Capítulo 1

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Como cada viernes por la tarde esperaba expectante y con nerviosismo la llegada


de mi ama Lady Freya a mi humilde piso. Tal y como me había ordenado, comencé a preparar la estancia en la cual mi ama y yo daríamos paso a vivir nuestras más ansiadas y oscuras fantasías.


Encendí las velas de los dispersos candelabros que ofrecían una iluminación tenue a la estancia. En un extremo de la habitación se situaba un sofá Chesterfield de terciopelo negro cuidadosamente acolchado al cual le añadí unas mullidas almohadas para que su hermoso e inaccesible cuerpo reposase cómodo. En el centro de la estancia, se extendía una estrecha pero larga mesa que albergaría los instrumentos de mis más oscuros y perversos deseos. Una alfombra rectangular oculta gran parte del oscuro suelo. En la pared del fondo, se sitúa mi cama, vestida para la ocasión con sábanas de satén rojo ocultando el juego de almohadas individuales. Mi lugar de descanso reside en un rincón, en el suelo, junto a mi comedero y unos periódicos abiertos donde hago mis deposiciones. Sacó de debajo

de la cama una caja gris y comienzo a colocar su contenido sobre la mesa: Una


fusta de cuero trenzado, una vara, pinzas, plugs dilatadores, un flogger, las mordazas, la rueda dentada, las muñequeras y tobilleras de cuero y unas cuerdas de yute.


Oigo el sonido de la puerta al abrirse, recoloco mi entrepierna (presa por el


dispositivo de castidad), y salgo a su encuentro.


-Bienvenid....Corta mis palabras con un bofetón que gira mi cuello y me hace


retroceder.
-¡Cuántas veces tengo que repetirte que esas no son formas de recibirme! ¡Tu lugar perro está en el suelo, tu cabeza nunca estará por encima de mis rodillas a no ser que te quiera usar como un esclavo lamecoños, ¿queda claro?!


-Si ama, perdón ama. Me excusaba mientras me arrodillaba.


- ¿Has preparado lo que te pedí?


-Si mi señora. Le respondo besando sus tacones.


- ¿Te adaptas al dispositivo de castidad?


-Si mi señora, le agradezco el llevarlo puesto. Adopte la postura de sumisión,


arrodillado, con las piernas ligeramente abiertas.


-Trae el collar Milo. Me ordena.


-Si mi ama. Y me desplacé a cuatro patas como cánido al salón. Regresé con mi


collar en los labios y lo deposité a los pies de mi ama. Me arrodillo y me coloco en posición de espera, situando las manos a mi espalda. Mi ama abrochó el collar de Milo, ya no era David, era Milo.

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