Lujo y promesas

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 Llevada por el asombro mire el anillo brillante que tenía en mi dedo, una fina sortija de oro blanco adornada con un diamante delicado. Es exquisito, y me queda a la perfección. La luz del sol entra por las amplias ventanas del ático donde estoy, iluminando el espacio con un resplandor cálido. Todo parecía sacado de una película: el piso de mármol blanco, los muebles de diseño minimalista y el sutil aroma de champán que llenaba el aire. Era demasiado, pero a la vez embriagador.

—Te gusta, ¿verdad? —preguntó Xavier, sentado en frente de mi en el sofá de cuero negro, observándola con una sonrisa.

asentí, sin palabras. Claro que me gustaba. ¿Cómo no iba a gustarme? Es un mundo que nunca había conocido he imaginado. Cenas en restaurantes donde la carta no tienen precios, paseos en autos de lujo, joyas que parecen sacadas de los escaparates más exclusivos. Todo esto empezaba a formar parte de mi vida desde que Xavier había entrado en ella. Y, sin embargo, hay algo que me inquietaba en todo esto, una opulencia que a veces se sentía sofocante.

—Es hermoso, Xavier. No sé qué decir... —murmuró, aun asimilando el último regalo que él me ha dada.

Xavier él sonrió, se levantó y caminó hacia mí. Con suavidad, toma mi mano, observando el anillo junto con ella, como si compartieran un secreto solo suyo.

—No tienes que decir nada. Solo quiero que tengas lo mejor, lo que mereces —susurró, acercándose más. Su voz siempre tenía ese tono hipnótico, una mezcla de promesa y misterio que a veces me desconcertaba, pero que también me hacía desearlo más.

levantó mi vista encontrándome con sus ojos Xavier. Mis pensamientos no dejan de dar vueltas si todo esto es real. Hace apenas unos meses, mi vida era tranquila, casi monótona. Me la pasaba toda la mañana en el estudio de ballet, bailando en soledad, con la única compañía de la música suave. Las noches, si no las pasaba sola, eran con Elena mi mejor amiga o con mi grupo reducido de amigos, en nuestro café favorito, compartiendo charlas sobre arte o los últimos libros que habíamos leído.

Ahora, mi vida parecía un sueño inalcanzable, como si hubiera sido absorbida por un mundo que no me pertenecía pero que, de alguna forma, me reclamaba. Xavier no escatimaba en mostrarme ese mundo:

ropa de diseñador que llegaba a mi apartamento envuelta en papel seda, cenas en restaurantes con estrellas Michelin, viajes de fin de semana a lugares paradisíacos. Todo brillaba, todo parecía perfecto.

Pero, en medio de ese lujo, no podía evitar sentir una sombra acechante. Se que Xavier está involucrado en algo turbio, lo he sentido desde el principio, pero no podía precisar qué. Lo que fuera que hacía para mantener ese estilo de vida no es transparente, pero cada vez que yo insinuaba algo, él lo evade con elegancia, desviando la conversación hacia su próxima cena en un restaurante exclusivo o un nuevo regalo.

Esa noche, me llevó a un restaurante que ni siquiera había sabido que existía en la ciudad. Estaba escondido en una calle estrecha, sin ninguna señal visible desde afuera. Solo un portero vestido de negro que parecía conocer a Xavier demasiado bien. Al entrar, me quedó deslumbrada: candelabros de cristal colgaban del techo, y el susurro de la conversación de los pocos comensales creaba una atmósfera de intimidad y exclusividad.

—Este lugar es increíble —dije mientras el camarero, vestido impecablemente, nos servía un vino que probablemente costaba más de lo que yo ganaba en un mes como bailarina.

—Solo lo mejor para ti —respondió Xavier, mirándome con intensidad.

El menú es una obra de arte en sí mismo: platos elaborados que yo apenas podía pronunciar, combinaciones de sabores que nunca había probado. Todo estaba diseñado para impresionar. Mientras cenábamos, Xavier me miraba de una manera que me hacía sentir especial, como si fuera la única persona en el mundo.

—Quiero que te acostumbres a esto —dijo de repente, inclinándose hacia mí. —A todo esto. Porque es solo el principio.

En ese instante sentí un escalofrío recorriéndome la espalda. ¿El principio de qué? me quedó un momento en silencio, mirando mi copa de vino. Sabía que había algo más, que ese lujo no venía sin un precio, pero en ese momento, la atracción por el estilo de vida que Xavier me ofrecía parece más fuerte que mis dudas. Todo lo que él me había prometido es tentador. Y aunque su mundo artístico comenzaba a desdibujarse entre cenas y viajes, sentía que esta nueva vida me envolvía aún más como una red dorada de la que no sabía si quería escapar.

Después de la cena, Xavier me llevó de vuelta al ático. Allí, bajo la tenue luz de la luna, se recostaron en la terraza, con una botella de champán que nunca pidió. La vista de la ciudad era impresionante, un mar de luces brillantes que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

—Aurora —dijo Xavier, su voz suave mientras me envolvía en su brazo—, quiero que confíes en mí. Este es nuestro mundo ahora. No tienes que preocuparte por nada.

Cierro los ojos, apoyándome en su pecho, pero la sensación de duda sigue latente, como una pequeña voz que no podía ignorar del todo. Sabía que había más detrás de las promesas de Xavier, más detrás de los regalos y las cenas de lujo. Pero, por ahora, decidí dejarme llevar, al menos por esta noche.

Porque en el fondo, algo dentro de mí también quería creer en ese mundo que Xavier me ofrecía, aunque fuera efímero, aunque las promesas fueran tan frágiles como el cristal de la copa que sostenía en sus manos.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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