Sinopsis.

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El alba se filtraba a través de las cortinas desgastadas del pequeño despacho de Juanjo Bona, iluminando un espacio lleno de papeles amontonados y recuerdos difusos. Juanjo despertó de un sueño inquieto, sintiendo la bruma de la confusión envolver su mente. Se frotó los ojos, tratando de despejar la neblina de sus pensamientos, pero solo encontró fragmentos borrosos de un pasado que parecía escurrirse entre sus dedos.

El sonido del teléfono rompió el silencio. Con un suspiro, levantó el auricular. La voz de su jefe, resonó al otro lado de la línea, dura como el acero.
—Juanjo, necesitamos que vengas. Una chica ha sido encontrada muerta en la calzada junto al río. Te espero aquí.

—En camino,— respondió Juanjo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. La noticia lo inquietó de una forma que no podía explicar.

Al llegar a la escena, el aire era denso, impregnado de un silencio tenso. Policías y curiosos se agolpaban, pero Juanjo se centró en el lugar donde el cuerpo había sido descubierto. El río murmuraba suavemente, como un confidente que guardaba secretos inconfesables.

—¿Qué tenemos?— preguntó Juanjo, acercándose a Conan, que estaba observando la escena con una expresión sombría.

—Lo básico por ahora. Chica joven, sin identificación. Parece que la han dejado aquí. Necesitamos averiguar quién es y qué ocurrió.— Conan le entregó una libreta. —Toma notas y empieza a investigar.

Mientras examinaba el lugar, algo brilló entre la maleza. Se agachó y encontró un pequeño recibo de renta de un piso, arrugado y sucio. —Mira esto,— dijo, mostrando el papel. —El lugar está indicado, pero no hay nombre del inquilino.

—Guárdalo. Puede ser clave,—respondió Conan, frunciendo el ceño. —Pero hay algo más. ¿No sientes que hay algo extraño en esto?

Juanjo asintió, sintiendo una inquietud en su pecho. —Sí, es como si hubiera algo más detrás de esto.

Continuaron su búsqueda a lo largo de la calzada, el murmullo del río acompañándolos. Mientras revisaba con atención, sus dedos tropezaron con un objeto pequeño en el suelo. Al levantarlo, se dio cuenta de que era un collar, su superficie adornada con intrincados grabados. —Este es un relicario,— murmuró para sí mismo, sintiendo una extraña conexión. Sin embargo, no podía abrirlo. La frustración creció en su interior, pero decidió no compartir su hallazgo por el momento.

—¿Encontraste algo?— preguntó Conan, mirándolo con curiosidad.

—Solo el recibo. Nada más,— respondió Juanjo, tratando de ocultar la inquietud que lo invadía.

Día tras día, se sumergió en la investigación, buscando pistas que lo llevaran a la verdad. Sin embargo, cada intento resultaba infructuoso, como si la propia oscuridad del caso se burlara de su esfuerzo.
—No puedo creer que no hayamos encontrado nada más,— murmuró una tarde, su voz llena de frustración.

—Ten paciencia, Juanjo. A veces, las respuestas vienen cuando menos las esperas— le aconsejó Conan, tratando de infundirle ánimo.

Sin embargo, la sensación de vacío seguía atormentando a Juanjo. No solo era la chica y su trágico destino lo que lo inquietaba; había algo más en su propia existencia que parecía perdido en las sombras. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, una certeza comenzó a crecer dentro de él: debía resolver este caso, no solo por la justicia de la joven, sino para desentrañar el misterio de su propia vida.

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La oficina de Juanjo estaba impregnada del aroma a café recién hecho y el murmullo de los teléfonos sonando. Mientras revisaba los informes del caso, Conan entró con un semblante serio.
—Juanjo, tengo a alguien que quiero que conozcas.

nox aeterna || juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora