Era tarde, y el bar estaba casi vacío, Max con los ojos vidriosos y una botella vacía frente a él, se tambaleaba en su asiento.
La música de fondo parecía perderse en el ambiente, pero una canción se colaba entre las conversaciones y risas apagadas.
Él, completamente borracho, levantó la vista hacia su amigo P.j, quien estaba sentado frente a él, observándolo con una mezcla de preocupación y paciencia.
-Hermano... -balbuceó Max, intentando mantener la cabeza erguida-. Lo extraño, P.j. No puedo más... no sé qué hacer-.
P.j suspiró, sabiendo exactamente hacia dónde iba la conversación. No era la primera vez que Max, bajo los efectos del alcohol, sacaba a relucir el tema de Bradley.
Desde que él lo había dejado, su amigo no había sido el mismo. Sin embargo, esta vez parecía diferente. La mirada de Max era más intensa, y la música, esa maldita canción que hablaba de un adiós, no ayudaba en nada.
-Mira, Max, ya han pasado meses. Tienes que dejarlo ir -le dijo P.j, intentando sonar firme pero comprensivo.
Max soltó una risa amarga, inclinándose sobre la mesa. -Es fácil decirlo, P.j... -murmuró-, pero no puedo, no puedo sacarlo de mi cabeza, de mi vida... La cagué, y él no va a volver, ¡Nunca va a volver! -exclamó, golpeando la mesa con el puño cerrado.
P.j se quedó en silencio, mientras Max se hundía en sus pensamientos, con los ojos fijos en la botella frente a él. Las palabras de la canción seguían retumbando en su mente.
-Me duele, ¿sabes? -continuó Max, con la voz rota-. Cuando lo veo con alguien más... me destroza P.j, quiero llamarlo, decirle que lo extraño, pero sé que no tengo derecho. Él está mejor sin mí, pero... no sé cómo seguir sin él-.
P.j se inclinó hacia adelante y le dio una palmada en el hombro, intentando transmitirle algo de consuelo. Sabía que en ese estado, las palabras no servirían de mucho. Max estaba atrapado en una espiral de recuerdos y arrepentimientos que solo el tiempo podría curar.
-Vamos a casa, Max -le dijo P.j suavemente-. Ya es suficiente por hoy.
Max asintió, pero mientras se levantaba tambaleante.
P.j ayudaba a Max a caminar tambaleante por la acera mientras el frío de la noche le daba en el rostro. A pesar del viento fresco, el calor del alcohol seguía controlando los pensamientos de Max, quien no dejaba de murmurar el nombre de Bradley.
De repente, mientras doblaban la esquina hacia la avenida principal, una figura familiar apareció caminando hacia ellos: era Tanque, uno de los amigos más cercanos de Bradley.
-¡Tanque! -exclamó Max, reconociéndolo entre las luces parpadeantes de la calle. P.j intentó calmarlo, pero era demasiado tarde.
Tanque los miró sorprendido, y al acercarse, notó el evidente estado en el que se encontraba Max. A pesar de que siempre había sido cordial con él, la ruptura entre Max y Bradley había cambiado todo. Desde entonces, Tanque lo había evitado, pero aquella noche no había escapatoria.
-¿Qué tal, Max? -saludó Tanque, con un tono cauteloso, mirando de reojo a P.j, que se mantenía en silencio.
Max se soltó del brazo de su amigo y, tambaleándose un poco, se acercó a Tanque. Su mirada era un torbellino de emociones: ira, tristeza, y sobre todo, añoranza. La música del bar aún resonaba en su cabeza, los recuerdos de Bradley le pesaban como una losa en el pecho.
-T-tanque... -comenzó Max, con la voz entrecortada-, dile que lo extraño. ¡Dile que no puedo más! -exclamó, señalando el pecho como si el dolor físico de la pérdida lo estuviera devorando por dentro.
Tanque parpadeó, incómodo, sabía que Max y Bradley habían terminado mal, y que él había comenzado a rehacer su vida. Lo último que quería era verse envuelto en aquel drama, pero no podía evitar sentir lástima por Max al verlo tan destrozado.
-Max, no creo que yo sea la persona indicada para hablarle de esto... -respondió Tanque, midiendo sus palabras con cuidado.
Pero Max no lo escuchaba. Estaba demasiado hundido en su propio caos.
-¡Tú eres su amigo! -insistió Max, la voz cargada de desesperación-. Dile que me estoy muriendo sin él. ¡Dile que no puedo olvidarlo! -Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras se sostenía de los hombros de Tanque-. Dile que cada vez que lo veo con alguien más... siento que el mundo se me cae encima-.
- Max...creo que debemos irnos- decía P.j tratando de llevárselo a su casa.
-Dile...que me muero por besarlo...que en las noches vuelvo a amarlo, aunque no esté junte a mí...dile que mi vida es extrañarlo- vuelve a mirarlo suplicante- que si vuelve puedo amarlo aunque no me quiera a mi....dile mi nueva dirrección, dile que me llame por favor....-.
Tanque lo miró, sin saber qué decir, por un lado, entendía lo devastado que estaba, pero también sabía que Bradley ya había avanzado. Y lo último que él necesitaba era revivir ese dolor, se giró hacia P.j, buscando una salida a aquella situación.
-Creo que es mejor que lo lleves a casa, P.j -dijo finalmente, intentando sonar lo más neutral posible.
P.j asintió, agradecido de que Tanque no hubiera avivado más el caos. Tiró del brazo de Max para que se enderezara, pero Max no dejaba de balbucear.
-Por favor... dile que aún lo amo -susurró Max, casi inaudible, mientras Tanque se alejaba, incapaz de mirar atrás.
P.j sostuvo a su amigo, quien, sin fuerzas, se dejó caer sobre él. Con una mezcla de resignación y tristeza, continuaron su camino, sabiendo que, aunque aquella noche terminara, el dolor de Max no desaparecería tan fácilmente.
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𝙀𝙡 𝙞𝙢𝙞𝙩𝙖𝙙𝙤𝙧 - [Maxley]
FanfictionMax y Bradley eran una pareja que todos admiraban. Vivían en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, rodeados de cafés y tiendas pintorescas. Su relación era el modelo perfecto de amor y complicidad. Sin embargo, las cosas empezaron a camb...