Siempre me ha fascinado ir a clase, sumergirme en los libros, escuchar música, disfrutar de la paz y la estabilidad. Tengo la fortuna de tener a la mejor madre del mundo, aunque mi relación con mi padre es un poco más complicada. Sin embargo, soy inmensamente feliz por contar con mis dos mejores amigos, a quienes aprecio tanto que haría cualquier cosa por ellos.
Un año antes... 7:00 a.m.
Las vacaciones de verano han llegado a su fin y hoy es mi primer día de clases en mi último año de instituto. ¡No puedo creer que en menos de un año habré terminado y podré ir a la universidad! Pasé el verano en el campo con mis abuelos, mientras que mis mejores amigos, María y Juan, estuvieron viajando.
Mi teléfono vibró, y al revisarlo vi un mensaje de María:
"Hola, me voy a encontrar con Juan antes de lo planeado. Tenemos que ir a la librería a comprar unos cuadernos. ¡Te veo en el instituto!"
Tomé mis cosas y salí de casa. Al llegar al instituto, estaba lleno de gente. Intenté llamar a María y a Juan, pero no contestaron, así que decidí buscarlos.
Después de un rato, los encontré sentados en una banca, charlando tranquilamente. Al verlos, una sonrisa de alegría apareció en mi rostro; las vacaciones no son lo mismo sin ellos.
—¡María! ¡Juan! ¡Los extrañé muchísimo! —exclamé.
—¡Alexa! ¡Nosotros también te extrañamos! Este verano se sintió eterno, ¿no crees? —dijo María con una sonrisa.
—¡Ey! Me alegra verte al fin. ¿Qué tal las vacaciones? —preguntó Juan.
—Bueno, no hice mucho. Las pasé en casa de mis abuelos. Mi abuela se cayó y se fracturó el brazo justo antes de que llegara, así que estuve acompañándola mientras mi abuelo trabajaba en el campo —les expliqué.
—Bueno, al menos no te quedaste encerrada en casa —dijo Juan, tratando de animarme.
—La verdad es que estuvo bien. El campo es hermoso, pero después de un mes ya empezaba a aburrirme. ¿Y tú, Juan? ¿Qué tal California? —pregunté con curiosidad.
—¡Los Ángeles es increíble! Sol, olas, chicas guapas... ¡un auténtico paraíso! Me encanta que mi padre viva allá ahora —respondió emocionado.
—¡Qué envidia! ¡No puedo creer la suerte que tienes! —exclamé.
María se unió a la conversación: —¿Me contaste que conociste a alguien, no?
—¡Sí! Me encontré con mi guitarrista favorito, ¡Anthony! —dijo Juan, emocionado.
—¿¡Conociste a Anthony!? ¡Eso es increíble! —grité sorprendida.
—Es genial. Fue muy amable y se tomó un rato para hablar conmigo sobre música. Fueron unos minutos que no olvidaré jamás —contó Juan.
—¡Me alegra tanto por ti! Y tú, María, ¿cómo te fue en España? —pregunté.
—¡Tal como les conté! Fue increíble, conocí a un chico genial que me dio un tour por todo Madrid —respondió María con una sonrisa.
—Me alegra que lo hayan pasado tan bien. Espero poder viajar con ustedes en las próximas vacaciones —les dije, entusiasmada.
—¡Eso sería genial! —respondió María.
—Chicas, vamos a llegar tarde. ¡Ya son las ocho! —dijo Juan, mirando su reloj.
Salimos corriendo hacia clase. Como llegamos tarde, nos tocó sentarnos en la primera fila, ya que los mejores lugares estaban ocupados. La clase comenzó poco después, pero en lugar de nuestro profesor de matemáticas, alguien completamente desconocido entró en el aula.