misterio, en su oscuridad, que la cautivaba, como una mariposa que no podía evitar acercarse a la llama. Cuando la cena terminó, Xavier insistió en llevarla a casa. Mientras el coche negro avanzaba por las calles iluminadas, Aurora no pudo evitar pensar en cómo había comenzado su noche, con la pureza del escenario, y en cómo ahora se encontraba al lado de un hombre que emanaba un peligro silencioso. Al llegar a su edificio, Xavier se inclinó hacia ella antes de que pudiera salir del coche.

—Gracias por acompañarme esta noche —dijo suavemente, y sus ojos se posaron en los de ella por un largo momento—. Espero que podamos repetirlo. Aurora sonrió ligeramente, aunque su mente seguía luchando por entender lo que estaba sintiendo. Algo en él la atraía, pero también la aterrorizaba. —Tal vez —dijo, mientras salía del coche, sin estar completamente segura de qué era lo que quería realmente. Mientras subía las escaleras hacia su apartamento, no pudo evitar volverse a mirar el coche de Xavier alejándose. Algo le decía que este no sería el último encuentro inesperado entre ellos. Y aunque sabía que debía mantenerse alejada de él, no pudo evitar desear, en lo más profundo de su ser, volver a verlo.

Doncella de la Mafia 🌙🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora