Capitulo Cuatro - Los recuerdos son fríos

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En mi pecho se encontraba la cajita que contenía aquel broche que causó tanto desastre en mi vida desde que a mis manos llegó por avaricia y la causa de muerte más fuerte hoy en día; la curiosidad.

Tome la cajita en mis manos y me senté en la cama para abrirla y tomar el boche entre mis manos pasando mis dedos por el para tocar el duro pero fino y lizo metal del que estaba echo con tanto cuidado y precisión como nada que allá visto antes.

Mis dedos delinearon el borde antes de colocarlo nuevamente en la cajita de terciopelo solo para dejarlo en mi cama y yo levantarme sin pensar en nada. Con la mente en blanco y una sensación de vacío en mi pecho como si el aire me faltará aunque mi respiración seguía su ritmo cotidiano en un relajante ciclo de inhalar y exhalar el aire que llegaba a mis pulmones.

Camine sin rumbo hasta la cocina en busca de algo que comer aunque no tuviera hambre quizás probar algo de buen sabor me haría sentirme mejor en esta nefasta situación.

Todo iba en decadencia, desde mi cordura hasta mi forma de caminar que paso de ser floja a una erguida y recta sin tener la posibilidad de encorvarme un poco pues el dolor en el pecho solo crecía como si me regañara por la mala postura que mi espalda tenía.

Al llegar a la cocina rebusque entre gabinetes y cajones para buscar un cuchillo y dejarlo sobre la mesa. Camine hasta la nevera para abrirla y sentir el leve cosquilleo por el aire frío que tocaba mi cuerpo ante la temperatura artificial de esa caja de metal que contenía aquello que no podía ser dejado a la temperatura del departamento. Buscando en la nevera me tope con una simple manzana que se encontraba en lo profundo de ella, tuve que adentrarme más para poder tomarla y salir de la nevera cerrándola en el proceso y tirando la manzana a la mesa.

La falta de aire frío dejo un leve vacío en su cuerpo, aún era de tarde por lo que el frío era reemplazado por calidez del patidico verano dejando al frío y amigable invierno a meses de llegar.

Suspiro y dió un paso atrás alejándose de la nevera para darse la vuelta y dirigirse a la mesa de la cocina tomando el cuchillo en sus manos y mirando el filo para comprobar su calidad. Lo había comprado recientemente puesto que por alguna razón sus cuchillos dejaban de tener filo a los pocos días como si los hubiera usado más de lo que los tocaba ocasionalmente para hacer cortes en su comida.

Una situación fuera de lo común pero realmente normal en su día a día puesto que cuando era pequeña esto también sucedía muy amenudo. Cuchillos que por la noche dejaban de funcionar obviando su función de corte al tener el filo poco filoso por alguna extraña razón.

Al menos hasta que los cuchillos fueron ocultos en uno de los gabinetes la cocina luego de uno de los tantos acontecimientos y incidentes que sucedieron durante su infancia en casa de sus padres.

Solo ocho años, una niña medio dormida rondaba por su habitación al no poder consiliar el sueño por culpa de tener pesadillas otra vez esa noche, inocente de lo que podría pasar en su entorno, de lo que era real o era realmente su mente dañada.

Pequeña.

Esa era la palabra que podría definirme en esos tiempos tan agobiantes que ahogan mi cabeza con la más mínima interacción de mis ojos ante un objeto o situación regresando me al cuerpo de mi yo pequeña.

Era pequeña, muy pequeña y no solo en tamaño.

Mi mente lo era.

Mi fuerza lo era.

Mi mente lo era.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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