Nadie dijo que ser padres sería fácil, pero todo sería menos complicado si el bebé llegara con un manual de instrucciones incluído. O bueno, eso cree Minho.
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Minho se quedó de pie, observando a Felix acurrucado y sollozando, su corazón encogiéndose con cada lágrima que veía deslizarse por las mejillas de su pareja. Era uno de esos días donde los cambios físicos del embarazo parecían golpear a Felix con toda su fuerza, y no importaba cuánto amor y consuelo le ofreciera Minho, esas inseguridades encontraban la manera de colarse en la mente de Felix, haciéndolo sentir vulnerable.
—¿Puedo…? —Minho señaló la cama, esperando la aprobación de Felix para acercarse.
Felix simplemente asintió, limpiándose las lágrimas de las mejillas con la manga de su camiseta, pero no podía evitar el temblor en sus labios. Minho se subió con cuidado a la cama y se sentó a su lado, acercándose lentamente. Extendió su mano para acariciar el cabello húmedo de Felix, tan suave como siempre, y esperó pacientemente a que él hablara.
—No puedo evitarlo… —murmuró Felix, con la voz quebrada—. Estoy tan… diferente. Mira esto. —Se señaló las líneas rojas en su abdomen, aquellas estrías que comenzaban a formarse—. ¿Ves? Estoy… estoy tan… feo.
Minho frunció el ceño, sorprendido por la intensidad de la inseguridad que veía en los ojos de Felix.
—Felix, ¿de qué estás hablando? —preguntó suavemente, pero Felix ya había comenzado a soltar todos sus miedos.
—Mis muslos están enormes, Minho. Y mis brazos, ni siquiera quiero verlos. Se están volviendo tan grandes que apenas puedo reconocerlos. ¡Y mis mejillas! —exclamó, tocándoselas con frustración—. ¡Parecen dos bolas infladas! ¿Cómo puedes siquiera mirarme y pensar que soy atractivo? Estoy…— Felix sollozó de nuevo, apartando la mirada—. Estoy volviéndome gordo y horrible.
Minho se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Felix. Sintió un nudo en el estómago al ver cuánto dolor y angustia estaba sintiendo su novio, todo porque estaba llevando una nueva vida dentro de sí.
—Felix, mírame —pidió Minho, con la voz suave, y cuando Felix no lo hizo, le tomó la barbilla con delicadeza y levantó su rostro para que sus miradas se encontraran—. No quiero que vuelvas a decir esas cosas sobre ti mismo. Porque cada una de esas cosas que estás viendo como defectos son simplemente… parte del milagro que llevas dentro de ti.
Felix lo miró con escepticismo, sus ojos aún llenos de lágrimas, y Minho aprovechó para acercarse un poco más, colocando una mano sobre el vientre de Felix, justo donde las estrías eran más visibles.
—Estas líneas —susurró Minho—. ¿Sabes lo que realmente son? Son las huellas que está dejando nuestro bebé, son las marcas de que estás creando algo increíble dentro de ti. No las veas como cicatrices, sino como pequeñas firmas que él o ella está dejando mientras crece. Y para mí, son preciosas.
