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El sonido atronador de la batería reverberaba en las paredes, mezclándose con el eco de las guitarras distorsionadas y el bajo retumbante. El humo de los cigarrillos impregnaba el aire, mezclándose con el sudor y el perfume costoso de las docenas de cuerpos amontonados en el backstage. Las luces parpadeaban sobre las cabezas, creando sombras inquietantes en las caras ansiosas que esperaban el próximo show.

Felix, con el torso desnudo y tatuajes cubriendo su piel bronceada, estaba sentado en el borde del sofá de cuero desgastado, ajustando las cuerdas de su guitarra. Las notas resonaban en la sala, vibrando con la energía de alguien que, aunque acostumbrado a los grandes escenarios, nunca se cansaba de esa chispa eléctrica antes de un concierto. Su pelo, caído en mechones desordenados sobre su rostro, le daba una apariencia desaliñada que solo incrementaba su atractivo misterioso. Los flashes de las cámaras ya lo esperaban al otro lado de las puertas. Y sin embargo, él se sentía desconectado, como si todo el ruido a su alrededor no fuera más que un eco distante.

No era por nervios; hacía años que esos se habían desvanecido. Era algo más profundo, más oscuro. Una sensación de vacío que no desaparecía, sin importar cuántas multitudes vitorearan su nombre. Era el vacío que solo podía llenar una cosa: Hyunjin.

Hyunjin estaba al otro lado de la sala, en un rincón oscuro, recostado sobre una pared con una copa de whisky en la mano. Desde esa distancia, observaba a Felix con una mirada impenetrable, sus ojos oscuros como un abismo que prometía tanto éxtasis como destrucción. El vocalista tenía algo hipnótico, una especie de magnetismo que hacía imposible no mirarlo, no desearlo. Vestido de negro, con una chaqueta de cuero ceñida que destacaba la esbeltez de su cuerpo, Hyunjin parecía una figura sacada de los sueños más febriles y oscuros.

Felix sabía que no debía acercarse demasiado a ese fuego. Lo había intentado antes, manteniendo cierta distancia emocional, pero cada vez que Hyunjin lo miraba, era como si su autocontrol se evaporara. Había algo en él, en esa mezcla de fragilidad y peligro, que lo atraía como un imán. Felix, en el fondo, sabía que Hyunjin estaba roto de alguna forma. Lo veía en las noches en las que las botellas vacías se apilaban a su alrededor y en la forma en que su risa se desvanecía demasiado rápido. Pero también sabía que ese mismo vacío dentro de Hyunjin resonaba con el suyo propio.

Un golpe en la puerta del backstage rompió el trance. El manager del tour entró, con su walkie-talkie en una mano y una carpeta en la otra. "Cinco minutos para el show", anunció, mirando a cada uno de los integrantes de la banda. Pero su mirada se detuvo por un segundo más en Hyunjin, quien seguía en su rincón, sin mostrar intención de moverse. Todos sabían que Hyunjin era la estrella de la banda, el alma del espectáculo. Cuando él estaba en el escenario, era como si el mundo entero se inclinara a sus pies. Pero cuando no estaba en forma, todo lo demás se desmoronaba.

Felix dejó su guitarra a un lado y caminó hacia el espejo del camerino, apartando algunos mechones de su rostro mientras observaba su reflejo. Podía ver a Hyunjin mirándolo a través del reflejo, su mirada como un aguijón en la nuca. Se sintió desnudo bajo esa mirada, vulnerable, como si Hyunjin pudiera ver todas las grietas ocultas en su fachada.

-¿Estás listo?- la voz de Hyunjin sonó suave, pero con un filo que raspaba el aire. Se había acercado sin que Felix lo notara. Ahora, estaba de pie justo detrás de él, tan cerca que Felix podía sentir su aliento contra su piel.

Felix no respondió de inmediato. En su lugar, mantuvo la mirada fija en el espejo, viendo la sombra de Hyunjin detrás de él. Era como si Hyunjin pudiera leer su mente, entender las preguntas que no se atrevía a formular en voz alta.

-Siempre lo estoy-, contestó al fin, aunque sabía que la respuesta era una mentira piadosa. La verdad era que nunca estaba listo para Hyunjin. Cada encuentro con él era como caminar sobre el filo de una navaja.

Hyunjin sonrió, pero había algo en esa sonrisa que no llegaba a sus ojos. -Sabes que esta noche va a ser intensa, ¿verdad?- Su voz era casi un susurro, cargada de promesas que Felix no estaba seguro de querer cumplir.

Felix asintió. Esa era la naturaleza de lo que compartían: siempre al borde del desastre, siempre a un paso de perder el control. Sabía que esa noche sería como las otras, llena de pasión incontrolable, pero también de la tormenta interna que ambos compartían.

Cuando Hyunjin lo tocó, fue un simple roce en el brazo, pero fue suficiente para encender algo dentro de Felix. Un fuego que llevaba demasiado tiempo ardiendo a fuego lento. Se volvió hacia Hyunjin, encontrándose de frente con esos ojos oscuros, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Solo estaban ellos dos, atrapados en un juego de deseo y autodestrucción.

Hyunjin inclinó la cabeza, su sonrisa convirtiéndose en algo más íntimo, más oscuro. -Después del show… te quiero solo para mí.-

Felix sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Sabía lo que eso significaba. Sabía que Hyunjin lo llevaría al límite esa noche, como siempre lo hacía. Y, sin embargo, una parte de él lo deseaba, lo anhelaba con cada fibra de su ser. Porque aunque sabía que esa relación era tóxica, también era adictiva. Hyunjin era su droga, y Felix no sabía cómo dejarla.

-Vamos-, dijo Hyunjin, agarrando la mano de Felix y arrastrándolo hacia la puerta. Los gritos del público ya eran ensordecedores, una marea humana que rugía con la impaciencia de verlos en acción.

Cuando subieron al escenario, todo cambió. Las luces cegadoras, el calor de los focos, y el estruendo de miles de voces aclamando su nombre lo envolvieron. Felix tomó su guitarra, y cuando Hyunjin empezó a cantar, era como si el mundo entero se redujera a ese momento. Había algo en la voz de Hyunjin, algo en su forma de moverse, que lo hacía parecer más que humano, como si estuviera poseído por un espíritu antiguo y salvaje.

Felix tocaba con toda su energía, su cuerpo sincronizado con la música, pero su mente seguía atrapada en la promesa que Hyunjin había hecho. Cada vez que sus miradas se cruzaban en el escenario, era como si Hyunjin le recordara lo que vendría después. Era una anticipación que lo consumía.

Y entonces, en el clímax de la última canción, cuando la música alcanzó su punto álgido y el público estaba al borde de la histeria, Hyunjin hizo algo inesperado. Se acercó a Felix, y en medio de los gritos y la música, lo tomó por la nuca y lo besó. Un beso intenso, lleno de furia y deseo, frente a miles de personas.

El público estalló en un rugido ensordecedor. Pero para Felix, en ese momento, no había nada más que Hyunjin.

Nada más que el fuego.

𝗗𝗮𝗻𝗴𝗲𝗿𝗼𝘂𝘀 𝘃𝗶𝗯𝗿𝗮𝘁𝗶𝗼𝗻𝘀 ☠ Hyunlix Where stories live. Discover now