Corto 22

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Corto Kristelsanna:

LA SILLA:

Era una tarde como cualquiera en Arendelle, la pareja de esposos recién casados desayunaban. Pero la reina no necesariamente estaba muy contenta que digamos.

— Cariño, ¿qué pasa? Estás callada. — Kristoff comía con parsimonia la merienda que la nany de las hermanas habia hecho para ambos.

— No lo sé. — Anna lanzó una mirada tan malditamente seria que pudo derretir a cualquiera, incluso a su amado esposo —. Pero ayer Gerda me mostró tu chamarra de cuero, Kristoff.

— No entiendo, ¿qué pasa con mi chamarra?

— Tenía perfume de mujer y labial impregnado, ¿me puedes explicar?

— ¿Qué? — Kristoff quedó helado.

— Eso mismo, ahora explícate.

— Perdón, no te oí — contestó el rubio, tentando al diablo.

— ¡No me quieras ver la cara de estúpida, Kristoff Bjorgman! — explotó Anna, cabreada —. ¡Ahora habla! — bramó.

— En serio no se escucha nada — se defendió el recolector, tan aterrado que no halló armas —. Ven, siéntate, y averigualo tu misma.

— Oh. — Anna arqueó una ceja, socarrona — Así que quieres jugar... — la pelirroja advirtió, antes de hacer caso a lo que este dijo, con evidente confianza —. Luego no te quejes de porque duermes en el sillón. — Esta se sentó y se cruzó de brazos, expectante —. ¿Cual es tu excusa ahora?

— Ninguna, ahora pregunto yo — Entonces, el recolector aprovechó en absolver sus dudas —. ¿Por qué tardaste tanto anoche con Elsa? Dijiste que irías a comer y regresaste con ropa distinta y con un hambre voraz.

— ¿Cómo dices?

— Eso mismo. — ahora fue turno del recolector de esperar respuesta, invirtiéndose los papeles.

Anna cruzó miradas con su marido, se mordió ligeramente el labio y decidió responder, igual de seria, ocultando su sonrojo.

— Tienes razón, no se escucha nada.

Entonces, llegó Elsa, gran sonrisa de por medio y evidente felicidad impregnada.

— Hola, hola... ¿A qué juegan? ¿Qué pasó?

— Nada, solo corroboraba una teoría — soltó Anna, levantándose de la silla —. ¿Quieres comprobar?

— ¿Comprobar que?

— Que no se escucha nada una vez te sientas. — Anna la invitó —. Ven, toma asiento.

— Okey.... — La situación estaba extraña, pero esta accedió, ceja arqueada y sin entender. Y Anna preguntó, sacando su última duda.

— ¿Sabes porque la chamarra de Kristoff tenía perfume de mujer y labial en el? Mi marido no ha respondido.

Finalmente, Elsa desvió la mirada un segundo, se mordió el labio y se defendió, de inmediato.

— Nop, definitivamente no se oye nada. Traje bollos de canela, ¿quién tiene hambre?

 Traje bollos de canela, ¿quién tiene hambre?

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