—¡Alexa! ¡Espera! —gritó Juan detrás de mí.
—No puedo, Juan, no puedo...
Juan me abrazó, tratando de calmarme. No pude contener las lágrimas.
—No pasa nada, nadie puede obligarte a hacer algo que no quieras.
—Pero Lucas lo hizo...
—Ese sinvergüenza no sabe con quién se ha metido —respondió Juan con furia.
Justo en ese momento, Lucas apareció frente a nosotros, escuchando lo que Juan decía.
—¿Oh? ¿Debería tener miedo? —preguntó Lucas, con una sonrisa burlona.
—¡Pero si es el rey del sarcasmo que disfruta molestando a las mujeres! —le espetó Juan.
—Oye, no voy a dejar que me hables así. Yo no obligué a nadie. Desde el principio dije que, si no estaban listos, podían retirarse —respondió Lucas, con firmeza.
—Entonces lamento haberte hecho perder el tiempo —dije, entre sollozos.
—¡Imbécil! ¡Discúlpate ahora mismo! —exigió Juan, visiblemente molesto.
—Juan, por favor, vuelve a clase —dijo Lucas, intentando mantener la calma.
—¡Jamás! —respondió Juan, furioso.
—Juan, no pasa nada —intervine, tratando de calmar la situación.
—Ya la oíste. Déjanos solos —dijo Lucas, desafiando a Juan.
Juan estaba al borde de perder el control. Nunca lo había visto tan enojado: tenso, con los puños cerrados. Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, esperando que entendiera que podía irse en paz.
—No me importa quién seas, esto no quedará así —le advirtió Juan a Lucas, apretando la mandíbula mientras se alejaba lentamente hacia el teatro.
—¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —preguntó Lucas, con algo de confusión en su voz.
—¿Me lo preguntas en serio? ¡Debes estar bromeando! —respondí, incrédula.
—No, hablo en serio. Quiero entender qué te sucede...
—Pensé que eras diferente...
—¿Qué hice para que estés así? Por favor, dímelo.
—Primero, me insultaste... Me llamaste "pícara".
—¿Y? ¿Me vas a decir que no tienes sentido del humor?
—No es eso, pero Juan se molestó mucho por lo que dijiste.
—¿Es tu novio?
—¡Juan! ¡No! Es mi mejor amigo.
—Ok... Entonces, ¿por qué más lloras?
—Me pediste que cantara una canción frente a todos y me forzaste a hacerlo, incluso cuando te dije que no sabía qué cantar.
—¿Y cuál es el problema con eso?
—Para mí fue un gran problema...
—Alexa, superaste tu miedo y lo hiciste muy bien.
—¡Pero fue un desastre!
—Estuvo bien, hasta que saliste corriendo y dejaste ver lo débil que eres. Si hubieras seguido, habría sido un buen monólogo. ¡Y eso es admirable! No todos logran hacer reír al público.
—Lo dices solo para hacerme sentir mejor.
—En parte sí, pero lo digo en serio. Piénsalo.
—Tal vez tengas razón... No debí haber salido corriendo...