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*aprovechen que ando inspirada lol

El grito de ayuda proveniente de un niño, paralizó a Horner y él se quedó quieto. Las calles de ese barrio en específico, no eran seguras, y había que temer hasta a las sombras, y era irónico que estuvieran allí con un auto lujoso, pero estaban allí por negocios y estaban equipados. Horner puso la mano en su Magnum Desert Eagle, su fiel compañera desde que comprendió que era mejor luchar con un arma, que con las manos vacías.

—Me parece que es mejor irnos, Christian. El informante no va a venir— Checo dijo. No tenía miedo, él había trabajado en ese tipo de calles, pero él quería evitar problemas. El Ford Mustang apenas había salido del garaje de reparación, y Checo lo había extrañado, no quería moverse en el Camaro.

—¡Ayuda, por favor!— De entre la oscuridad, un niño de quizás ocho o diez años, corría como si él diablo lo estuviera persiguiendo.

Checo no se bajó del auto, al contrario, hizo rugir el motor, y de la guantera sacó su arma.

—Sube, sube— Horner le dijo al niño y él no dudo. Subirse al auto de dos extraños era mejor que quedarse y terminar asesinado y echado a una fosa común.

Checo pisó el acelerador, los neumáticos quedaron grabados en la calle de asfalto. La adrenalina que Checo sentía al conducir más allá del límite de velocidad, era como obtener una dosis de la droga más pura. Sin necesidad de recibir ordenes de Horner, Checo se movió por las calles semi vacías. Las oficinas centrales de Toros Rojos Inc se encontraban en una zona industrial. Por la radio, se comunicó con Rafa.

—Estaré allí en quince.

El llanto del niño no se había tranquilizado. Por el retrovisor, Checo vio que el niño estaba tratando de limpiarse los mocos y el llanto que no paraba de salir. Checo le pasó la caja de pañuelos. Tal vez, el niño le había querido robar a la persona equivocada. El lugar en el que estaban era un punto donde vendían drogas a plena luz del día. La policía no se atrevía a inmiscuirse, y los habitantes eran inmunes a los crímenes.

—No nos vienen siguiendo— Checo revisaba de vez en cuando.

—No bajes la velocidad de todas formas.

—No planeaba hacerlo.

Manejar autos de lujo a alta velocidad era lo mejor de su empleo, además de claro, acabar con los malos. Cerca de las oficinas, Checo se detuvo, y en menos de cinco minutos, había cambiado las placas y el color del Mustang.

—¿Qué vamos a hacer?— Checo preguntó al colocarse de nuevo el cinturón.

—Lo que hacemos siempre. Hacer el trabajo de la justicia.

Rafa abrió la puerta, y Checo le agradeció. Apagó el mustang. Guardó su arma en la guantera. Horner se bajó, pero el niño estaba temeroso.

—Ey, tranquilo. Puedes confiar en nosotros. Estás a salvo aquí— Checo le ofreció la mano. El niño dudó en tomarla, pero al final accedió.

Horner sonrió. Checo era increíble con los niños. No le cabía duda de que él sería un padre grandioso, cuando tuviera que dejar este mundo atrás, porque algún día lo haría. Se lo merecían. Así como Carlos lo había hecho y había unido su vida a Lando. Había sido una pérdida enorme para los toros rojos, pero él merecía ser feliz.

El niño había dejado de llorar, pero el moco continuaba saliendo de su nariz. Descendieron por el elevador. Checo solía sentirse claustrofóbico, pero eso había quedado atrás. Rafa los saludó, y alzó la ceja al ver a su acompañante.

—¿Puedes traer galletas y un vaso de leche?— Checo le pidió. El niño se estaba ocultando detrás de Checo.

—Claro— Rafa accedió.

Hecho en MéxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora